Una propuesta descabellada para dominar a un melenudo

Referencia a un cometa aparecido en 729 d. C. en la Crónica Anglosajona. Siglos XI -XII d. C.

Una propuesta descabellada para dominar a un melenudo

En astronomía, un cometa es un astro o cuerpo celeste formado por hielo y polvo con un núcleo poco denso y una atmósfera luminosa y nebular que lo envuelve (coma), creando en ocasiones uno o más rastros luminosos (cola) precediéndolo o siguiéndolo, según su posición respecto del Sol, y que describe una órbita muy excéntrica.

La palabra cometa proviene del griego kometés, donde komes significa cabellera, por lo que "cometa" puede traducirse literalmente como "melenudo".

Desde la Antigüedad, dado que los cometas se observan como cuerpos en movimiento relativo con respecto al fondo de estrellas fijas, su aparición y posterior desaparición han sido vistas con miedo y terror, habiéndoles asociado la Humanidad a estos la ocurrencia de desastres, muerte y destrucción con motivo del avistamiento de un determinado cometa. Este fenómeno se ha presentado en casi todas las culturas y solo en tiempos recientes, la ciencia creciente ha permitido conocer mejor la naturaleza y comportamiento de estos objetos.

Muchos de los cometas tienen órbitas periódicas de tipo elíptico con una dinámica predecible, la cual tiene una parte en donde se aproximan al Sol en un punto conocido como perihelio, y otra en donde se encuentran lo más alejados posible de este, en el afelio, pudiendo estar el afelio ubicado a distancias comparables con las de los planetas mayores o incluso mucho más allá, siendo oportuno añadir que las órbitas están en condición de ser perturbadas gravitacionalmente, por el paso en las cercanías de los planetas.

Hace ya varias décadas, el físico teórico británico-estadounidense Freeman J. Dyson (1923–2020), quien fuera profesor del Institute for Advanced Study de Princeton, concibió el empleo de los cometas como una herramienta viable para la colonización espacial del Sistema Solar por parte del Hombre.

Dyson realizó un conjunto significativo de contribuciones a la ciencia, a la matemática y a la ingeniería, y codirigió el Proyecto Orión de 1958, el cual fue un estudio de la NASA para evaluar la viabilidad de una nave espacial propulsada detonando explosiones nucleares como mecanismo para generar un impulso que llevaría a la nave a velocidades significativamente más elevadas que las logradas empleando los usuales combustibles y oxidantes químicos, facilitando la exploración interplanetaria e incluso interestelar hacia las estrellas cercanas. El proyecto fue cancelado en 1963 debido a la firma por los EEUU de un tratado de prohibición de explosiones nucleares en el espacio. Se trata de uno de los pocos estudios realizados para evaluar mecanismos viables para una nave interestelar realista.

Freeman Dyson en Harvard. 2010. Fotografía de Lumidek.

El planteamiento de Dyson en relación con los cometas y su "domesticación" parcial, considera que el núcleo de estos es una "bola de nieve sucia", según la hipótesis hoy considerada como válida y  formulada en 1950 por el astrónomo Fred L. Whipple (1906–2004), la cual establece que los cometas contienen hielo, agua y otros productos químicos moleculares embebidos, que son indispensables para la vida.

Fred Whipple, circa 2001. Fuente: Universetoday.

Dyson sostiene que a pesar de que los cometas son muy pequeños en el Sistema Solar, estos son muy numerosos, su superficie total es muy superior a la de la Tierra, y en su opinión constituyen un hábitat potencial para el Hombre. Sin embargo, los cometas carecen de dos elementos indispensables para sostener la vida: una atmósfera densa y calor. El científico plantea que en un futuro el Hombre podrá diseñar genéticamente vegetación cultivable en los cometas, idea que ha llegado a conocerse como el árbol de Dyson, proponiendo las diversas modificaciones biológicas para la adaptación de una especie vegetal al hostil entorno, de frío extremo y radiación electromagnética perjudicial.

Así, Dyson propone que las hojas y la corteza de los árboles diseñados a tal efecto deberían ser opacas a la radiación ultravioleta, para evitar los daños a nivel celular y cromosómico que ocurrirían por una cantidad excesiva de mutaciones debido a la continua exposición a la elevada energía de los fotones de esa radiación, producidos en abundancia por el Sol y que en el caso de la Tierra son mitigados por la capa de ozono estratosférico de la atmósfera, inexistente en un cometa. Simultáneamente, esos mismos árboles deberían ser transparentes a la radiación de luz visible (menos energética), con el objeto de procurar que esta alcance en forma eficiente a los organelos donde se realiza la vital fotosíntesis, proceso que permite a la planta obtener la energía requerida por el metabolismo y completar su ciclo vital. 

