Guerra de las Malvinas: A 40 años de las hostilidades en el Atlántico Sur
GUERRA DE LAS MALVINAS: A 40 AÑOS DE LAS HOSTILIDADES EN EL ATLÁNTICO SUR
INTRODUCCIÓN
En el presente artículo, titulado GUERRA DE LAS MALVINAS: A 40 AÑOS DE LAS HOSTILIDADES EN EL ATLÁNTICO SUR, el autor realiza una aproximación multidimensional con el objetivo de analizar las causas, el desarrollo y las consecuencias geopolíticas de la última guerra ocurrida entre países de América y Europa, un breve pero cruento e influyente conflicto bélico que emergió en 1982, y cuyas cicatrices todavía no se cierran.
El mismo se realiza con motivo de cumplirse cuatro décadas
transcurridas desde entonces, sobre el evento que empezara con la sorpresiva y
efectiva invasión Argentina de las Islas Malvinas en la Operación Rosario, seguida de la organización y el desplazamiento
de una colosal flota para la Fuerza de Tareas británica, enviada al Atlántico
Sur con el objetivo de recuperarlas, y que continuara con las posteriores
escaramuzas militares que culminarían con un enfrentamiento total entra ambas
naciones occidentales, en el marco de la tensión internacional que implicaba la
Guerra Fría, y agravada la situación por los severísimos problemas sociales y
económicos que afrontaban los gobiernos de turno de los países beligerantes.
Una historia amplia sobre un conflicto que implicó
el empleo de todo el arsenal militar, tecnológico y de inteligencia entre dos
potencias, con guerra aeronaval y terrestre, en donde se presentaron eventos de
extremo valor humano y ocurrieron costosos errores, en el marco de la lucha nacionalista,
y donde la noción humana de combatir por lo que se cree justo volvió a cobrar
valor para los ejércitos modernos, brindando lecciones que volverían a ser
aprendidas, y que tienen plena vigencia cuando se observan las actual situación
que se vive en Europa ante la invasión de Rusia en Ucrania.
PRIMERA PARTE
LAS MALVINAS: EL CONFLICTO POLÍTICO
I.1. ORÍGENES DEL CONFLICTO TERRITORIAL
Durante trescientos años, España mantuvo una casi permanente guerra con Inglaterra. Esta se tradujo en la conquista, por parte de los ingleses, de múltiples islas en los mares que rodean la América Hispana. Inglaterra ocupó, y mantuvo, a Jamaica, las Islas Bermudas, las Caimán, las Bahamas e incluso, realizó incursiones en tierra firme, que originaron la Guayana Inglesa y Belice. Ciertos casos, como Trinidad, fueron objeto de sucesivos cambios de soberanía, dependiendo de sí a España le iba mejor o peor en dichas guerras. Otros países participaron de igual modo en estos conflictos: Francia se apoderó de Martinica, Haití y la Guayana Francesa; Holanda se apropió de Curazao, Aruba, Saba y el Surinam, e incluso Dinamarca se adueñó de las Islas Vírgenes.
La primera referencia histórica sobre las Islas Malvinas la obtenemos en 1520, del célebre viaje de Fernando de Magallanes, cuando el buque San Antonio, que desertó de su expedición al Sur, reportó su ubicación, aunque no desembarcó en ellas, apareciendo en los mapas españoles como Islas de San Antón. Posteriormente, las islas son descubiertas y reivindicadas por Inglaterra durante las expediciones efectuadas para descubrir el paso entre los océanos Pacífico y Atlántico, a cargo de sir Francis Drake y de Richard Hawkins. En 1675 el inglés Antonio de la Roca descubre las Islas Georgias del Sur, y en 1775 James Cook descubre las Islas Sándwich del Sur.
Su extraordinaria lejanía y el pésimo clima convertían a todas estas islas en un territorio inútil para la explotación económica, y solo con valor de prestigio o de base de operaciones. En 1764, Louis de Bougainville arriba a las islas con colonizadores franceses. Francia estableció una colonia en la Isla Oriental y le dio el nombre de Malouines, por ser los colonos navegantes y comerciantes oriundos de Saint-Malo, ciudad francesa ubicada en la región de Bretaña, a la que se le rindió homenaje.
Los ingleses establecieron una colonia en la Isla Occidental. España logró que Francia le cediera su parte pocos años después, estableciendo su soberanía. De inmediato, España reclamó la Isla Occidental, e incluso envió una flotilla desde Buenos Aires a bombardear las posiciones británicas en 1770. Sin embargo, los ingleses lograron rechazar a los hispanos. Durante más de 50 años ambas poblaciones coexistieron, ignorándose mutuamente. No obstante, España siempre reivindicó la Isla Occidental, permanentemente en manos inglesas.
En 1816 la Argentina accedió a su independencia. Como la mayoría de los países latinoamericanos, se adhirió al principio legal de acción del uti possidetis iuris del Derecho Internacional Público, base jurídica para mantener, tras la Independencia, los mismos límites territoriales de las antiguas colonias españolas. Como tal, la Argentina aspiró retener la jurisdicción sobre todos los territorios que en su día constituyó el antiguo Virreinato del Río de La Plata, lo que la llevó también a pretender retener soberanía sobre el Uruguay y Chile, diferendo que se solventó tras serios conflictos con ambos países.
Argentina heredó entonces los derechos de España sobre la Isla Occidental. En 1829 nombra a Luis Vernet Gobernador de las Islas, quien al llegar decreta la prohibición de pesca en toda la zona, con la intención de expulsar a los ingleses. Estos protestan, pero no actúan.
En 1831 Vernet detiene un barco norteamericano, la goleta Breakwater, por pescar en la zona. Estados Unidos acusó a las autoridades argentinas de piratería y otros crímenes contra la navegación, enviando a la fragata USS Lexington a liberar a los apresados, y bombardeó a las edificaciones construidas por Vernet. Ante estos hechos, en 1833 el capitán inglés John J. Onslow, con una flotilla integrada por las corbetas HMS Clio y HMS Tyne, bombardea a los argentinos, obteniendo la rendición de la colonia, embarcando a todos sus integrantes y expulsándolos hacia el continente. Inglaterra se justificó aludiendo a la supuesta manipulación del faro de las islas, por parte de los sucesores de Vernet, para ocasionar accidentes y cometer piratería.
Durante los siguientes 150 años flameó sobre las islas la bandera británica, desarrollándose una pobre economía de pastos y ovejas, y una población de descendientes de ingleses denominados kelpers. En Argentina el término kelpers es de uso frecuente, pero se considera peyorativo en las islas por sus matices negativos. En idioma inglés los isleños se llaman Falkland Islanders o Falklanders.
Inglaterra construyó una base naval, que fue utilizada para asegurar las comunicaciones entre ambos océanos y, sobre todo, como depósito de carbón para sus barcos.
En 1914, en plena I Guerra Mundial, las islas fueron atacadas por la Escuadra de Asia Oriental de la Marina Imperial Alemana. La violenta batalla naval terminó con la destrucción de la flota alemana al acudir, en ayuda de los ingleses, varios de los mejores barcos de Inglaterra. Ello consolidó el interés militar de Inglaterra en conservar a toda costa este puesto. En los años treinta del siglo XX, el crecimiento de la Flota Combinada japonesa hizo que Inglaterra considerara fundamental mantenerlo.
En 1945, al fundarse las Naciones Unidas, Argentina hizo constar su reserva, manteniendo su disputa por la soberanía sobre las Malvinas, llamadas por los ingleses Falklands.
A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial (1945), la fuerza militar de Inglaterra entró en declive. La poderosa Flota que dominó los mares por trescientos años fue en su mayoría vendida o desarmada. Inglaterra desmontó la mayor parte de las instalaciones militares de las islas y redujo a solo un patrullero la escolta del archipiélago, el HMS Endurance. El grueso de la Flota se concentró en las Islas Británicas, atento a la amenaza de la Unión Soviética en el contexto de la nueva Guerra Fría. Por su parte, Argentina mantuvo siempre su reclamo ante todas las instancias, aspirando recuperar su soberanía en las islas.
I.2. LA PRESIÓN INTERNA EN AMBOS PAÍSES
En 1976, Argentina fue sacudida por un violento golpe militar, que derrocó al gobierno de la Presidente Isabel de Perón, viuda del caudillo argentino Juan Domingo Perón, fallecido en 1974. Las Fuerzas Armadas asumieron el poder con una Junta Militar, liderada por el Ejército a través del general Rafael Videla. A diferencia de otras oportunidades, el Golpe no fue fácil ni limpio. Argentina se vio sacudida por una gran insurrección y guerrilla, que sumada a una terrible represión ensangrentó al país con más de treinta mil muertos. En este ambiente de guerra civil, en 1981, el general Videla fue sustituido por el general Viola, pero este pronto se vio obligado a renunciar por las enormes presiones, no solamente políticas, generadas por la ruina financiera del país. La receta económica empleada por el Gobierno Militar llevó a la Argentina al más total caos financiero de su historia. El costo social fue inmenso, razón por la que el clamor popular contra un gobierno represor e ineficiente fue en aumento.
