Diez respuestas para dar con el objetivo de la existencia humana
Todo espíritu elevado, en algún momento de su efímero, regalado y peligroso tránsito por el maravilloso pero imperfecto mundo que nos rodea, se ha tropezado con la sutil pregunta que desafía a su intelecto, pone a prueba su fe y esperanzas, exalta sus peores temores, confirma su gradual camino a la caducidad y fomenta su angustia y desesperación.
Se trata de una pregunta fácil de articular pero imposible de responder con cualquier grado de veracidad, siendo esta:
¿Cuál es el objetivo de la existencia humana?
Durante siglos, y desde la época dorada de los filósofos griegos clásicos, el Hombre ha intentado dar respuesta a esta inquietante pregunta y lo ha hecho según diversos puntos de vista y paradigmas de pensamiento, llegando a crearse enteras escuelas filosóficas que defienden sus respectivas tesis a través de determinados decálogos de razonamiento y comportamiento, aludiendo a aspectos tales como la moral, el temor, el placer, la salvación, la competencia o la inutilidad, entre otros.
En el presente artículo se ofrece un breve e incompleto resumen de las respuestas ofrecidas por algunas de las mencionadas escuelas a esa pregunta, y se trata de analizar el significado correspondiente.
El recorrido no puede iniciarse de otra manera que no sea con Platón y su noción del bien, seguido de Antístenes y la búsqueda de la virtud, a lo que se añade Aristipo y su visión hedonista, basada en el placer inmediato, finalizando el grupo de los maestros griegos con la incontestable racionalidad de Epicuro y la importancia de la actuación a largo plazo, comentándose además el posterior tetrapharmakos de Diógenes Laercio.
A continuación se presenta el enfoque de las dos principales religiones monoteístas: el cristianismo católico y el islam, en las que resalta el regalo divino del libre albedrío y la responsabilidad auditable del individuo por sus actos y pensamientos. Seguidamente se señalan tres hilos del pensamiento de Oriente, como son el hinduismo y el budismo, en su relación con los ciclos eternos y la búsqueda de la aniquilación del sufrimiento, así como también el taoísmo, con su código de conducta para encontrar el camino a una existencia digna y socialmente adecuada.
Luego se comentan las atormentadoras ideas del existencialismo, el nihilismo y el absurdismo, y sus ideas radicales en relación con el motivo de la existencia, fruto del pensamiento innovador de los siglos XIX y XX.
Se finaliza el catálogo de enfoques sobre la existencia con el aporte de Richard Dawkins y su brutal concepto del egoísmo genético como elemento impulsor de la evolución biológica y humana, y con la noción del Principio Antrópico que relaciona al hombre con el Universo, compartiendo un destino común inseparable.
Se procede entonces a iniciar este pequeño viaje por el entendimiento de una posible respuesta, a la pregunta última, sin garantía de que los resultados del mismo sean satisfactorios.
I. Platón y el conocimiento del bien
Para el filósofo ateniense Platón (427–347 a. C.), el fin último de la existencia humana es el de adquirir la más elevada forma de conocimientos, donde aquí la palabra forma es muy importante, pues Platón creía en la existencia de formas universales, que eran ideas o conceptos expresados de la manera más pura.
Estas formas ideales no existirían en el mundo real, sino en un mundo espiritual (el de las ideas), y acceder a este último mundo sería el propósito de la existencia.
Las formas de Platón podrían ser de cualquier tipo, por ejemplo la belleza, la simetría o el color, siendo el bien una de las más importantes en su pensamiento, pues para Platón el propósito esencial de la existencia el es el de tratar de obtener el mayor entendimiento de lo que es precisamente el bien.
Cabeza de Platón, copia romana de la obra original de Silanión, escultor ateniense del siglo IV a. C., posiblemente natural de Megara. La cabeza original se expuso en la escuela filosófica fundada por Platón en 387 a. C., la Academia de Atenas, tras la muerte del filósofo griego. Esta escultura se convirtió en modelo para la representación realista de bustos de otros filósofos. La obra de la imagen se ubica en la Gliptoteca de Múnich, un museo de arte grecorromano en la ciudad de Múnich, Baviera, Alemania. Fuente Wikimedia Commons. Fotografía de Bibi Saint-Pol, 2007.
