Hiroshima: ¿La Bomba Atómica salvó vidas?
Nube de hongo de la explosión de la primera bomba atómica lanzada sobre Hiroshima el 06/08/1945. Fuente: Wikimedia Commons a través de la Administración Nacional de Archivos y Registros de los EE.UU. Fotografía de autor desconocido.
Hiroshima: ¿La Bomba Atómica salvó vidas?
En el amanecer del 6 de agosto de 1945 un bombardero americano Boeing B-29 Superfortress, bautizado como Enola Gay y comandado por el coronel Paul Tibbets, sobrevoló la ciudad japonesa de Hiroshima y dejó caer una única bomba muy especial. El ingenio, denominado Little Boy, fue la primera bomba atómica utilizada en ataque y desató el infierno en esa ciudad con pérdida de decenas de miles de vidas.
Tripulación del bombardero Boeing B-29 Enola Gay responsable del bombardeo atómico de la ciudad de Hiroshima. En el centro está el comandante del avión, Paul Tibbets (1915-2007). Fotografía de autor desconocido.
Réplica de la bomba atómica Little Boy construida en la posguerra. Esta fue la primera fotografía de la bomba Little Boy en ser liberada por el gobierno de los Estados Unidos, siendo desclasificada en 1960. Fotografía de autor desconocido. La bomba Little Boy, de 4400 kg de masa, tenía una potencia explosiva de 16 kilotones, debida a sus 64 kg de explosivo a base de uranio 235.
Al cumplirse hoy 6 de agosto un nuevo aniversario del lanzamiento de la primera bomba atómica, esta es una ocasión oportuna para replantearse un tema siempre polémico. A continuación describiremos los pros y contras de la decisión de emplear tan temible armamento, cómo se vieron las cosas en el momento y después, ya en la posguerra.
1.- La necesidad de la Bomba Atómica.
Cuando se utilizó la bomba atómica y Japón anunció su rendición enseguida, se consideró que la bomba fue el instrumento salvador que convenció a los japoneses de que su orgullosa, fanática y letal resistencia ya no tenía sentido, dándoles una honorable excusa para capitular. Ello evitó la continuación de la guerra y el baño de sangre que se hubiera dado en un desembarco norteamericano en Japón.
Las enormes bajas americanas en la batalla de Iwo Jima, las terribles pérdidas en Okinawa (incluyendo al comandante del Ejército Simon Bolivar Buckner Jr.), el exterminio de las guarniciones japonesas, con multitud de suicidios de civiles, y la ferocidad y el volumen de los ataques de pilotos suicidas kamikazes, fueron ejemplos de que el pueblo japonés se inmolaría totalmente en defensa del honor de su Emperador y que la Bomba permitió a este convencer a los reacios jefes militares de que se rindieran. Sobre todo, para los americanos estaba claro que las pérdidas que estos esperaban tener eran de 100 mil a 500 mil vidas, muchísimas más de las que las bombas acabaron en Japón.
La lucha desesperada que durante treinta años más libraron soldados japoneses que no se enteraron de la rendición, abandonados todo ese tiempo en el Pacífico, reforzó esa convicción. La guerra hubiera durado años y años, con millones de muertos…
2.- Cambio de paradigmas y valoración.
Con el tiempo, ya en la posguerra, el mundo se hizo más crítico. Las consideraciones humanas y económicas comenzaron a pesar más que las militares o patrióticas. El pragmatismo militar fue reemplazado por una creciente conciencia moral y el desbordante deseo de cuestionar y reescribir la Historia para rebajar sólidas reputaciones o elevar el nivel de la víctimas a un lugar predominante. El ambiente contestatario de los años sesenta y setenta del siglo XX animó a los críticos a aplicar un esfuerzo por demostrar que la barbarie atómica no había sido necesaria.
3.- ¿Japón estaba derrotado? ¿Qué opciones tenía?