La llegada al poder del general Leopoldo Galtieri en 1981 fue una jugada de las Fuerzas Armadas para cambiar su imagen. Galtieri no estuvo directamente involucrado en los peores momentos de la represión, por lo que daba una imagen más limpia. Sin embargo, la población no soportaba más al Gobierno Militar, y los desórdenes, marchas y motines expresaban el exasperado rechazo del pueblo al Gobierno.
El Gobierno Militar estaba conformado además por el almirante Jorge Anaya como representante de la Armada, y el general Basilio Lami Dozo por la Fuerza Aérea. Estos dos militares estaban entre los mayores defensores de la recuperación de las Malvinas por la fuerza. El almirante Anaya había dedicado su vida a defender eso ante las Fuerzas Armadas, mucho antes del Golpe, en los gobiernos anteriores, y ahora se daba la oportunidad. Con el gobierno acorralado, Galtieri necesitaba unir al pueblo con la Fuerzas Armadas. ¿Qué mejor manera de hacerlo que con un llamado nacional a la soberanía?
El Gobierno argentino se dedicó a la febril compra de armas: dos nuevos destructores lanzamisiles para la Flota (comprados en Gran Bretaña), grandes adquisiciones de aviones militares, que incluían cazas supersónicos Dassault-Breguet Mirage IIIEA/DA y los navalizados Super Étendard a Francia, y cazabombarderos diurnos IAI Dagger a Israel (una copia sin licencia del Mirage francés, construida en Israel gracias a un presunto episodio de espionaje industrial en Suiza, pero que ahora se atribuye a la cooperación francesa encubierta). Se incrementó la producción nacional del avión contra-insurgencia turbohélice FMA IA-58 Pucará, y se enviaron a repotenciar, cosa irónica a Inglaterra, los curtidos aviones de bombardeo English Electric Canberra B.62/T.64. Para abril de 1982, Argentina estaba lista: era la última jugada del Gobierno Militar para mantenerse en el poder.
¿Qué esperaban los militares? Inglaterra había entregado sin lucha la mayor parte de su Imperio Colonial. El 25 % de la superficie del planeta había sido británica. Canadá, India, Sudáfrica habían proclamado su independencia. ¿Acaso Inglaterra podía darse el lujo de luchar ahora por unas miserables islas colocadas a 16000 kilómetros de sus costas? ¿Acaso podía utilizar una flota que ya no tenía grandes portaviones sino, ante todo, equipo antisubmarino? ¡No!, Inglaterra no reaccionaría, solo haría un escándalo a nivel internacional, pero Argentina ignoraría eso. Además, toda Argentina se uniría detrás del Gobierno Militar. Valía la pena correr el riesgo.
¿Cómo estaba Inglaterra? La Gran Bretaña vivía una espantosa crisis económica. Desde 1978 la economía era una ruina, los mineros se alzaban, con gran represión sobre ellos. En Irlanda del Norte los atentados guerrilleros llegaban a su máxima expresión. Los líderes del grupo terrorista IRA inauguraban una huelga de hambre y, con su jefe Bobby Sands a la cabeza, morían de hambre 10 de ellos sin que el Gobierno cediera a sus reclamos, desatando grandes polémicas. La libra esterlina no soportaba los embates de la crisis. El presupuesto se reducía con grandes costos sociales. Inglaterra apoyó a EE. UU. en la crisis de los rehenes en Irán, y cuando fanáticos iraníes tomaron la Embajada en Londres, el Gobierno tomó la sede a sangre y fuego. El gobierno de la Dama de Hierro Margaret Thatcher, estaba bajo fuego cruzado, y en ese momento llegaba la noticia de la toma de las Falklands por los argentinos. Margaret Thatcher vio la oportunidad: al igual que Galtieri, avistó que un llamado a la soberanía uniría al pueblo británico y le haría olvidar su triste realidad presente.
Se entablaba así, sin proponérselo, una gran apuesta entre dos gobiernos impopulares. El que conservara las Islas, conservaría el Poder.
I.3. LA OCUPACIÓN ARGENTINA
El 2 de abril de 1982 las noticias recorrían el mundo. La Flota Argentina atacó por sorpresa las Islas Malvinas, y en una operación muy bien realizada, sin hacer ni un muerto entre los ingleses, las ocuparon. La fuerza de desembarco, al mando del contralmirante Carlos Büsser estaba escoltada por el portaviones ARA Veinticinco de Mayo, los destructores ARA Hércules, ARA Santísima Trinidad, ARA Comodoro Py y ARA Seguí. Además, el transporte de ataque ARA Cabo San Antonio tocó tierra, desembarcando más de 1000 infantes. Los escasos 80 hombres con los que contaba la guarnición inglesa procedieron a inutilizar las pistas, se rindieron o se internaron en los matorrales en espera de una liberación. Las fuerzas de asalto argentinas, al mando del coronel Mohamed Alí Seineldín, de futura fama golpista, tomaron rápidamente las posiciones principales. La invasión de las islas, conocida como Operación Rosario concluyó entonces con éxito. El gobernador inglés Rex Hunt fue respetuosamente tratado, pero llevado inmediatamente a Uruguay junto a sus soldados y auxiliares. Las fuerzas argentinas hicieron lo imposible para parecer amigables a los kelpers, y se apresuraron a garantizarles su forma de vida, religión y economía. No obstante, para los pobladores de las islas era amanecer bajo el mando de un gobierno militar, acusado internacionalmente de ser uno de los más criminales del globo. El Gobierno argentino nombró a uno de los más tenebrosos represores, el general Mario Benjamín Menéndez, como Gobernador Militar de las Islas.
Al día siguiente, la Marina Argentina se presentó ante el puerto de Grytviken, en la Isla Georgia del Sur, con el transporte ARA Bahía Paraíso y las corbetas ARA Granville y ARA Drummond. La guarnición inglesa estaba alerta. El patrullero HMS Endurance se retiró ante la llegada de los argentinos, pero la pequeña guarnición resistió furiosamente, obligando a la corbeta ARA Granville a cañonear duramente las posiciones inglesas. Tras averiar a la corbeta ARA Guerrico los ingleses se rindieron. Así ocupó Argentina también las Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
Las calles de Buenos Aires fueron tomadas por las masas jubilosas; Galtieri aparecía en el balcón de la Casa Rosada arengando al público como en los mejores días de Perón. La misma gente que pedía a gritos su caída una semana antes, ahora lo vitoreaba como un héroe. El pueblo argentino estaba dispuesto a perdonar todo a sus Fuerzas Armadas por esta hazaña, que los llenaba de orgullo patrio.
El Ministro de Relaciones Exteriores argentino, Nicanor Costa Méndez, inició una extensa labor de explicar al mundo los móviles y la justicia de la acción argentina ante la ONU, la OEA y cada nación sudamericana. La bandera del anticolonialismo siempre sería popular ante la ONU, y sobre todo ante los gobiernos latinoamericanos.
Argentina contaba con un portaviones, más grande y potente que cualquiera de los ingleses, un crucero pesado, gran barco de guerra lleno de cañones y el único de ambos bandos con coraza, ideal para la lucha que se avecinaba, y una gran cantidad de barcos de apoyo; así como también disponía de una numerosa Fuerza Aérea y las mejor equipadas fuerzas armadas del continente, Argentina creía ejercer suficiente disuasión a cualquier intento de recuperar las islas. Más de 15000 soldados fueron llevados rápidamente para convertir las Malvinas en una fortaleza, lo que nunca los ingleses habían hecho.
Galtieri se equivocaba. Argentina había olvidado la lección de Hitler: el enorme amor propio de los británicos.
I.4. LA REACCIÓN INGLESA
En Londres la noticia cayó como una bomba. La humillación era innegable. Una nación latinoamericana, tercermundista y para colmo, de gobierno militar, se atrevía a atacar y humillar a la poderosa tercera potencia del mundo. Ya la Gran Bretaña se veía tan débil que cualquiera podía atacarla. El ministro del Exterior, Lord Carrington, renunció, la gente pedía a gritos la caída de la Thatcher, la conmoción y el revuelo fueron enormes.
Margaret Thatcher anunció la inmediata salida de la Flota para recuperar las Islas. Toda Inglaterra abandonó sus luchas internas y se cuadró tras ella. Se gastaron más de mil millones de libras esterlinas en equipar y enviar los barcos. Se requisaron los grandes transatlánticos Canberra, Uganda y Queen Elisabeth 2 para llevar tropas o servir de barco hospital. Se llamaron a los soldados Gurkhas, temibles combatientes de Nepal al servicio de Inglaterra, quienes forman parte de la elite de sus fuerzas, para enviarlos a las Malvinas.
