Los símbolos ocultos en la música de Bach y en su chaqueta de botones

Fragmento de la Fuga XV (tercer tema) del Arte de la Fuga de J.S. Bach.

Los símbolos ocultos en la música de Bach y en su chaqueta de botones

Cuando los teóricos de la Antigua Grecia y de la Edad Media pensaban en la Música de las Esferas, refiriéndose a la idea de una música inaudible que existe más allá de lo humano, o una música producida por la armonía del movimiento de los astros, jamás hubieran imaginado que unas sondas espaciales lanzadas en los años 70, reinventarían de forma pragmática esa presunta música celestial.  

La música con potencialidad de ser escuchada más allá de los astros, viaja en unas sondas espaciales llamadas Voyager 1 y Voyager 2, a través del insondable cosmos, con la misión de ser interceptadas por alguna inteligencia capaz de reproducir las grabaciones que se encuentran en un disco de oro. Entre otras obras y otros Sonidos de la Tierra, estos discos llevan una muestra de la música de  Johann Sebastian Bach (para el deleite de un público  que no es de este mundo).

Fue acertado elegir música de J. S. Bach como parte de un mensaje simbólico y “universal” lanzado como una botella al mar, porque desde hace siglos, la música de Bach dejó de pertenecer a su época, para pasar a la categoría de lo “intemporal”, (y ahora, literalmente, pasar también a la categoría de lo “extraterrenal”).

Representación artística de una de las naves espaciales Voyager. Fuente/crédito: NASA.

Disco de oro que se envió al espacio en ambos Voyager 1 y 2. Fuente/crédito: NASA/JPL-Caltech.

Dos musicólogos alemanes  (Carl Dahlhaus y Hans-Heinrich Eggebrecht) en un capítulo de su libro ¿Qué es la música? (Acantilado, 2012), exploran la “significación estética” y la “intención simbólica” de la música, apoyándose en Bach.

Para Eggebrecht, el significado o significación estética  de la música se refiere a lo que la música produce por sí misma, lo que la música comunica, expresa o dice a nuestros sentidos, sin requerir comentario, ni aclaración conceptual, ni conocimientos previos. Pero en el caso de Bach, su música no se agota en la significación estética, por cuanto incluye también una “intención simbólica”.     

Parece que el acertijo de ocultar símbolos en las obras  artísticas (tan caro a los creadores del período barroco), tampoco fue ajeno a Bach, de quien se ha especulado que tenía en cuenta símbolos secretos al momento de componer. Los símbolos detectados en la música de Bach, se refieren a la equivalencia de notas musicales con letras del alfabeto y con números provenientes del llamado “alfabeto numérico”. 

En el caso de la equivalencia de las notas con letras del alfabeto, el más conocido es el de las notas musicales que conforman su firma: B-A-C-H

Como en el sistema musical alemán las notas se designan con letras, el nombre BACH corresponde a las notas si bemol – la – do - si  (donde B=si bemol; A=la; C=do y H=si). Así figura en la última Fuga (a tres temas y cuatro voces) de su Arte de la Fuga (obra que dejó inconclusa), donde luego del tratamiento de los dos temas previos, todas las voces se silencian para permitir la entrada serena del tercer y último tema,  formado precisamente por las notas propias de su firma musical B-A-C-H.  

El simbolismo numérico en Bach viene dado al emparejar las letras del alfabeto con números (lo cual se conoce como gematría o alfabeto numérico). En este alfabeto, las letras I/ J equivalen al número 9 y las letras U/V equivalen al 20:

La equivalencia numérica de BACH es A=1;  B=2;  C=3;  H=8, de manera que la suma de los números que representa B-A-C-H (2+1+3+8) arroja el número 14, que al revés es 41, que a su vez es el número que arroja J. S. BACH (9+18+14=41). Adicionalmente, sus nombres y apellido: Johann Sebastian Bach, representan el número 158, y la suma de sus respectivos dígitos (1+5+8) retorna al número 14.

Aunque el simbolismo del alfabeto numérico es más difícil de demostrar que en el caso de su firma musical, Eggebrecht explica que una intención simbólica con base al alfabeto numérico parece sumamente probable en Bach.  De ahí su interpretación del simbolismo de la fuga final del Arte de la Fuga, cuyo segundo tema consta de 41 notas. 

Además, Eggebrecht comenta el coral Vor deinen Thron tret ich hiermit (por tanto, me pongo delante de tu Trono), que en todos los libros de cánticos figura con un primer tema de 11 notas y una melodía entera de 36, pero que Bach adaptó posteriormente para que el primer tema tuviera 14 notas y la melodía entera 41.