Viendo las cosas a posteriori, la respuesta a estas dos preguntas es "sí", definitivamente. No obstante, hay niveles de derrota y de victoria. Japón no podía ganar, pero su plan era hacer tan costosa la victoria Aliada que obligara a los vencedores a abandonar la idea de exigir una "rendición incondicional" del Japón, y lograr en negociación con los EE.UU. el cumplimiento de las siguientes condiciones:
- Mantener el sistema imperial y la dinastía.
- No juzgar ni tocar al Emperador Hirohito.
- No ocupar militarmente Japón.
- No ceder ninguna provincia o posesión de las que tenía Japón antes de la Guerra.
- No ceder todas las conquistas que había logrado en la guerra, que retenía aún en su mayoría.
Teniendo en cuenta que Japón logró las dos primeras condiciones de la lista anterior aun con la derrota total tras las bombas atómicas, se entiende que no era tan imposible conseguir un par más con una adecuada resistencia militar.
Emperador Hirohito del Japón, con oficiales de la Marina Imperial Japonesa, a bordo del acorazado Musashi en la Base Naval de Yokosuka, el 24/06/1943. Autor: せたがやアバント.
4.- Razones para considerar que Japón estaba derrotado y que la bomba era innecesaria.
En 1945 la guerra llevaba estando en contra de Japón desde hacía tres años, la flota había sido destruida en colosales batallas navales e inexorablemente cazada en los puertos y rutas de comunicación, y la flota mercante fue igualmente hundida por los submarinos norteamericanos. Ello condenaba a la inanición a las guarniciones japonesas de multitud de islas que los Aliados dejaron atrás en su avance por el Pacífico.
La aviación japonesa había sido aniquilada y las nuevas tripulaciones aéreas no tenían entrenamiento adecuado, obligando a usar a los reclutas en operaciones suicidas de cada vez menor efectividad. El suministro de combustible estaba cortado, aislando a Japón de sus fuentes de petróleo en Indonesia sin tener modo de abastecerse. Los bombardeos americanos pulverizaban una a una las ciudades japonesas, arrasando fábricas y ocasionando crecientes pérdidas de vidas de trabajadores especializados, socavando la moral civil. La producción se vino abajo y en el bombardeo (convencional, con bombas de hierro e incendiarias) sobre la ciudad capital de Tokio hubo más muertos civiles que los fallecidos en Hiroshima debido a la bomba atómica.
En Filipinas el ejército japonés estaba siendo derrotado claramente, como lo había sido en Nueva Guinea, y como lo estaba siendo también por los ingleses en Birmania. La Flota Aliada se paseaba impunemente por las costas japonesas bombardeando con sus cañones las playas y defensas costeras. El cielo pertenecía asimismo a las fuerzas aéreas de los EE.UU.
Los mandos de la Marina Japonesa estaban convencidos de la derrota, y los ministros civiles abogaban vigorosamente por la rendición para salvar el país de la destrucción. El belicoso General Tōjō, Primer Ministro, había sido destituido en junio de 1944 y sus sucesores, de la Marina, estaban más dispuestos a aceptar las negociaciones tomando partido por la paz, y habían convenido en sondear a los Aliados a través de la Union Soviética, pues esperaban que esta, aún neutral, sirviera de mediador.
Además, la gran reserva japonesa, el ejército en China, fue destruida fácilmente cuando la Unión Soviética atacó, con lo que se demostró que no había resistencia posible. Considerando todas esas premisas, se condenaría el lanzamiento de la bomba atómica como una innecesaria matanza, porque ya Japón estaba por rendirse, y se asume que el Presidente de los EE.UU. Harry S. Truman lanzó la bomba más para intimidar a los circunstanciales aliados soviéticos que para vencer a los ya derrotados enemigos japoneses.
Hongo nuclear de la explosión de la bomba atómica de Hiroshima. Fotografía descubierta en el Museo de la Paz de la Escuela Primaria de Honkawa en 2013. Se presume que fue tomada cerca de 30 minutos después de la detonación a unos 10 km al este del hipocentro. Fotografía de autor desconocido.
5.- El punto de vista del Ejército Japonés.