Los gurkhas son soldados de Nepal que sirven por convenio internacional en el Ejército Británico. Son conocidos por su gran valor como combatientes, integrados en unidades de fuerzas especiales de las fuerzas armadas del Reino Unido. Su preparación comienza alrededor de los 10 años de edad, momento en el que son reclutados por el Ejército Británico, lo que se considera un gran honor para sus familias. Los ingleses hicieron un hábil empleo de la guerra psicológica en las Malvinas, resaltando la ferocidad de estas tropas y su habilidad en el empleo del cuchillo kukri, diseñado para el combate cuerpo a cuerpo, especialmente adecuado para degollar y desollar, lo cual generó terror en los jóvenes y deprimidos reclutas argentinos. En la imagen es difícil ignorar a la mencionada arma blanca, notándose su peculiar y único ángulo de 20 grados en la afilada hoja, presuntamente diseñada así para evitar que la sangre del adversario impregne el mango del usuario, dificultando su sólido agarre. Fuente: Infobae.com. Fotografía de autor desconocido.
La Familia Real se hizo presente. El Príncipe Andrés, segundo heredero al Trono, fue enviado a bordo de un portaviones a servir en el Atlántico Sur. Gobierno y oposición formaron un gabinete de emergencia. Se acondicionaron las instalaciones de la Isla Ascensión, ubicada a medio camino en el Océano Atlántico, para recibir a la flota británica. Inglaterra se la jugaba, todo lo que flotaba fue enviado al Atlántico Sur: dos portaviones, destructores misilísticos, fragatas, buques de asalto anfibio y barcos de apoyo. Una flota de más de 40 buques zarpó, al mando del almirante Sandy Woodward, con la instrucción simple y determinante: Recupere las Islas, sin importar los medios ni las bajas.
El almirante británico John "Sandy" Woodward. En 1982 lideró la Fuerza de Tareas en el Atlántico Sur, en la Guerra de las Malvinas, bajo las órdenes del Comandante en Jefe Lord Fieldhouse. Por sus esfuerzos durante la guerra, Woodward fue condecorado por la Reina como Sir. Fuente: https://alchetron.com. Fotografía de autor desconocido.
¿Con que contaba Inglaterra? Sus dos portaviones, el HMS Hermes y el HMS Invincible, solo estaban diseñados para llevar 5 aviones de caza de despegue vertical cada uno (El BAe Sea Harrier), y unos pocos helicópteros.
Inglaterra había desarmado sus poderosos buques de la Segunda Guerra Mundial, que hubieran recuperado las islas en un santiamén. Su nueva Flota estaba diseñada era para atacar submarinos rusos, no costas. No tenían balas de cañón, sino misiles, y atacar una costa con misiles era impagablemente costoso. Pero se lanzaron adelante, pensando quizás, ellos también, que los Argentinos se retirarían al ver el despliegue que se les venía encima. Lograron instalar el doble de aviones de caza a bordo, pero con solo 20 aviones Harrier disponibles, se las verían negras ante los más de 150 aviones de combate de la Fuerza Aérea Argentina.
Los ingleses contaban, sin embargo, con el unánime apoyo de sus aliados europeos, con la amistad de varios países latinoamericanos y con la complaciente neutralidad de los Estados Unidos.
I.5. POSICIÓN LATINOAMERICANA FRENTE AL CONFLICTO
La reacción de Latinoamérica fue de unánime respaldo moral, pero mucho más variado en cuanto al compromiso real. Principalmente, los gobiernos de Venezuela y Guatemala, que mantienen disputas territoriales con las antiguas colonias inglesas, se apresuraron a apoyar totalmente a la Argentina. Incluso se pensó que “aprovecharían el momento" para repetir las acciones en Belice y Guyana. Sin embargo, en la OEA, la postura Argentina fue atacada por todos los países angloparlantes del Caribe, que se sintieron amenazados, y se apresuraron a apoyar a la Gran Bretaña. Las Naciones de origen francés y holandés también se sumaron a ellas. Colombia y Chile expresaron sus reservas ante el estilo violento de la acción Argentina. En cambio, Perú apoyó con todo a la nación sureña.
Al zarpar la Flota inglesa y luego empezar las acciones militares, Venezuela retiró de Inglaterra la totalidad de las Reservas Internacionales que se tenían allí, más de 6000 millones de dólares. Con ello tambaleó la libra inglesa. Los fondos se trasladaron a EE. UU., pero la acción tendría consecuencias (se canceló la venta de modernos aviones reactores de entrenamiento de combate ingleses BAe Hawk para Venezuela). Colombia se negó a sumarse a cualquier frente latinoamericano, sin prestar ningún apoyo militar o económico a Argentina. Chile, que tenía gravísimas tensiones territoriales con Argentina, se declaró neutral. Sin embargo, prestó todo tipo de ayuda a los ingleses, incluyendo inteligencia y alerta electrónica. A Chile solo podía convenirle que las Fuerzas Armadas argentinas fueran muy deterioradas. Perú se apresuró a ofrecer a Argentina hasta 10 de sus mejores aviones de combate Mirage 5P. Brasil se mostró solidario, pero prudente. Paraguay no movió un dedo. Ecuador se cuadró totalmente con Argentina, al igual que todos los países de América Central. Entre ellos destacó Nicaragua, cuyo gobierno Sandinista, aunque declarado enemigo de la Dictadura argentina, ofreció ayuda militar contra los ingleses.
A nivel internacional, la Unión Soviética se mostró solidaria con Argentina. Sin embargo, no hay que olvidar que el Gobierno Militar argentino era ferozmente anticomunista. No obstante, Cuba ofreció de inmediato sus fuerzas armadas para apoyar a Argentina, oferta que esta última declinó cortésmente.
Toda Europa occidental se cuadró con Gran Bretaña, exigiendo la inmediata retirada a Argentina. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pidió un alto al fuego, la retirada de ambos bandos y el inicio de diálogo para las negociaciones. Inglaterra se apresuró a aceptar esta Resolución, pero Argentina no, con lo cual la nación sudamericana se vio internacionalmente condenada como país agresor.
En la Cumbre de los Países No Alineados, oportunamente coincidente, el canciller Argentino Costa Méndez asumió una postura favorable al grupo, que antes el Gobierno Militar nunca tuvo. Se retrató con Fidel Castro, y consiguió total apoyo diplomático.
¿Qué iba a hacer Estados Unidos, país aliado de ambos? La Doctrina Monroe, el mas antiguo de los tratados internacionales de EE. UU., dice que ningún país europeo podía venir a agredir a las naciones latinoamericanas. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, estipula la obligación de toda América de acudir en defensa de cualquier miembro agredido por potencia extranjera. El canciller argentino Costa Méndez se apresuró a invocar ambos tratados para detener a los Ingleses. La respuesta del Gobierno de Ronald Reagan fue enviar al Canciller Alexander Haig en maratónicos viajes de negociaciones entre Londres y Buenos Aires, con Galtieri y la Thatcher, con Costa Méndez y el nuevo Ministro del Exterior inglés Francis Pym.
Haig fracasó. Ambos bandos deseaban la confrontación. Y EE. UU., al tener que definirse, tuvo que valorar cual aliado pesaba más. Por la OTAN, EE. UU. debía apoyar a Inglaterra ante cualquier agresor. ¿Qué era más importante? ¿La tradicional alianza de EE. UU. con Gran Bretaña, único aliado principal contra la Unión Soviética? ¿O la alianza con el Gobierno Militar Argentino, condenado internacionalmente por violación de los Derechos Humanos? Estados Unidos declaró que, por ser Argentina el agresor, no operaba el TIAR, que solo se acepta cuando se es agredido. En cuanto a la OTAN, EE. UU. dio todo el apoyo tecnológico y de radar a Inglaterra, aunque decidió mantener una estricta neutralidad militar y apoyar totalmente las gestiones de paz de la ONU, la OEA y el Papa.
El Secretario General de las Naciones Unidas, el peruano Javier Pérez de Cuéllar (quien fuera Primer Ministro del Perú en el año 2000), tomó el relevo del General Haig en las incesantes gestiones de paz y visitas a ambos mandatarios. Sin embargo, sus negociaciones solo empezaban a dar fruto cuando ya la suerte de las armas estaba decidida.
Javier Pérez de Cuéllar, abogado, diplomático y político peruano, fotografiado en julio de 1982, poco después del conflicto. Fue el 5to. Secretario General de las Naciones Unidas, entre el 1 de enero de 1982 y el 31 de diciembre de 1991, siendo hasta la fecha el único representante de origen latinoamericano en asumir dicha función. Se desempeñó como intermediario en la Guerra de las Malvinas, aunque no pudo detener el conflicto. Fuente: Nationaal Archief. Autor: Rob Bogaerts / Anefo.
La Santa Sede decidió intervenir. El Papa Juan Pablo II tenía un enorme prestigio al haber ayudado a evitar la guerra entre Argentina y Chile en 1981. Con el tratado del Beagle se evitó ese conflicto, y se fortaleció la imagen papal. Ahora Juan Pablo II decidió visitar ambos países. Por primera vez en la historia, efectuaba un Papa una visita a la nación protestante inglesa. Se reunió con la reina Isabel II y con la Thatcher, y luego viajó a reunirse con la Junta Militar argentina. Trató por todos los medios de convencer a Argentina de retirar las tropas para evitar la guerra. Habló en grandes concentraciones ante sus fieles ingleses y argentinos. No logró evitar los hechos.