Por muy discutible que sea toda esta especulación numerológica, hay que sumar una nueva particularidad observada en 1950 por el estudioso de Bach, Friedrich Smend, quien detectó que en el retrato realizado por Elias Gottlob Haussmann en los últimos años de vida del maestro, aparece Bach ostentando una elegante chaqueta, cuyos botones visibles contados uno por uno, tienen la feliz coincidencia de totalizar el número 14. Adicionalmente, Bach exhibe en sus manos una pequeña partitura conocida como el canon triplex, que en sus dos partes canónicas contiene 14 notas. Para continuar con las coincidencias, se piensa que esta obra fue utilizada por Bach para presentarse ante la Asociación Correspondiente de las Ciencias Musicales, una sociedad musical de selectos músicos y académicos, entre los que se encontraban Haendel y Telemann, y en la cual ingresó Bach como miembro número 14.

Retrato de Bach de Elias Gottlob Haussmann. Museo de Historia de la Ciudad de Leipzig.

Tanto  Eggebrech como Dahlhaus coinciden en que apreciar el simbolismo de una obra musical requiere de información previa, y es por esto que Eggebrecht afirma que el símbolo agrega a ese significar una intención de decir algo: “la asignación de algo que los sonidos mismos no son”. Por su parte, Dahlhaus (que identifica la intención simbólica con el concepto de alegoría), afirma que “la alegoría comunica una significación que no se entiende sin el conocimiento de ciertos supuestos, como, por ejemplo, los nombres alemanes de las notas en la codificación musical del nombre de Bach”.   

Sin embargo, el goce estético de la música de Bach o su significado, no palidece para el oyente que ignora su intención simbólica, porque su sentido musical pleno de sobriedad,  introspección, coherencia y profunda religiosidad, ni siquiera tuvo presente al público de su época como destinatario final.   

Comúnmente se piensa que el precio que tiene que pagar un gran hombre por estar adelantado a su época, es la incomprensión de sus contemporáneos, pero la contradicción  en el caso de Bach,  es que sus contemporáneos no lo supieron apreciar por considerar que su estilo era anticuado y retrógrado. 

En esta paradoja hay que tener en cuenta que el estilo en boga de la época de Bach, correspondiente al Racionalismo y al Iluminismo, era el llamado estilo galante, caracterizado por  la sencillez y el predominio de una línea melódica apoyada por un acompañamiento que no la opacaba. Mientras que el arte de Bach representaba el apogeo del estilo polifónico (instrumental y vocal), donde varias voces de manera simultánea, conservan su independencia melódica o contrapuntística, conformando en conjunto un todo armonioso. Frente al estilo galante, todo esto era considerado “artificio contrario a la naturaleza y a la razón”.

La complejidad de este estilo, permitió a Bach componer obras dirigidas principalmente al intelecto  (más que a los oídos del público de su tiempo), como el mencionado Arte de la Fuga, donde la finalidad de demostrar la maestría en la conducción de las diferentes voces, hace innecesaria la ejecución de esta obra (algo parecido a la belleza de un planteamiento matemático, independiente de su hipotética comprobación).

Primera página del manuscrito del Contrapunctus 1, de El Arte de la Fuga BWV 1080 de Johann Sebastian Bach. Biblioteca Estatal de Berlín, Alemania.

Quizás el público de siglo XVIII era muy parecido al de nuestros días, aquel orientado a la facilidad de la música galante, así como este a la facilidad de la música pop, y precisamente, esta sensibilidad no podía comprender el virtuosismo y la complejidad de la música de Bach, debiendo esperar hasta el siglo XIX (e incluso hasta el siglo XX) para asomarse a la profundidad del legado de este compositor: un creador cuya concepción estética de la música era de carácter Pitagórico (música conforme a leyes numéricas como reflejo de la armonía universal) y Teológico (toda música, en palabras del mismo Bach: “no debe tender a nada que no sea el honor de Dios y la recreación del espíritu”), tal y como lo explica el musicólogo italiano Enrico Fubini en su monumental obra La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo XX.

Pero todavía queda por resolver un acertijo o una ironía final: cómo un compositor religioso y familiar, que nunca salió de algunas cortes y principados germánicos, concibió una música que posiblemente, después de la extinción de nuestra especie, perdurará entre los astros, para ser escuchada (y descifrada) más allá de las fronteras de nuestro Sistema Solar.


Francisco Jesús Velásquez Arcay.

Julio, 2021.


REFERENCIAS:

Dahlhaus, Carl y Eggebrecht, Hans Heinrich (2012): ¿Qué es la música? Barcelona, Acantilado.  

Fubini, Enrico (2005): La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo XX, Madrid, Alianza Editorial (Alianza Música, 98). 

Boyd, Malcolm (1985): Bach, Barcelona, Salvat Editores (Biblioteca Salvat de Grandes Biografías, 55).

Comentarios

  1. Felicidades Francisco Jesús. Nos regalaste un artículo brillante.

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  2. Excelente artículo Francisco, te felicito. Un abrazo!

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  3. Brillante artículo, la sobriedad no oculta la admiración por el gran músico y bien llevada la exposición de la propuesta. Todo un tema mas allá de las estrellas. Felicitaciones!

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