El cometa del Diluvio y la aguda crítica del conde de Buffon
El cometa del Diluvio y la aguda crítica del conde de Buffon
William Whiston (1667-1752) fue un teólogo y matemático inglés, sucesor de Newton en su cátedra de Cambridge, y clérigo de la Iglesia de Inglaterra. En 1696, Whiston publicó una obra denominada Una nueva teoría sobre la Tierra, cuyo objetivo era demostrar que un cometa había sido el causante del Diluvio Universal, para lo cual, de acuerdo a ciertos estudios exegéticos realizados sobre las cronologías en la Biblia, se tenía la fecha establecida del año 2349 a.C.
William Whiston. Grabado de George Vertue. 1720. National Portrait Gallery.
Whiston advirtió que existían registros de un cometa brillante observado en el año 1680, y que también había registros históricos hacia atrás de otro cometa relevante en el año 1106, otro en el año 531 (referido por historiadores bizantinos) y finalmente otro en el año 43 a.C., el famoso cometa en el que el alma de Julio César presuntamente ascendió al cielo, según se estableció durante el mandato del emperador romano Augusto de la dinastía Julio-Claudia, en honor de su padre putativo.
El intervalo de tiempo o período entre cada uno de estos avistamientos es de aproximadamente 575 años, lo que llevó a Whiston a proponer que si se multiplica ese tiempo por 4 resultan 2300 años, y dado que uno de los avistamientos habría sido el del 43 a.C., entonces podría suponerse que se trataba del mismo cometa en varias visitas consecutivas, y que por lo tanto también debió haber pasado cerca de la Tierra en el año 2343 a.C., lo cual estaba apenas a 6 años de diferencia de la fecha asignada al Diluvio del 2349 a.C.
Hoy se sabe que los cometas avistados en los años señalados de 43 a.C., y 531, 1106, y 1680 de Nuestra Era son cometas distintos, y la similitud de sus períodos observados es sólo una casualidad.
El Dr. P. Verón (1939-2014) y el Dr. J. C. Ribes (n. 1940), astrónomos franceses, en su libro Los cometas de la antigüedad a la era espacial, publicado en 1979, comentan que Whiston sacó la conclusión de que se trataba de visitas sucesivas del mismo cometa. En la opinión del clérigo inglés el objeto se acercó a la Tierra en el año 2349 a.C. como un instrumento de Dios para castigar a un mundo perverso, y el vapor de agua que según él contenía el cometa, se habría condensado y caído en forma de lluvia sobre el planeta durante 40 días, con lo cual el Diluvio Universal quedaba científicamente explicado, afirmaba Whiston.
En el año 1749, Georges Louis Leclerc (1707-1788), mejor conocido como conde de Buffon, en su monumental obra Historia Natural, general y particular (de 44 volúmenes) expresó una aguda y severa opinión sobre esta teoría:
"Cada vez que uno sea bastante temerario para querer explicar con razones físicas las verdades teológicas, al permitirse interpretar dentro de puntos de vista puramente humanos el texto de los libros sagrados, y al querer razonar sobre las voluntades del Altísimo y sobre la ejecución de sus decretos, se caerá necesariamente en las tinieblas y en el caos en que cayó el autor de este sistema."
En este sentido, Verón y Ribes señalan con rigor que Buffon no está poniendo en duda la veracidad de lo escrito en la Biblia, ni tampoco la omnipotencia de Dios, agregando también que la teoría de Whiston estaba de acuerdo con los conocimientos científicos de aquella época, resultando entonces aceptable, aun cuando en la actualidad no tenga ya esa condición.
Georges Louis Leclerc, conde de Buffon. Retrato de François-Hubert Drouais. Óleo. 1753. Musée Buffon, Montbard.
Lamentablemente, tiempo después se presentaría un cambio de actitud consistente en que ciertas personas pretenderían explicar científicamente múltiples hechos descritos en la Biblia, siendo uno de los ejemplos más sonados el del investigador independiente ruso Immanuil Velikovski (1875-1979), psicólogo y psiquiatra, autor del controvertido libro best-seller Mundos en colisión, en donde reinterpretaba múltiples elementos de la historia antigua, el cual ha sido enérgicamente rechazado por la comunidad científica.
En este sentido, es pertinente resaltar la posición del físico estadounidense Carl Sagan (1934-1996), quien hizo también una gran labor de divulgación de la ciencia y luchó contra sus amenazas. En su obra El mundo y sus demonios, de 1995, Sagan propone nueve premisas para dirigir el pensamiento científico hacia la racionalidad, siendo estas:
Confirmar la realidad, con independencia de los hechos.
Debatir sobre la evidencia con múltiples puntos de vista.
Evitar confundir a experto y autoridad, recalcando que en ciencia no hay autoridades, sino expertos.
Reconocer que siempre existe más de una hipótesis.
Evitar aferrarse a una hipótesis.
Las cantidades numéricas son fundamentales a los fines de rechazar las hipótesis.
En una argumentación, todos sus pasos lógicos deben ser funcionales.
Lo más simple suele ser lo más probable.
Las proposiciones deben ser falsables, es decir deben poder someterse a experimentos que intenten demostrar que son falsas.
Carl Sagan. Fotografía de la Planetary Society, 1980.
Solo el tiempo podrá decir cómo evolucionará el conflicto entre ciencia y religión, considerando que la ciencia exige evidencia empírica tras el experimento y su evaluación en tercera persona, y que la religión implica la incontestable premisa de que hay que tener más Fe para no creer que para creer, percibida y sentida solo en primera persona.
Fabián Robledo Upegui.
Junio, 2021.
Muy interesante, la evolución religión ciencia, que se prolonga en esos tiempos entre ideología y ciencia. En todo caso, la Evolucion es implacable y la verdad acaba resplandeciendo.
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