Todas las resoluciones de la ONU pasaban por la consulta popular a los habitantes de las Malvinas. Argentina sabía que jamás lograría que los kelpers votaran a su favor. Aunque logró que alguno solicitara la nacionalidad Argentina, sabía que siempre desearían seguir siendo súbditos de Su Majestad Británica.
No había solución ni remedio. ¡Las Armas tenían la Palabra!
SEGUNDA PARTE
LA GUERRA DE LAS MALVINAS: OPERACIONES BÉLICAS
Las operaciones militares empezaron sin interrupción. El 25 del mismo abril de 1982, la Flota británica llegó a la isla Georgia del Sur y atacó violentamente, con un furioso bombardeo naval a cargo del destructor HMS Antrim. Las fuerzas de desemabarcó estaban encabezadas por el patrullero HMS Endurance, el mismo al que los argentinos habían hecho huir 22 días antes. La guarnición argentina fue rápidamente vencida. Los helicópteros ingleses Westland Wasp y Wessex atacaron con misiles AS-12 al submarino argentino ARA Santa Fe, ocasionándole tantos daños que no pudo sumergirse, y fue inutilizado en el puerto de Grytviken, cuya caída decidió el combate. El capitán Alfredo Astiz se rindió con las tropas argentinas tras el desembarco de los marines británicos.
El submarino ARA Santa Fe S-21 era un antiguo submarino americano de propulsión diésel eléctrica, clase Balao, modernizado al estándar Guppy II y construido durante la Segunda Guerra Mundial. Apoyó la invasión argentina de las Islas, desembarcando buzos tácticos en Yorke Bay, quienes marcaron la playa para la principal fuerza anfibia y se apoderaron del faro. Posteriormente, se le ordenó transportar una fracción de infantes de marina hacia las Islas Georgias del Sur, zarpando el 25 de abril de 1982. Después de salir de Grytviken, el Santa Fe fue detectado por un radar aéreo británico, siendo atacado con cargas de profundidad, lo que le causó extensos daños internos, incluyendo la rotura de un tanque de lastre, el desmontaje de componentes eléctricos y golpes a la maquinaria. Mientras el submarino luchaba por regresar a Grytviken en la superficie, el HMS Plymouth lanzó un helicóptero Westland Wasp HAS.1, y el HMS Brilliant lanzó un Westland Lynx HAS.2. El Lynx liberó un torpedo Mk 46, que no logró dar en el blanco, pero atacó al submarino con su ametralladora de 7,62 mm montada en un pivote. El Wessex también le disparó con un arma similar. El Wasp del HMS Plymouth y otros dos Wasps enviados desde el HMS Endurance dispararon misiles antibuque aire-superficie AS-12 contra el submarino, logrando impactos. Los hombres del Santa Fe y los infantes de marina en tierra intentaron repeler el ataque disparando sus rifles, ametralladoras y un viejo misil antitanque Bantam contra el helicóptero, pero el barco argentino resultó lo suficientemente dañado como para evitar que se sumergiera o incluso navegar, estado que ilustra la imagen. Fue capturado por los británicos en la isla Georgia del Sur, y posteriormente se hundió a lo largo de un muelle, con solo su vela visible por encima de la línea de flotación. El submarino fue levantado, remolcado fuera de la bahía y hundido en aguas profundas en 1985. Fuente: www.reddit.com. Fotografía de autor desconocido.
De inmediato, Inglaterra envió a los prisioneros al Uruguay, para que volvieran a Argentina. Sin embargo, retuvo a Astíz, debido a que sobre él pesaban acusaciones de asesinato y tortura de europeos durante la represión en la guerra civil argentina. Esto ocasionó frenéticas protestas del Gobierno Militar, y comentarios encontrados en toda América Latina. Simultáneamente, la flota de Sandy Woodward ocupó las Islas Sandwich del Sur. En estas operaciones fue hundido el buque argentino ARA Narval, que Inglaterra declaró era un patrullero, y sobre el cual Argentina dijo que era un inocente pesquero. La dura propaganda de guerra se mostró en este caso. Los argentinos declararon al mundo que Inglaterra ametralló a los náufragos en el agua. No obstante, pocos días después, llegaban estos sanos y salvos al Uruguay. En fin, Inglaterra demostró que no bromeaba, y ahora Galtieri tendría que defender las Islas.
Al aproximarse la Flota Inglesa, Gran Bretaña estableció un bloqueo total de 200 millas náuticas alrededor de las islas. Este bloqueo fue solamente naval, pues la aviación argentina continuó abasteciendo a las Islas dada su superioridad aérea.
El comandante de la Armada Argentina, almirante Jorge Anaya, preparó un ambicioso plan para detener y hundir a la Flota Inglesa, mediante una gran operación naval en clásica "tenaza", con el portaviones ARA Veinticinco de Mayo acompañado de siete destructores y fragatas por el Norte, y el crucero pesado ARA General Belgrano y dos buques de escolta por el Sur. El grupo Norte atacaría con masivo apoyo aéreo, empujando a los ingleses hacia los poderosos cañones del General Belgrano. Los ingleses navegaban hacia una trampa.
II.2 LAS BATALLAS AERONAVALES
Sin embargo, no contaron con la presencia en la zona de los submarinos nucleares ingleses de ataque, el HMS Spartan y el HMS Conqueror, quienes patrullaban el área. El Spartan localizó parte del Grupo Norte, recibiendo instrucciones de encontrar al portaviones, lo que no logró. El Conqueror por su parte, localizó al General Belgrano al Sur y empezó a seguirlo, pidiendo instrucciones a Londres. La Thatcher se decidió rápidamente. El General Belgrano era el enemigo más peligroso. No esperó a que llegara al área del bloqueo naval de 200 millas. Dió orden de hundirlo de inmediato. Era el 30 de abril. Un fulminante ataque con torpedos acabó con el último superviviente de los barcos que en su día fueron atacados en Pearl Harbor, cuarenta años antes, en la Segunda Guerra Mundial (con el nombre de USS Phoenix). El capitán del buque, capitán de navío Héctor Bonzo, ordenó evacuar el barco, pero las tormentosas y gélidas aguas no ayudaban. La presencia de submarinos ingleses asustó a la escolta, que se retiró, dejando solo al viejo barco condenado. Los supervivientes fueron rescatados al día siguiente, con más de trescientos muertos entre los ahogados, congelados y bajas debidas a la explosión de la nave. Una ola de indignación recorrió Argentina y América.
Todavía celebraban los británicos cuando los aviones navales de caza Super Étendard argentinos atacaron lanzando los temibles misiles Exocet sobre los buques de alerta de la Flota Inglesa. El destructor HMS Sheffield fue alcanzado y se incendió. Era el 2 de mayo, apenas un mes de la guerra había transcurrido. El incendio no pudo ser dominado, y el buque se hundió con más de veinte marineros muertos. Fue un duro golpe para la moral inglesa, y demostró que la Fuerza Aérea Argentina daría mucha pelea. Pero, indudablemente, la pérdida de los argentinos era total.
El episodio eliminó a la Flota Argentina como enemigo, y dio la prueba absoluta de que Inglaterra no se detendría ante nada para recuperar las islas. Al conocer que armamento atómico estaba incluido en la Flota Inglesa, toda América Latina protestó y se llenó de angustia de que fuera utilizado o, casi igual, de que se hundiera, contaminando el Atlántico Sur.
Poco después, se encontraron los restos de un helicóptero inglés en las costas de la Patagonia, al Sur de Argentina. Con ello se demostraba que las unidades de las fuerzas especiales inglesas estaban en el continente, y espiaban la salida de los aviones argentinos. La flota inglesa se mantuvo alejada al Este de Argentina, para evitar nuevos ataques, a pesar de que las noticias argentinas decían que los portaviones ingleses habían sido heridos y estaban en llamas.
Sin embargo, la dureza de la respuesta argentina obligó a los ingleses a reformular sus planes. Había que ablandar las defensas, pues si los argentinos utilizaban las bases aéreas de las Malvinas junto con la aviación del continente, la flota inglesa podría ser destruida. El problema era que los apenas 20 aviones Harrier que tenía Inglaterra no podían competir con la aviación argentina entera. Se decidió utilizar los viejos bombarderos Avro Vulcan para un increíble bombardeo de muy largo alcance, partiendo de la base inglesa de la Isla Ascensión, 8000 km de ida y 8000 km de vuelta, para bombardear las islas y destruir la pista de su aeródromo. El 13 de mayo fue el ataque. El bombardeo no resultó del todo exitoso, pero los aviadores argentinos dejaron de construir nuevas pistas.
El repleto Campo de Aviación Wideawake, en la base aérea de Isla Ascensión. Se observan 12 aviones cisternas Handley Page Victor K1, 3 aviones antisubmarinos Nimrod MR2 y dos Harrier GR3. El aterrizaje siempre era angustiante, porque la rampa atiborrada de estacionamiento se ubicaba justo al final de la pista, llena de tanqueros con combustible, siendo obligatorio aterrizar en esa dirección debido a la dirección predominante del viento. La base volvió a ser militarizada por la real fuerza aérea en 1982, y se utilizó ampliamente como una base de ubicación intermedia estratégica durante la guerra de las Malvinas. La disponibilidad de este punto de abastecimiento ubicado en el medio del Atlántico fue indispensable para la campaña de reconquista de las Islas Malvinas por parte de la Fuerza de Tareas. Los aviones cisterna, los transportes y los bombarderos pesados debían operar obligatoriamente desde ella, como por ejemplo en las operaciones Black Buck de los bombarderos Vulcan. En un momento de 1982, Wideawake se convirtió en el aeropuerto más transitado del mundo por la cantidad de movimientos de aeronaves. Fuente: Twitter.com. Fotografía de autor desconocido.