II. Antístenes y las acciones virtuosas
Para el filósofo ateniense Antístenes (444–365 a. C.), a diferencia de para Platón, lo importante en la búsqueda de una justificación para la existencia es la ejecución de acciones virtuosas, en vez del entendimiento de lo que es el bien. A esta escuela de pensamiento se le llamó cinismo. Para el cínico (quien defiende esta doctrina; no confundir con el significado actual de la palabra, que denota desvergüenza y obscenidad) el propósito de la existencia es el poder distinguir entre los valores "sanos" y los antivalores "malsanos", y al hacer esto se obtiene una vida feliz, adecuadamente relacionada con la naturaleza.
Busto del filósofo griego Antístenes, fundador de la escuela cínica. Estatua de mármol, copia romana de un original helenístico perdido. Se encontró en Roma, en la Via Appia, y está ubicada actualmente en el Museo Británico. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía: Marie-Lan Nguyen, 2011.
Para ser un cínico se deben rechazar los deseos no virtuosos, tales como la fama, las riquezas y el poder, ya que estos nunca podrán otorgar la paz que brinda la verdadera felicidad.
Renunciar a estos deseos terrenales permite liberar la mente, en favor del disfrute de una existencia pura.
Antístenes solía decir:
“La verdadera virtud no necesita nada. El sabio que actúa y se comporta según su juicio tampoco necesita leyes. Las leyes son para los muchos y los mediocres, y no para los Elegidos”.
III. Aristipo y los cirenaicos: A por lo que se quiere, ahora
Los cirenaicos eran una escuela de filosofía griega hedonista y sensual, fundada en el siglo IV a. C. por Aristipo de Cirene (435–356 a. C.), quien fue alumno de Sócrates, aunque se cree que muchos de los principios de la escuela fueron formalizados por su nieto del mismo nombre, Aristipo el Joven (nacido cerca del 380 a. C.).
La escuela se llamó así por Cirene, el lugar de nacimiento de Aristipo. Cirene fue una antigua ciudad griega en la actual Libia, la más importante de las cinco colonias griegas en la región, a la que dio el nombre de Cirenaica.
Aristipo de Cirene, en un grabado de autor desconocido. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido.
La doctrina de los cirenaicos se basa justamente en lo que los cínicos rechazan, pues defiende que las personas deben aspirar en última instancia al placer del momento presente, sin tener en cuenta el dolor futuro que podría resultar de él.
Este pensamiento establece que el individuo debe buscar un curso de acción que le permita obtener la mayor cantidad de gratificación en el corto plazo, incluyendo la búsqueda de dinero, riquezas, bienes, experiencias físicas, aun si esto implica el sacrificio de los intereses o los beneficios a largo plazo.
También, en un marcado contraste con la escuela de Platón, los cirenaicos son escépticos respecto al valor del conocimiento del bien, ya que confían casi exclusivamente en su percepción de la situación inmediata, dando preferencia al placer a corto plazo en comparación con la ganancia a largo plazo.
IV. Epicuro y el placer a largo plazo, evitando el dolor
Epicuro de Samos, (341–271 a. C.) fue un filósofo y sabio griego que fundó el epicureísmo, una influyente rama de la filosofía que se volvió contra el platonismo de su época, y estableció su propia escuela en Atenas, conocida como "El Jardín".
Epicuro era un hedonista, y sostenía que lo que es placentero es moralmente bueno, y lo que es doloroso es moralmente malo, definiendo el placer como la ausencia de sufrimiento.
Para Epicuro el objetivo máximo de la existencia es el de maximizar el placer, la felicidad o el bienestar a largo plazo y así alcanzar un estado conocido como eudaimonía, lo cual se logra minimizando el dolor y la turbación (estado llamado ataraxia o tranquilidad), así como también el miedo (denominado también aponía).