El Consejo Supremo para la dirección de la Guerra, máximo órgano del poder japonés, estaba formado por los Ministros de Guerra y de Marina, los Jefes de los Estados Mayores del Ejército y de la Marina, el Primer Ministro y el Ministro del Exterior. La composición de este Consejo incluía a dos miembros del Ejército, dos de la Marina y dos civiles, uno de ellos siendo personal marino en condición de retiro. Sin embargo, el Ejército venía dominando la política de Japón desde los años veinte, persiguiendo implacablemente a todos sus opositores y siendo el autor principal de la política de expansión, de la guerra con China y del ataque a Estados Unidos e Inglaterra. Ello intimidaba a los marinos y civiles. Los jefes del Ejército alegaban que la derrotada en esta guerra era la Marina, que todas las batallas las había perdido ella y que las derrotas del Ejército se habían debido a la incapacidad de la Marina para suministrar refuerzos o trasladar al Ejército a su destino.
El enorme ejército japonés en China venía cosechando triunfos desde los años treinta, y tan solo en el año anterior (1944) había avanzado centenares de kilómetros tras lanzar una gigantesca ofensiva, destruyendo las bases americanas de China desde las cuales se bombardeaba Japón. El Mariscal Hata, vencedor, fue trasladado a Japón con tropas de primera para defender la metrópoli. Estableció su base en Hiroshima.
Mariscal de Campo Shunroku Hata (1879-1962), Comandante del Ejército Japonés en Hiroshima. Fotografía de autor desconocido.
El Mariscal Sugiyama, antiguo Jefe del Estado Mayor del Ejército al inicio de la Guerra, asumió el mando del Ejército Japonés en Tokio. Sugiyama y Hata prepararon el grandioso plan de defensa de Japón ante la invasión, que incluía los siguientes elementos y acciones:
- Bombarderos de gran alcance, cuidadosamente protegidos hasta el momento, con su precioso combustible, atacarían a la flota de invasión que se aproximara. Con más de 5000 aparatos, esperaban saturar la defensas aliadas y diezmar sus fuerzas.
- 5000 aviones kamikazes saldrían a atacar, estrellándose a los barcos en lo que aparecieran en el horizonte. Serían tantos que las defensas colapsarían. Si un puñado de ellos había logrado grandes resultados en Filipinas, Formosa y Okinawa, miles de ellos tendrían un éxito formidable.
- 3000 lanchas suicidas y torpedos humanos kaiten se lanzarían contra las lanchas de desembarco y ocasionarían un caos total en las playas.
- Las unidades de tanques del Ejército atacarían a los americanos que lograsen desembarcar, y los echarían al mar. Las tropas de élite de China habían sido traídas para la gran batalla en el suelo patrio.
Mariscal de Campo Hajime Sugiyama (1880-1945), Comandante del Primer Ejército General de Japón, responsable de la defensa metropolitana. Fotografía de autor desconocido.
Hata y Sugiyama habían reunido un ejército de más de 2500000 soldados profesionales, a los que se sumaban 26 millones de reservistas. Todo el pueblo japonés esperaba tenso el momento de la verdad, en el que todos podrían demostrar su lealtad y morir por el Emperador.
No eran esos los únicos elementos que manejaba el Ministro de Guerra Anami, tan duro como había sido Tōjō. En China quedaban varios millones de soldados victoriosos. En Filipinas el General Yamashita resistía con empeño la invasión americana. Más al sur el Mariscal Terauchi controlaba firmemente Indonesia, había invadido la Indochina Francesa y mantenía bajo su férreo puño a Tailandia, donde esperaba contener a los ingleses victoriosos en Birmania.
Bandera del Sol Naciente, de la Armada Imperial Japonesa, empleada desde 1889 hasta 1945. Relación de aspecto 2:3. Autor desconocido.
Anami contaba además con la tecnología, planos y piezas que Alemania había enviado en submarino a Japón, y aunque Alemania se había rendido, esperaban que el submarino llegara. Allí viajaban centenares de kilos de uranio enriquecido destinados al proyecto atómico japonés, planos de aviones reactores y cohetes que Japón esperaba reproducir a la brevedad.