Al mismo tiempo, comandos ingleses desembarcaron por sorpresa en varios puntos de las Islas, destruyendo a los aviones co-in FMA Pucará que se encontraban en ellas. El general Menéndez acumuló tropas alrededor de Puerto Argentino (ex Puerto Stanley) esperando el desembarco inglés. Pensaba que Inglaterra no podría darse el lujo de demorar la campaña, por lo que el ataque a la capital parecía la natural salida militar. Pero no fue así.
II.3. EL DESEMBARCO EN SAN CARLOS
Las Islas Malvinas están separadas por un estrecho llamado de San Carlos, en cuyo centro existe Puerto San Carlos, y más al sur las ciudades de Darwin y Goose Green. Este estrecho, azotado por tormentas y vientos, estaba poco defendido por los argentinos, salvo la base de la Isla Pebble en su entrada. El 20 de mayo la flota se adentró en el mismo para desembarcar el grueso de las fuerzas terrestres inglesas en la mitad de las Islas. El transatlántico Canberra llevaba las tropas, acompañado de todos los buques de desembarco y apoyo de la Royal Fleet Auxiliary, incluyendo el Fearless, el Sir Galahad, el Sir Tristam, el Atlantic Conveyor y una masiva escolta de fragatas y destructores. Los desembarcos se iniciaron tras la rápida toma y destrucción de las bases argentinas en la Isla Pebble, tomando por total sorpresa al comando argentino. Sin embargo, el almirante Lombardo, comandante supremo del Teatro de Operaciones del Sur argentino, lanzó masivamente a la fuerza aérea para rechazar el desembarco. Durante tres días se libró una encarnizada batalla. Los cazas Mirage, los cazabombarderos Dagger y sobre todo los aviones de ataque Skyhawk argentinos se batieron en una bella página militar con las defensas antiaéreas de la flota y los incansables Harrier, que como avispas trataban de proteger sus barcos y atacar a los aviones, con sus mortíferos misiles aire-aire de guía infrarroja AIM-9 Sidewinder, de origen norteamericano, muchos más modernos que los misiles aire-aire Shafrir de origen israelí de los cazas argentinos. El desembarco terrestre triunfaba, pero la fragata HMS Ardent era hundida. Le seguía al otro día en ese fatídico destino la fragata HMS Antelope. Graves daños sufrieron los destructores HMS Antrim y HMS Glasgow; y a las fragatas HMS Argonaut y HMS Brilliant les hicieron abandonar el combate. Pero la batalla aérea se inclinaba a favor de los ingleses. Los aviones argentinos combatían a demasiada distancia de sus bases, (unos 800 km) y tenían que regresar enseguida por falta de combustible, con lo que eran presa fácil para los Harriers, cuyas bases en los portaviones ingleses estaban más cerca. Decenas de aviones argentinos fueron derribados, con lo que las pérdidas para la Fuerza Aérea Argentina fueron pronto inaceptables.
El mundo admiró el valor de los pilotos argentinos, cuya profesionalidad y valor no podía ponerse en duda. Toda América Latina vibraba con estas hazañas, pero el costo era enorme. Acribillados, muchos aviones argentinos caían al mar en el camino de regreso, y los Harrier se revelaban como insuperables en el combate a corta distancia, por su superior maniobrabilidad. Los helicópteros ingleses hundieron un gran barco mercante argentino que trataba de llevar refuerzos y abastecimientos a las Islas. Muchas bombas argentinas no explotaban aunque los aviones lograran dar en el blanco, debido en parte a su antigüedad, o a ser lanzadas a tan poca altura que no daba tiempo para que su "armado" se completara, gracias al temporizador programado.
El día 25 de mayo, fecha de la Independencia argentina, los ingleses esperaban un gran ataque. Así fue. La fuerza aérea volvió a usar los Super Étendard y los temibles rozaolas Exocet. Los argentinos vieron por radar que un gran barco se aproximaba a San Carlos. Pensaron que era un portaviones o el transatlántico Queen Elisabeth 2. En cualquier caso, valía la pena el ataque. Los dos cazas se aproximaron y lanzaron los misiles para regresar de inmediato. La víctima era el gran carguero Atlantic Conveyor. El buque fue alcanzado y destruido por dos Exocet, llevándose consigo la mayoría de los helicópteros con los que Inglaterra pretendía llevar sus tropas hacia Puerto Stanley. Ahora tendrían que ir a pie, en llanuras barridas por las tormentas, con temperaturas de 6 a 20 grados bajo cero.
En ese mismo ataque, los Skyhawk argentinos regaron con bombas y destruyeron al destructor HMS Coventry, y averiaron a la fragata HMS Broadsword. Las pérdidas de la Flota Inglesa eran grandes pero Inglaterra, nación guerrera, no se dejaría amedrentar.
El destructor HMS Coventry, herido de muerte, lucha en vano por mantenerse a flote. El buque de 4800 toneladas, gemelo del HMS Sheffield y con apenas 4 años de servicio en la Armada Real, fue atacado el 25 de mayo de 1982 por 4 aviones A-4 Skyhawk de la Fuerza Aérea Argentina, en vuelo rasante y equipados con bombas de 454 kg. Una impactó debajo de la línea de flotación, por el lado de babor, otra explotó dentro de la sala de computadoras, destruyendo la sala de operaciones contigua, incapacitando a su plana mayor. Una tercera entró a la sala de motor delantero, explotando debajo del comedor, donde estaba localizada la estación de primeros auxilios, y el barco comenzó inmediatamente a escorarse a babor. El último impacto causó daño crítico al romper la barrera cortafuegos entre el motor anterior y posterior, exponiendo todo el buque a los incendios. Finalmente, el barco fue abandonado y se hundió, muriendo 19 de sus tripulantes en el ataque. El destructor transportaba cargas de profundidad nucleares, que fueron retiradas el 17 de mayo de 1982, solo ocho días antes de que se fuera a pique. Fuente: diarioandino.com.ar. Fotografía de autor desconocido.
El almirante Woodward declaró jactanciosamente que podría afrontar el doble de las pérdidas. La aviación argentina estaba agotada. La marina, vencida. Solo el ejército podría ahora evitar la invasión británica.
II.4. LA CONQUISTA DE LAS ISLAS
Las fuerzas inglesas desembarcadas en San Carlos pronto se reagruparon y, abastecidas con gran dificultad por los helicópteros de la propia Flota Inglesa, empezaron su avance contra las ciudades y pueblos más cercanos.
La Batalla de San Carlos fue el primer enfrentamiento terrestre entre argentinos y británicos en la Guerra de las Malvinas. Comenzó con el desembarco inglés el 21 de mayo de 1982. En la imagen, lanchas de desembarco provenientes del HMS Fearless y del HMS Intrepid entregan sucesivas oleadas de soldados en la playa de San Carlos. Con la excepción de una breve resistencia de una sección de infantería, la oposición argentina provino de la aviación militar con base en el continente. La flota británica sufrió graves pérdidas, pero logró establecer la cabeza de playa segura, que facilitó el desembarco de tropas, vehículos, armas y abastecimientos, indispensables para iniciar el avance ofensivo, en un colosal esfuerzo logístico y de intendencia. Fuente: www.thinkdefence.co.uk. Fotografía de autor desconocido.
Los argentinos abandonaron Darwin, que fue rápidamente ocupado por las fuerzas especiales inglesas, pero en Goose Green los argentinos resistieron furiosamente. Varios helicópteros ingleses fueron derribados, lo que paralizó el ataque de las unidades de infantería británicas. El jefe del regimiento inglés, el teniente coronel Herbert Jones, llamó a sus tropas a una carga ciega contra las trincheras argentinas y, con desprecio total a su propia vida, se lanzó de primero a pecho descubierto. Herido, logro llegar a las posiciones argentinas. Su ejemplo hizo milagros entre los ingleses. Aunque Jones cayó acribillado en seguida, la ferocidad de sus hombres en vengarlo superó todas las defensas. Las posiciones y Goose Green cayeron en manos de los ingleses, que cargaron a la bayoneta contra los reclutas argentinos. Hubo 200 muertos y se rindieron más de 1000 soldados argentinos. Las pérdidas inglesas fueron mucho menores. Goose Green dio a los ingleses un héroe y una gran victoria militar, para compensar las gravísimas perdidas que habían tenido en San Carlos.