Retrato de Epicuro, fundador de la escuela epicúrea, en forma de un busto de mármol blanco. Copia romana de un original helenístico perdido. Está ubicado en el Museo Británico. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de Marie-Lan Nguyen, 2011.
Esto suena razonable en principio, hasta que se consideran las inconsistencias que emergen del hecho de que, en general, distintas personas consideran placenteras y dolorosas a cosas o situaciones muy diferentes, sin que pueda darse una respuesta general.
Epicuro cree que la búsqueda de los placeres mentales es más significativa que la de los placeres físicos, debido a que estos últimos usualmente producen una satisfacción a corto plazo, mientras que los mentales aportarían gratificación o felicidad en el largo plazo.
Además, Epicuro sostenía que la raíz de todas las neurosis humanas es la negación de la muerte y el miedo irracional a esta, por asumir que será horrible y dolorosa, lo que ocasiona ansiedad innecesaria por la duda ante el dolor, la retribución divina o el castigo en el más allá. Para Epicuro la muerte es el fin, tanto del cuerpo como del alma, y por lo tanto no debe temerse.
El filósofo explica que la gente busca la riqueza y el poder a causa de estos miedos, creyendo que tener más dinero, prestigio o influencia política los salvará de la muerte.
Basándose en el pensamiento ético de Epicuro se concibió posteriormente el tetrapharmakos, o "remedio en cuatro partes", resumido por el historiador de la filosofía o doxógrafo grecorromano Diógenes Laercio (c. siglo III d. C.).
Diógenes Laercio, historiador grecorromano. Grabado del siglo XVII. Fuente: Wikimedia Commons. Grabado de autor desconocido. Fotografía de autor desconocido.
El tetrapharmakos establece cuatro recomendaciones para evitar la ansiedad o el temor existencial, proporcionando una receta a los fines de llevar la existencia más feliz posible. Dichas recomendaciones son las siguientes, dejándolas a la libre interpretación del lector:
- No temas a Dios.
- No te preocupes por la muerte.
- Lo que es bueno es fácil de conseguir.
- Lo que es terrible es fácil de soportar.
Las principales religiones monoteístas actuales predican la existencia de un único dios, y el deber de los individuos de someterse a este en el desarrollo de su breve existencia, en relación con su conducta. Cada religión especifica las cosas que se pueden o no pueden hacer, en procesos donde la revelación divina juega un rol trascendental.
Según la tradición bíblica, por ejemplo, la revelación es la manifestación de Dios a los hombres de cosas que estos no pueden saber por sí mismos. Para los creyentes, la Biblia es una fuente de revelación divina. El término revelación aparece frecuentemente en el contexto religioso y místico para referirse al acceso a una verdad secreta u oculta, frecuentemente manifestada a algunos individuos por una entidad sobrenatural y descomunal.
Muchas religiones consideran algunos de sus dogmas y partes indiscutibles de su doctrina como verdades reveladas. En ese sentido, la noción de revelación se opone a la noción científica de conocimiento adquirido mediante un esfuerzo y método deliberado.
Entonces, la revelación divina consiste en revelar, descubrir o hacer algo a través de comunicación activa o pasiva con alguna entidad sobrenatural (como la propia deidad o una entidad subalterna, tal como un ángel o arcángel). A quien ha experimentado ese tipo de comunicación divina se le suele llamar profeta. Lo revelado es, por tanto, lo dicho o dado a entender, sobre otra cosa de la cual no se tenía conocimiento previo, y que se considera verdad por los que participan de ella, constituyendo parte central de su vivencia religiosa. En esa verdad se revela el objetivo de la existencia.
Las dos principales religiones monoteístas son actualmente el cristianismo y el islam, y ambas se basan en la revelación divina para formar la doctrina de su fe.