Comet Trees, por Jon Lomberg (n. 1948). Representación artística de varios árboles de Dyson en torno a Saturno.

A este requerimiento Dyson suma el hecho de que la emisión de radiación en el espectro del infrarrojo (radiación térmica) por parte de las células del árbol tiene que ser lo más baja posible, minimizando la pérdida de calor del organismo ante el desafío que implica el viaje del cometa por las heladas profundidades del Sistema Solar en una parte significativa de su órbita periódica elíptica. En la opinión del científico americano, un árbol con estas características podría germinar, echar raíces y crecer en la superficie de un cometa con la condición de que su afelio (el punto más lejano de su órbita elíptica) no se encuentre mucho más allá de la órbita de Saturno, ya que a mayores distancias, debido a la ley del inverso del cuadrado de la distancia, la cantidad de energía que puede aportar el Sol al cometa es muy pequeña.

Dyson va más allá y establece que la ingeniería genética permitiría construir en las hojas del árbol unas estructuras orgánicas con la forma de espejo parabólico que reflejasen la luz hacia el foco de la misma, donde se ubicarían los organelos de la fotosíntesis, disposición adecuada para contrarrestar el gran frío presente. Tales hojas contarían además con un sistema mecánico programado de control por fototropismo positivo para seguir al Sol en el movimiento relativo correspondiente desde el cometa (como en el girasol terrestre, Helianthus annuus), incrementando la eficiencia energética, alegando que múltiples plantas terrestres poseen estructuras aun más complejas que las señaladas.

Continuando con sus premisas de diseño genético fitológico, Dyson propone que las ramas de estos árboles no deberían congelarse, para lo cual se requeriría una corteza con alto aislamiento térmico que evite la pérdida del calor metabólico. Las raíces se introducirían en el suelo del cometa, cuya composición podría incluir los nutrientes usualmente requeridos, dada la naturaleza conocida de los cometas, ricos en sustancias orgánicas. Esta acción además actuaría como anticongelante, lo que permitiría al vegetal adquirir los nutrientes en la forma usual por absorción. Dyson tambien propone la idea asertiva de aprovechar el oxígeno generado como subproducto en la fotosíntesis por parte del organismo, de manera que este no se vierta como desecho de la planta al vacío, como hacen las plantas en la Tierra hacia el aire, pues se perdería, sino que sea conducido y almacenado en las raíces, de forma similar a como hacen los tubérculos en ciertas plantas de la Tierra, a los fines de almacenar energía para uso posterior. 

Este oxígeno almacenado podría entonces ser recuperado por el Hombre para su utilización en múltiples aplicaciones, que podrían incluir la respiración o como oxidante para la combustión. El visionario Dyson establece que, dado que la gravedad de superficie en el cometa es muy baja debido su pequeño tamaño y masa, el árbol no tendría un límite físico pequeño para su crecimiento, sino que podría crecer significativamente hasta una longitud de varios kilómetros, posiblemente mucho mayor que el tamaño del mismo cometa, ofreciendo una superficie con un voluminoso y denso recubrimiento de hojas mediante el cual podrá recolectar suficiente energía lumínica del Sol y ejecutar sus procesos vitales. De esta manera, al establecer árboles o plantas en la superficie de un cometa, se dispondrá de un nivel fundamental de soporte vital para la posible incorporación de seres humanos al mismo, con miras a un viaje a través de los confines del Sistema Solar, de larga duración, facilitando la colonización espacial.

Los astrónomos franceses Véron (1939–2014) y Ribes (n. 1940) describen esta iniciativa de Dyson en su obra de 1979 Los cometas de la antigüedad a la era espacial, advirtiendo al lector de que seguramente le parecerá una fantasía descabellada, pero añaden que aun los sueños más locos pueden hacerse realidad con tal de que no se violen las leyes de la física.

En este sentido, se puede añadir que dado el tiempo transcurrido desde que Dyson hiciera su propuesta y el explosivo incremento de capacidades de la ingeniería genética, la cual contempla actualmente la posibilidad de editar y controlar la expresión de los genes, ocurre que la propuesta de Dyson, que en efecto parecía inicialmente "descabellada" ya no lo sea tanto, y que un escenario de domesticación de un cometa o "melenudo rebelde" pudiera pasar de la ciencia ficción dura al terreno de lo plausible en un futuro no muy lejano. 