El teniente coronel Herbert Jones, del 2do. Batallón del Regimiento de Paracaidistas del Ejército Británico. Durante la Batalla de Goose Green, Jones observó que un nido de ametralladoras argentino mantenía inmovilizada a toda una compañía, y decidió atacarla personalmente para estimular a sus tropas. Dirigió su pelotón comando contra la posición argentina, y cayó en el ataque. En opinión de Jones, "la única manera de dirigir es dirigiendo, desde el frente". Margaret Thatcher dijo que "perdió su vida, pero su muerte fue el punto de inflexión en la batalla". La batalla demostró la superioridad militar cada vez más incuestionable del Reino Unido, sofocando las preocupaciones sobre una posible derrota, y condujo a la liberación de 112 civiles que habían estado encarcelados en el salón de la comunidad local durante la mayor parte de un mes. Herbert Jones fue condecorado póstumamente con la Cruz Victoria por el gobierno de Gran Bretaña, la cual es la condecoración militar más alta al valor frente al enemigo en esa nación. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido.
El general Mario Menéndez estaba en aprietos. Las unidades de élite del Ejército Argentino, que habían ocupado las Islas, habían sido retiradas poco después, y estaban en el continente. A las Islas solo habían llegado reclutas recién llamados a filas, sin experiencia en su mayoría. Pocas unidades profesionales estaban disponibles en el sitio. El gran número de soldados argentinos pretendía asustar a los invasores, pero se reveló como un arma de doble filo. No tenían ni alimentos ni armas suficientes para más de 15000 hombres.
Los argentinos pasaban hambre y frío, instalados en tiendas de campaña o en edificaciones provisionales, en medio de un clima atroz, esperando a un enemigo profesional, experimentado, bien equipado y convencido, al igual que ellos, de luchar por una causa justa. Aunque la propaganda militar argentina presentaba a los ingleses como mercenarios sin moral, lo cierto era que tan patriotas eran los unos como los otros, los ingleses sostenían que Argentina luchaba por las Islas, mientras que Inglaterra luchaba por los isleños. Además, las relaciones entre oficiales y tropas eran pésimas del lado argentino. Las consecuencias de la guerra civil argentina se palpaban. Los oficiales trataban muy mal a la tropa, la sometían a todo tipo de humillaciones y ellos comían bien y estaban abrigados, mientras los soldados pasaban hambre y frio. En Goose Green los oficiales argentinos lucharon al lado de sus hombres, pero ese ejemplo no se repitió nunca más. Menéndez no se atrevió a resistir en los cerros próximos a Puerto Argentino, limitándose a mantener su mejor unidad en el Monte Tumbledown, mientras que los ingleses se aproximaban tomando con poca lucha los cerros de Dos Hermanas, Monte Kent y Monte Challenger. En Monte Longdon las fuerzas argentinas resistieron mejor, ocasionando más de 40 muertos a los ingleses, antes de ser aniquiladas.
Sin embargo, aun habría nuevas pérdidas. Ante la retirada de los argentinos hacia Puerto Stanley, los ingleses decidieron ahorrar camino a sus tropas y desembarcar directamente unidades en la bahía de Fitzroy, más cerca de Puerto Stanley. Como había pocos helicópteros, por el hundimiento del Atlantic Conveyor, las unidades a bordo de los buques de desembarco se demoraron en exceso en salir de las naves. Esta imprudencia dio oportunidad a la Fuerza Aérea Argentina. Era el 8 de junio. Los Skyhawk atacaron rápidamente a los indefensos buques sorprendidos. El gran transporte Sir Galahad se incendió totalmente, con más de 70 bajas para los ingleses, y muchos más heridos con quemaduras, incapacitándolos para el combate. Los Guardias Galeses y Escoceses sufrieron graves pérdidas. El desembarco en Fitzroy fue la última victoria de la Fuerza Aérea Argentina.
Mientras, la flota inglesa bombardeaba las posiciones del puerto, un Exocet argentino lanzado desde tierra impactó y averió al destructor HMS Glamorgan. Ya agrupadas alrededor del Puerto, las unidades de élite inglesas, junto con los temibles Gurkhas de Nepal, atacaron el Monte Tumbledown, conquistándolo tras un cruento combate. El regimiento argentino luchó furiosamente, pero los ingleses impusieron su superior capacidad. Tras la caída de este cerro que dominaba Puerto Argentino (Ex Puerto Stanley), las fuerzas argentinas se retiraron apresuradamente hacia la ciudad. Los ingleses se aproximaron, y los argentinos se rendían en masa. Un gran ataque aéreo, a realizar con todos los Harrier y helicópteros disponibles, y que se pretendía lanzar contra la ciudad, fue detenido en el último instante por el comandante en jefe de los ingleses, el general Moore, ante las rendiciones masivas de los argentinos.
Existía un enlace telefónico entre ambos bandos. El general Menéndez anunció su deseo de rendirse. El gobierno argentino había declarado que lucharía hasta derramar la última gota de sangre, pero el antiguo represor de estudiantes no tuvo la misma voluntad ante las tropas inglesas. El general Moore se adelantó y en pleno Puerto Stanley (ahora ex Puerto Argentino), Menéndez firmó la rendición, tachando en el documento la palabra “incondicional”. No obstante, la única condición que logró obtener de los ingleses fue el poder conservar la arriada bandera argentina.
El almirante Woodward pudo transmitir a Londres: "La Fuerza Operativa ha cumplido todos sus objetivos militares." Era el 14 de junio de 1982. La guerra había durado 73 días. La pesadumbre reinaba en Buenos Aires, un increíble júbilo se apoderó de Londres. La Thatcher había triunfado.
(a)
TERCERA PARTE
LOS IMPACTOS DE LA GUERRA
III.1. DEMOCRACIA EN ARGENTINA
La noticia de la rendición cayó como una bomba en toda la Argentina y en América Latina en general. Durante todo el conflicto, la propaganda de Buenos Aires había vendido una imagen de “resistir hasta la muerte”. El pueblo argentino, poco a poco, esperaba con tensa calma un resultado final negativo, pero la repentina rendición del general Menéndez fue un absoluto vaso de agua helada. Se había insistido demasiado en las fortalezas de Puerto Argentino, y se esperaba un largo asedio. Incluso los optimistas pensaban que la llegada del durísimo invierno austral daría ventajas a los cómodamente instalados argentinos frente a los sitiadores ingleses al descampado. No conocían, porque la rígida censura militar lo había impedido, las deplorables condiciones en las que la guarnición argentina se desenvolvía. El ejército de reclutas se desmoronó porque no podía sostener una lucha en las calles de igual a igual ante el inmensamente más equipado ejército inglés. Pero en el momento en que se vio la imagen del poco popular Menéndez firmando la rendición, el pueblo argentino despertó del trance en el que estaba. El clima de unión nacional por la guerra estalló en pedazos. La monumental ineptitud de los militares en lo que era su profesión, sumada a la catástrofe económica, los crímenes constantes contra los derechos humanos, las torturas, los desaparecidos y la represión, volvieron al primer plano, desatando el exasperado rechazo del pueblo contra quienes eran responsables de esa iniquidad.
Las declaraciones de los ingleses mostrando las pésimas condiciones de los prisioneros argentinos, las acusaciones de irresponsabilidad por no tener las mínimas fuentes de provisiones, los videos de soldados muy jóvenes declarando que los llevaron sin armas, ni abrigo ni alimentos, que pasaban hambre, y que casi esperaban la llegada de los ingleses para comer; crearon en Argentina la indignada reacción de “Quienes traicionaron a los chicos”. Los muertos ya no lo habían sido en una gloriosa guerra patria, sino en una carnicería inútil, irresponsable y criminal. El gobierno inglés insistió en que Argentina declarara rápidamente un alto al fuego general, para poder enviar a los más de 15000 soldados prisioneros de retorno, vía Uruguay. Llegaron a las pocas semanas, con síntomas de desnutrición, sarna, diarreas y pulmonía, por el intenso frío. La gente se lanzó a las calles. Tremendas manifestaciones inundaron la Plaza de Mayo en Buenos Aires y todos los centros de población en el país. Los gritos de “El pueblo no se rinde”, “Patria sí, traición no”, “Queremos explicaciones” y “Traición” estaban en la boca de todos.
La Junta Militar se fracturó. El General Basilio Lami Dozo, comandante de la Fuerza Aérea, declaró sin reservas que “sus muchachos” hubieran podido seguir luchando. Con esto dejó solo al Ejército, ya que la Armada no hablaba desde el hundimiento del crucero ARA General Belgrano. La presión interna en el Ejército era incontenible. El general Galtieri se vio acorralado, y a los dos días presentó su renuncia irrevocable como Jefe del Ejército, Presidente de la Junta Militar y por ende, de Argentina. El canciller Nicanor Costa Méndez, que se había ganado una merecida popularidad por sus enormes esfuerzos por lograr apoyos para Argentina en el mundo, había renunciado el día anterior, y buena parte de la población esperaba que fuese designado como Presidente provisional. Pero Costa Méndez declaró duramente contra el Ejército, por lo cual era inadmisible para los militares. El General Cristino Nicolaides, uno de los más duros jefes de la represión de los años setenta, pasó a comandar el Ejército pero, deseoso de librarse de la tremenda presión que se ejercía sobre el poder, hizo nombrar al ex Ministro del Interior de Galtieri, general Saint Jean, como Presidente Provisional de la Junta y de Argentina. Nicolaides era el verdadero poder a la sombra, y pronto se enfrentó ásperamente con Lami Dozo y Anaya, los comandantes de las otras Fuerzas.