De hecho, ya Japón había hecho su versión del avión cohete Messerschmitt Me 163, el Mitsubishi J8M Shūsui, y la Compañía Aeronáutica Nakajima reprodujo el modernísimo reactor Messerschmitt Me 262. Con esto Japón tenía la esperanza de recuperar el control del cielo.
Korechika Anami (1887-1945), General del Ejército Imperial Japonés y Ministro de Guerra durante el último período del conflicto. Fotografía de autor desconocido.
Para los japoneses la batalla de Iwo Jima había sido un éxito. Aunque la guarnición japonesa pereció allí toda, ocasionó más bajas a los americanos que las propias. En Okinawa habían mantenido elevadas cifras de bajas aliadas, incluyendo al único Jefe de Ejército americano muerto en acción en la guerra, Simon Bolivar Buckner Jr., cuya familia llevaba reverenciando al Libertador desde antes de la Guerra Civil americana. Conocedor de la sensibilidad de la opinión pública yanqui, Anami esperaba que las listas de bajas americanas obligaran al Congreso de los EE.UU. a detener la matanza, concediendo a Japón condiciones favorables.
Simon Bolivar Buckner Jr. (1886-1945). Teniente General del Ejército de los Estados Unidos. Fuente: Ejército de los Estados Unidos. Fotografía de autor desconocido.
Anami, Sugiyama y Hata jamás permitirían a los débiles civiles y a los incompetentes marinos que humillaran al Emperador con una rendición. Estaban convencidos de ganar en el Gran Armagedón que se produciría en la bahía de Tokio. Sabían que los americanos vendrían con 25 portaviones, 20 acorazados, 500000 hombres y 10000 aviones, pero ello les alentaba. El vigor moral de Japón resistiría la pérdidas. ¡El de los norteamericanos no!, afirmaban. No se rendirían jamás, y jamás dejarían que su pueblo lo hiciera.
6.- El fatalismo japonés, la actitud popular y valoración final.
Se ha pintado al pueblo japonés en la Segunda Guerra Mundial como belicoso y fanático, con impulsos suicidas espontáneos, llevados a la muerte aterrorizados por sus jefes. Ello no fue así. La característica principal del pueblo japonés era un profundo y extraordinariamente arraigado sentido del deber.
La obediencia al Gobierno y la devoción al Emperador eran un estado de vida natural y absolutamente aceptado. Habían celebrado las grandes victorias que por años les brindaron y sabían que habría que pagar el precio. Lloraban a sus muertos civiles y militares pero, ante todo, el sentido de dignidad y honor los llevaba a honrar el sacrificio y considerarlo como el natural epílogo de la vida. Jamás faltaron voluntarios para las misiones suicidas, nadie desertaba o eludía el servicio. Muchos veían la guerra como perdida, pero su inmolación era una prueba de amor por sus familias, por sus aldeas, por su país, por su Emperador y dios. Ninguno quería morir, pero ninguno esquivaba una muerte que proporcionaría un día más a la gente que amaban. El deber y la obediencia, más que cualquier otra cosa, explican la formidable resistencia de Japón, y también la facilidad con la que luego aceptó la ocupación y la colaboración con las autoridades norteamericanas.
Tras la guerra, miles de soldados japoneses quedaron abandonados en islas y por años se les buscó y llevó a Japón. Mientras tanto sobrevivieron como pudieron, en condiciones terribles, luchando una guerra terminada hace años sin que ninguno pensara en entregarse o rendirse, esperando el regreso de la Flota Imperial.