Es estimulante pensar en ello, ya que sabemos que la Humanidad tiene el tiempo contado y con el reloj corriendo. Hace un poco menos de 600 millones de años se produjo la Explosión Cámbrica, un evento relativamente breve en la historia biológica que dio origen a la vida multicelular superior que conocemos, emergiendo una gran cantidad de diferentes linajes filogenéticos nuevos (radiación evolutiva). Casualmente, los astrofísicos indican que se tienen aproximadamente otros 600 millones de años de tiempo a partir de ahora hasta que ocurran los inevitables cambios en el Sol que implicarán la continuación de su natural camino evolutivo estelar desde una estrella dócil y estable situada en el llamado régimen de la peculiar banda de la secuencia principal (en el diagrama cartesiano de Hertzsprung-Russell de luminosidad versus color espectral), en donde se produce la fusión nuclear del hidrógeno hasta que, una vez que comience a agotarse este, la estrella empiece a contraerse, lo que hará que aumente su temperatura y se inicie el proceso de fusión de helio, lo que implicará un significativo incremento del tamaño de la estrella y de su luminosidad, convertiéndose gradualmente en una gigante roja, cuya luz será ahora más roja por el cambio de sus características espectrales debido a la disminución de la temperatura superficial, ocasionada por la gran expansión de la estrella, siendo ambos eventos muy perjudiciales y seguramente devastadores para la vida en la Tierra cuando se alcance el umbral de temperatura correspondiente al punto de ebullición del agua de los océanos. 

De esta manera, la Humanidad o sus especies descendientes deberán abordar pronto con el mayor interés la necesidad de abandonar la Tierra, y el escenario propuesto por Dyson de someter a los melenudos cometas debería considerarse en detalle. Podemos entonces decir de que la vida está actualmente "a media vida", al menos en la Tierra y tal como la conocemos. Otra historia podría contarse si se considera la hipótesis de la vida en la oscuridad del físico americano Paul Davis (n. 1946), que plantea la posible existencia de una significativa biosfera oculta en el interior de la Tierra.

Paul Davis en 2016. Fotografía de Christopher Michel.

Podemos entonces sonreír y no considerar ya tan disparatada la presencia de los tres árboles baobab (género Adansonia), los cuales representan los malos hábitos y problemas en el muy diminuto asteroide B-612 de la obra de ficción El Principito del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry (1900–1944), en la que el tamaño del asteroide era "un poco más grande que una casa", según el personaje aviador de la obra.

Baobabs, Adansonia digitata. Parque Nacional Tarangire, Tanzania. 2008. Fotografía de Yoki.

En este ámbito de analogías ficticias es justo traer a colación la extraña simbiosis existente entre el imperturbable y estacionario perezoso de tres dedos (familia Bradypus, género Bradypodidae) y ciertas especies de polillas y algas. La polilla vive en el pelaje denso del animal; este desciende una vez al día al suelo para evacuar y las polillas depositan sus huevos en las heces, de las cuales emergen larvas que al llegar a la edad adulta se instalarán nuevamente en el pelo del perezoso. La gran cantidad de polillas muertas en la piel se descomponen liberando nitrógeno y actúan como fertilizante para las algas, de manera que el animal se convierte en un complejo ecosistema completamente recubierto de una capa significativa de algas. Aunque obviamente el perezoso no es un mineral y el alga no es una planta, con un poco de imaginación y licencia para la analogía puede apreciarse cierto paralelismo con la noción del árbol de Dyson y el cometa comentado.

Perezoso tridáctilo, Bradypus variegatus. Lago Gatún, Panamá. 2013. Fotografía de Stefan Laube.

El Hombre entonces viajará al espacio para conquistarlo, portando consigo sus brillo y sus miserias, como siempre ha sido el viaje de Descubrimiento y Colonización, llevando Dios, Luz y Nombre a cualquier rincón del Sistema Solar, estando estimulado por la premisa de su misión, como bien la estableciera el influyente físico y divulgador científico Carl Sagan (1934–1996), quien dijese:

"Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos la forma en la que el Universo se piensa a sí mismo".

Carl Sagan. Fotografía de la Planetary Society, 1980.

Siendo también oportuno señalar la reflexión del físico inglés Stephen Hawking (1942–2018): 

"La Tierra es la cuna del Hombre, pero el Hombre no puede vivir para siempre en la cuna". 

Stephen Hawking, circa 1980. Fuente: NASA, StarChild Learning Center.

Suerte pues se  les desea a los futuros exploradores, nuestros descendientes, humanos o post humanos, quienes viajarán con la conocida premisa establecida en este planeta en la Antigüedad por Virgilio (70 a.C.–19 a.C), en el verso 284 del libro X de su Eneida:

"La fortuna sonríe a los audaces".

Busto de Publio Virgilio. Autor desconocido. Parque Virgiliano, Nápoles. Fotografía de Armando Mancini, 2011.


Fabián Robledo Upegui.

Julio 2021.


Comentarios

  1. Excelente vision futurista que da luces y expresa posibilidades de supervivencia para la Humanidad, posteriores a la vida en la Tierra.

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  2. Un árbol como domo d la existencia yendo por las ramas en un cometa d larga cabellera al espacio.

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