Nicolaides ordenó reprimir violentamente las manifestaciones. La policía montada cargó contra los manifestantes y periodistas, que hasta hace poco habían sido estimulados y tolerados por el Gobierno. Pero las masas no se aplacaron, y pronto los muertos se extendieron por Buenos Aires. El país estaba paralizado y un caos general se apoderaba de la nación. Cada uno de los comandantes de las fuerzas trataba de minimizar su culpa en el desastre. Todo apuntaba contra el Ejército. La Marina y la Aviación se retiraron de la Junta Militar, que se disolvió. En esas condiciones las tres fuerzas nombraron como Presidente de Argentina, con el mandato de celebrar elecciones en 1984, al general retirado Reynaldo Bignone, quien, al instalarse en la Casa Rosada declaró patéticamente: “Soy honrado, necesito ayuda”. El gabinete de Bignone tenía solo un militar, en el Ministerio de Defensa. El resto se constituyó con civiles que habían servido al Gobierno Militar pero que, por supuesto, estaban más identificados con el retorno a la democracia.
El líder del Partido Radical, Raúl Alfonsín, que se había enfrentado violentamente a Nicolaides en Córdoba, se convirtió rápidamente en la primera figura política nacional. El nuevo Canciller, Aguirre Lanari, se apresuró a garantizar a toda Latinoamérica el pronto retorno de Argentina a la Democracia. Los técnicos, dirigidos por el luego célebre Domingo Carvallo, empezaron la labor de intentar enrumbar la perdida economía Argentina. La presión militar sobre Nicolaides fue tan grande que se iniciaron unos juicios militares contra Galtieri, Menéndez, y otros mandos, luego condenados por incapacidad. El Ejército no dejó pasar la oportunidad de incluir a Costa Méndez en los juicios. Mientras tanto, Bignone declaraba una nueva y fuerte devaluación, aumento de salarios, control de precios y protección para la industria: La mil veces fracasada receta económica argentina. El colapso económico, social y político allanó los caminos. En 1984, una abrumadora mayoría eligió a Raúl Alfonsín como Presidente de la República. Argentina tenía democracia, pero las heridas estaban abiertas. Nuevos juicios por violaciones a los derechos humanos se desataron contra Videla, Viola, Galtieri, Menéndez, Massera, Agosti, Lambruscini, todos los miembros de las Juntas Militares. El Partido Peronista fue rehabilitado, bajo el liderazgo de Carlos Menem. Con sus materiales destrozados y su reputación hecha añicos, los militares se refugiaron en sus cuarteles. Argentina se libraría de la presión militar por las próximas décadas.
III.2. RECUPERACION MILITAR Y MORAL INGLESA
Londres presentó la totalmente opuesta cara de la moneda. Multitudes jubilosas en las calles se reunieron para escuchar a una radiante Margaret Thatcher declarando: “Agitan banderas blancas de rendición, tiran sus armas”, siendo acallada por los estruendosos aplausos en la Cámara de los Comunes. La Guerra de las Malvinas había sido Su Guerra, ella la había querido y forzado hasta el límite. Ella había asumido toda la responsabilidad por la pérdida y recuperación de las Islas, ella había apostado su futuro político a esta moneda. Era su triunfo personal e indiscutible. Hasta su peor rival, el jefe laborista Michel Foot se sumó a los aplausos. Thatcher no fue humilde en la victoria. Se fotografió triunfante, retadora, con una sonrisa de oreja a oreja. Y tenía que sonreír, disfrutar la alegría, pues el monstruoso costo de la aventura superaba los 2100 millones de dólares en gastos, más los 2600 millones de costo del material y los barcos perdidos y averiados. Todas la reservas de emergencia del Reino Unido, un aproximado de 4250 millones de dólares, se comprometieron en esta operación.
Pero, a diferencia de Argentina, todos los buques hundidos se consideraban como un activo moral, como una reiteración de la Inglaterra de siempre, dominadora de los mares.
El triunfo fortaleció enormemente la posición del Reino Unido en la OTAN: Ya no era el bacalao que arrastraba Estados Unidos. Inglaterra se mostraba como “El duro” de la alianza, y tenía una inmensa autoridad moral ante Alemania y Francia. Capitalizó los éxitos militares y la demostración de eficacia de sus armas. Sus estándares militares se hicieron generales en Europa. Ello tuvo consecuencias económicas, por los masivos pedidos de armas para reemplazar las pérdidas y para los nuevos adquirientes. Se logró una reactivación inesperada. Pero, sobre todo, se logró un cambio general de confianza en sí mismos. Ello se tradujo en una bonanza general y un esfuerzo común. La nación emergió unida, desde la Casa Real, pues el Príncipe Andrés, al volver de la guerra, acaparó simpatía para la Monarquía, hasta la Bolsa de Londres. Una confianza y optimismo se extendió por el país. Los ingleses mostraban su capacidad para seguir adelante.
Margaret Thatcher mantuvo una poderosa guarnición en las Islas, con 24 aviones de caza Phantom de la RAF, y el portaviones HMS Illustrious, que relevó la flota en julio de 1982. La llegada de los vencedores a casa, con los transatlánticos Canberra y Queen Elizabeth 2 repletos de soldados, fue un espectáculo memorable. Thatcher derrotó a Foot en las siguientes elecciones de 1983 con una amplia mayoría.
Su presupuesto militar fortaleció a la Flota y, sobre todo, al Ejército. Los planes de expansión de la fuerza nuclear fueron aprobados, sobre todo, con la instalación de los modernos y letales misiles nucleares balísticos multiojiva americanos Trident en los submarinos británicos. Ello representaba una colosal inversión, que no dejo de activar la economía. La ola de bienestar le garantizó otra reelección a Thatcher en 1988. Los ingleses decían que, tras el gobierno de varias “viejas cansadas” ahora sí los mandaba “un verdadero hombre”. Como consecuencia adicional diremos que la Unión Soviética, ante el esfuerzo militar de la OTAN, debió asumir una carga económica gigantesca para contrarrestarlo, lo que ocasionó a la larga su ruina. El tándem Thatcher-Reagan se volvió una figura común en la política internacional que, tras la muerte sucesiva de Yuri Andropov y Konstantín Chernenko, líderes de la Unión Soviética, dejó al nuevo jefe del Kremlin, Mijaíl Gorbachov, en inferioridad política ante sus poderosos rivales.
III.3. PRESIÓN ECONÓMICA SOBRE AMÉRICA LATINA
El sistema latinoamericano quedó hecho añicos. La confianza en el TIAR o en la OEA resultó muy mermada. Ronald Reagan destituyó a Alexander Haig, y lo reemplazó por George Shultz, más próximo a América Latina, para tratar de mitigar la imagen de apoyo a Inglaterra que ofendía a los latinoamericanos. Pero de hecho, se favorecieron rápidamente Chile y Colombia, que lograron apoyos políticos y económicos expresos, el primero con una mayor indulgencia hacia su régimen militar, y la segunda en su conflicto interno.
Los actores latinoamericanos más cuadrados con Argentina, Venezuela y Perú, pronto vieron la otra cara de la moneda. En 1982-83 vencían las cuantiosas obligaciones de deuda externa de Venezuela, en las cuales la banca internacional radicada en Londres tenía un peso fundamental. El Gobierno venezolano no logró los refinanciamientos a los que hubiera podido acceder si su posición política hubiera sido diferente. El cerco de la banca obligó a desventajosas condiciones que precipitaron la fuga de divisas y la devaluación en Venezuela, que acabó con más de 25 años de inamovilidad del Bolívar frente al dólar americano, como una de las monedas más fuertes del mundo que era, situación de la que no se pudo volver a recuperar. Al Perú, que había enviado sus aviones de caza Mirage 5P donados a Argentina, le fue peor. El cerco de la banca internacional fue tan grande que el Gobierno de Alan García debió declarar el cese de pagos y la insolvencia peruana creció a un nivel de crisis tan grande que desacreditó totalmente a la clase política de ese país andino, facilitando la irrupción de Alberto Fujimori en 1990. La posición de los gobiernos hacia Argentina, por otra parte, fue de inflexible presión a favor de la democracia. Nadie en América Latina iba a volver a confiar, y jugarse su bienestar, por los militares argentinos.
Monumento en memoria a la Liberación de las Islas Malvinas en 1982, ubicado en Stanley, Islas Malvinas. Fue diseñado por Gerald Dixon y David Norris, e inaugurado a 1984. Fuente: Panoramio. Autor: Alex Petrenko, 2012.