El caso más famoso es el del Teniente Hirō Onoda, que continuó luchando en Lubang, Filipinas, por casi treinta años, esperando los refuerzos que nunca llegaron. El grupo de Onoda se fue reduciendo con los años y al final solo quedó él. Localizado y cercado por los filipinos y americanos, se negó a creer que Japón se hubiera rendido. Para él era imposible mientras quedara un soldado con vida, y solo se rendiría si su oficial superior se lo ordenaba. Afortunadamente las autoridades encontraron al octogenario oficial, que demoró horas en convencer a Onoda quien, casi treinta años después, entregó su sable al Presidente de Filipinas y se rindió. ¡Y no fue el último soldado japonés en esa condición!
Hirō Onoda (1922-2014). Teniente del Ejército Imperial Japonés, circa 1944. Fuente: www.wanpela.com. Fotografía de autor desconocido.
Hirō Onoda (a la derecha,) ofrece su espada militar al Presidente de Filipinas Ferdinand Marcos (a la izquierda) el día de su rendición, ocurrida el 11/03/1974, 29 años después de la rendición de Japón que dio fin oficial a la Segunda Guerra Mundial. Fuente: www.gov.ph. Autor: Malacañang Palace.
Una prueba del indomable espíritu del pueblo japonés, que aceptaría todos los sacrificios por su país y Emperador. Solo la bomba atómica le dio fuerza y valor a Hirohito para enfrentar a Anami y lograr, tras la segunda bomba lanzada el 09/08/1945 en Nagasaki, que en decisión dividida el Consejo aceptara su deseo de paz y rendición.
El Presidente Harry S. Truman en la Oficina Oval, anunciando la rendición del Japón ante oficiales y periodistas, el 14/08/1945. Fuente: Administración Nacional de Archivos y Registros. Oficina de Bibliotecas Presidenciales. Biblioteca Presidencial de Harry S. Truman. Fotografía de autor desconocido.
Aun así hubo un intento de golpe de Estado por parte de oficiales del Ejército. Anami sofocó el golpe, pero luego se encerró y se dio muerte realizando el terrible ritual de los samuráis, el seppuku. Sugiyama también se suicidó. Hata sobrevivió a la explosión de Hiroshima y fue condenado a cadena perpetua tras la guerra, siendo liberado años después. Falleció con más de 90 años.
El Emperador como comandante del Cuartel General Imperial el 29/04/1943. Fuente: Autor desconocido.
La bomba atómica fue una tragedia, pero resultó la alternativa menos costosa en vidas humanas. Cuando el Presidente Truman ordenó utilizarla, dio a los japoneses la excusa moral para aceptar lo inaceptable y soportar lo insoportable. Sin ella, Hirohito no habría podido imponerse, y Japón hubiera luchado hasta el final, hasta siempre…
Adrián Robledo Upegui.
Agosto, 2021.
Excelente reportaje, concentrado, sin desperdicio, narrando la historia para todos los niveles, fácil y muy entretenida.
ResponderEliminarExcelente Adrian, te felicito por tu artículo, muy bueno. Deberías hacer un libro con tus conocimientos sobre la segunda guerra mundial.
ResponderEliminarUn expositor de lujo en la USB!!! Un gran abrazo Adrián.
ResponderEliminarComo siempre haces un análisis resumido y a la vez muy completo sobre episodios importantes de la historia y sus guerras. Felicitaciones Adrian
ResponderEliminarSublime, desconocía que gracias al Teniente Onoda la guerra oficialmente terminó 29 años después, y coincido que efectivamente Japón habría luchado hasta el final si no es por la decisión del presidente Truman de lanzar la bomba.
ResponderEliminarFelicitaciones por el post Adrián.
Realmente interesante recordar esta parte de la historia que de alguna forma tenemos una vaga cultura..... Lo felicito Sr. Robledo por esa ilustración personalizada que nos adentra en esos temas de cultura internacional haciendolo un historiador de lujo..... Tiene mucha materia como escritor, saquele provecho.... Mucho éxito!!!
ResponderEliminarHistoria en síntesis, felicitaciones Sr Adrián, como siempre excelente.
ResponderEliminarGenial lo del teniente Onoda.... Impecable como siempre Adrian Robledo
ResponderEliminarExcelente artículo sumamente explícito, gracias adrian por compartir tus conocimientos
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