CONCLUSIÓN
La Guerra de las Malvinas no tuvo una motivación económica, como tantas otras, ni siquiera geopolítica o estratégica, no formó parte de tantas guerras entre los bloques Este y Oeste, no fue una guerra ideológica, pues los adversarios eran miembros de un mismo bloque en Occidente. Sin embargo, sus implicaciones lo fueron en todos esos órdenes. Ninguna guerra combinó los más variados factores de todas las armas, técnicas, estrategias y sofisticados armamentos, submarinos nucleares, bombardeos estratégicos, combates a muy baja cota, desembarcos, logística, misiles, defensa anti-aérea, batallas terrestres y marchas forzadas a campo traviesa. Tuvo de todo. Apasionamiento patriótico, esfuerzos internacionales de paz, alianzas, y amplias consecuencias.
Y los motivos fueron realmente del más puro oportunismo político. Una vieja reivindicación descolonizadora fue utilizada como válvula de escape por el acorralado Gobierno Militar Argentino, y luego por el tambaleante Gobierno Británico. Los conceptos de Honor Patrio, de Orgullo Nacional, que se creían muy superados, se actualizaron de repente, y demostraron que el ser humano tiene motivaciones más elevadas que el simple beneficio material.
Ambos bandos dieron lo mejor de sí por una realidad que no les afectaba de ninguna forma en su diario vivir. Una advertencia para quienes crean que todo está rigurosamente planificado. Hoy hace 40 años, la Guerra de las Malvinas hizo estremecer la unidad de Occidente frente a la Unión Soviética. Sin embargo, los conflictos internos de esta última le impidieron aprovechar la situación, y al final simplemente fue un conflicto Europa-América en el que se evidenció la debilidad Suramericana.
Adrián Robledo Upegui.
2 de abril de 2022.
Nota: Este artículo se basa en uno similar realizado por el autor en 2002 con motivo de cumplirse los 20 años de la Guerra de las Malvinas. En esta oportunidad, el mismo ha sido revisado, editado y actualizado, al cumplirse dos décadas más del último conflicto armado ocurrido entre naciones de América y Europa.
Sobre el autor
Adrián Robledo Upegui nació en Caracas, Venezuela, en el año 1962, completando en 1979 sus estudios de Educación Media en el Colegio Calasanz de Valencia. Siendo estudiante de Administración Comercial en la Universidad de Carabobo (UC), en 1986 participó en el programa competitivo de conocimientos llamado Concurso Millonario, producido y difundido a nivel nacional por la televisora RCTV, moderado por la Primera Actriz Doris Wells, y en donde la categoría en la que compitió correspondió a la Segunda Guerra Mundial, siendo su Jurado el catedrático Dr. Miguel Hurtado Leña, egresado de la Universidad de París (La Sorbona). Se trataba del primer y hasta ahora único programa de TV venezolano de concurso académico que premiaba exclusivamente el conocimiento humano en áreas específicas, sin que se agregaran elementos de azar, selección o cualquier tipo de ayuda a los participantes. Sus éxitos progresivos al responder acertadamente todas las preguntas semanales de desarrollo lo llevaron a participar en la Gran Final de la Primera Temporada del concurso, logrando la victoria al obtener el Primer Premio. Una vez recibido como Licenciado en Administración Comercial por la UC, ingresó en 1987 a la que se sería una dilatada y fructífera carrera profesional, realizada en una de las principales entidades bancarias nacionales, desarrollándose en las áreas financiera, crediticia, operacional y tecnológica, completando estudios de posgrado en el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y múltiples cursos profesionales.
Adicionalmente, ha sido promotor regional ad honorem del fútbol amateur en el estado Carabobo, asumiendo roles de Dirección Técnica de clubes amateur juveniles y de adultos, así como también brindando asesoría y coordinación operativa de múltiples eventos regionales y nacionales en esta disciplina deportiva, formando consecutivas generaciones de atletas, en donde no pocos han trascendido los niveles de calidad establecidos por la FIFA para la competencia profesional. En este mismo sentido, ha sido Presidente de la Asociación de Fútbol de Carabobo (1.994-1997), Miembro de la Directiva de la Federación Venezolana de Futbol (1997-2001) y Secretario General de la Asociación de Fútbol de Carabobo (1989-1994 y 2001-2009).
Es oportuno señalar que el autor ha desarrollado además una prolongada carrera en el campo de la fotografía, desde las perspectivas profesional y artística.
Adrián Robledo Upegui es historiador, dedicado al estudio crítico y profundo de la historia de la Segunda Guerra Mundial, así como otros procesos de la Historia Contemporánea y de la Historia de Venezuela. Es colaborador de la Dirección de Medios Electrónicos y Telemática de la Universidad de Carabobo (DIMETEL), donde ha participado dando conferencias académicas para el programa Dictando Cátedra de UCTV, producido por la Lic. Teresa Morán. Está particularmente interesado en el tema de la Guerra de las Malvinas, dada la importancia de ese conflicto ocurrido en plena Guerra Fría, frente a la cual realiza aportes al enfocarlo desde diferentes dimensiones y tomando en cuenta la información adicional revelada en cada década que ha transcurrido después de la misma. Actualmente reside en la ciudad de Valencia, Venezuela.
Una versión pdf de este artículo está disponible en el siguiente enlace:
Muy interesante el artículo, como siempre. El domingo fue que pude leerlo con calma, de un solo tirón como a mí me gusta leer los artículos tuyos y de tu hermano.
ResponderEliminarComo bien dices en el artículo, más que una guerra fue un salvavidas político para el ganador, como en efecto lo fue para la Tacher.
Al contrario de lo que parece, la guerra no fue improvisada ni planteada de la noche a la mañana como algunos creen. La junta militar Argentina, sobre todo la marina y el ejército estaban planificando la invasión y actuando en consecuencia. El rearme de argentina, sobre todo de la marina y la aviación naval era consecuencia de esa planificación.
Existe documentación que sitúa la fecha del ataque para la primavera o el verano austral de ese año (septiembre a diciembre de 1982). En esa oportunidad los planes de rearme y modernización de la marina estarían completos, todos los buques modernizados y entregados; los Super Étendard entregados en su totalidad y funcionando con los misiles Exocet, los cuales también estarían entregados en su totalidad; los A-4 reacondicionados o sustituidos; los Pucará fabricados y entregados. Además el clima hubiese sido más adecuado para la guerra y se hubiese tenido menos problemas de logística (vestimenta invernal que no hubo) y equipos.
Por otro lado para esa época el desguace de la flota británica ya estaría completado, ya que el HMS Invincible hubiera sido entregado a Australia y sólo quedaría un “portaaviones” en la flota. Hay indicios de que los argentinos estaban consientes de esta situación.
ResponderEliminarPero la omnipresente crisis política arreció y la junta militar argentina decidió jugársela y adelantar los planes de invasión ya existentes y estudiados para otra oportunidad, con los resultados ya conocidos.
Por otro lado el retiro de la marina del conflicto después del fracaso de la operación tenaza para atacar a la flota británica y el hundimiento del crucero General Belgrano; y la actitud defensiva y casi derrotista del ejercito en las islas, dejó solo al componente aéreo en la guerra donde la fuerza aérea y la aviación naval asumieron el conflicto. Recayendo más peso en la aviación naval, ya que la fuerza interceptora de la aviación estaba en el continente esperando el ataque de los Vulcan y no se usaron para cazar y derribar a los Harrier y afianzar la superioridad aérea argentina en el conflicto.
En las islas se libró la batalla de Pradera del Ganzo, que para los británicos era un ataque que no era estrictamente necesario. Existían las presiones desde Inglaterra para obtener algún triunfo militar, de modo que la decisión de atacar parece haber sido más de orden político que militar y se creía que era un objetivo fácil. En ese sitio estaban las únicas tropas profesionales argentinas que había en las islas por lo que la victoria osciló entre ambos bandos, con acciones de arrojo militar, perdiendo el que se quedó sin municiones primero. Después de esta batalla la infantería de marina argentina montó un contraataque y le rogó a un derrotista Menéndez que lo aprobara, cosa que no sucedió con las consecuencias que todos conocemos.
Esta era una guerra muy pareja que la ganaba el que jugara mejor sus cartas, y como vemos desde el inicio (oportunidad de la invasión) los argentinos efectuaron las malas jugadas, perdiendo la mano y lo apostado en ella (estabilidad política).
Otra cosa que quedó comprobada en esta guerra es la inefectividad de un ejército de conscriptos frente a tropas profesionales. Tanto es así que en la década de los 80 en Venezuela se hicieron intentos de profesionalizar el ejército.
Muy interesante lo relativo a las consecuencias económicas y políticas de la guerra. Lo del refinanciamiento de la deuda externa venezolana no lo habría imaginado, ni idea. Pero si tiene lógica si lo miras a la luz de los acontecimientos y de las fechas de los eventos. Venezuela siempre, desde la independencia, metiéndose en peos que no son de ella y para colmo anotándose al bando perdedor.
ResponderEliminarGuardé el PDF del artículo. Ahora te tengo como articulista en mi biblioteca virtual, por lo que futuros artículos y análisis serán bienvenidos. También vi el video. Debido a que la semana pasada fue intensa y todavía estoy full es que hoy te pude responder como es debido. Felicitaciones por ese artículo.
Saludos.
Los comentarios anteriores fueron emitidos como una sola repuesta que tuve que dividir en varios post por la capacidad de la página.
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