El cristianismo es una religión monoteísta abrahámica, basada en la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazaret (4 a. C., 30–33 d. C.), llamado Jesucristo, un predicador y líder religioso judío del Siglo I, quien vivió en las regiones de Galilea y Judea, y que fue crucificado en Jerusalén en torno al año 30, bajo el gobierno de Poncio Pilato (12 a. C., 36–39 d. C.), quien fue el quinto prefecto de la provincia romana de Judea.
Jesucristo es la figura central del cristianismo, y una de las más influyentes de la historia. La mayoría de los cristianos creen que es la encarnación de Dios Hijo, y el Mesías esperado (el Cristo), profetizado en la Biblia hebrea, llamada Antiguo Testamento en el cristianismo, y cuya vida es narrada en el Nuevo Testamento, que incluye 4 evangelios canónicos.
En general, los cristianos creen que Jesús permite que las personas se reconcilien con Dios. El Credo de Nicea afirma que Jesús juzgará a los vivos y a los muertos, ya sea antes o después de su resurrección corporal, un evento ligado a la Segunda Venida de Jesús de acuerdo a las creencias cristianas. La gran mayoría de los cristianos adoran a Jesús como la encarnación de Dios Hijo, la segunda de las tres personas de la Trinidad.
El cristianismo es la religión más grande del mundo, con alrededor de 2600 millones de seguidores, siendo los cristianos la mayoría de la población en 157 países, y quienes creen que Jesús es el Hijo de Dios.
Cristo Salvador del mundo, obra del pintor griego Doménikos Theotokópoulos (1541-1614) llamado El Greco (c. 1600), ubicada en la Galería Nacional de Escocia. Las representaciones de Cristo son muy frecuentes en el arte cristiano. Fotografía del Instituto Cultural Google.
En el cristianismo, el objetivo de la existencia es lograr la salvación, obtenida mediante la piedad y gracia de Dios, debido a que todos los individuos son pecadores por naturaleza, pero en donde todos pueden ser perdonados por sus pecados, si se siguen con detalle las enseñanzas cristianas, que en el caso del cristianismo católico incluyen el perdón de los pecados siempre que ocurra el arrepentimiento sincero, la confesión exhaustiva y la penitencia proporcional, en un proceso mediado en forma indispensable con un sacerdote.
El Jardín de las Delicias, obra del pintor holandés Jheronimus Bosch (1450-1516) llamado El Bosco. En el tríptico abierto se incluyen tres escenas: La tabla izquierda está dedicada al Paraíso, con la creación de Eva y la Fuente de la Vida, mientras la derecha muestra el Infierno. La tabla central da nombre al conjunto, al representarse en un jardín las delicias o placeres de la vida. Entre Paraíso e Infierno, estas delicias no son sino alusiones al Pecado, que muestran a la humanidad entregada a los diversos placeres mundanos. Obra realizada entre 1500 y 1505, ubicada en el Museo del Prado, Madrid. Fuente: Wikimedia Commons.
La revelación cristiana afirma que solo Jesucristo, único salvador absoluto, por el misterio de su Encarnación, en su doble naturaleza humana y divina es la respuesta al sentido último de toda la existencia humana. En Jesucristo el hombre llega a conocer su verdadera identidad y el sentido último de su vocación humana. La vocación del hombre es divina y está hecho para la eternidad. Gracias a la Encarnación del Hijo de Dios el hombre ha descubierto que es capaz de Dios, y descubre no solamente el fin último de su existencia, sino que también se le revela que todo cuanto existe tiene un origen divino, responde a un propósito divino y que constituye el fundamento de todas las cosas.
En la otra gran religión monoteísta y también abrahámica, el islam, el dios Alá es concebido como absolutamente uno, único y perfecto, omnipotente, omnisciente y el único creador de todo lo que existe. Esta religión se basa en lo escrito en el libro sagrado Corán, que es la palabra de Alá revelada al profeta Mahoma (570–632), natural de La Meca (hoy Arabia Saudita), quien se considera que recibió estas revelaciones por medio del arcángel Gabriel.
El islam establece como premisa fundamental o shahada para sus creyentes de que "No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta", y donde la sumisión a Alá se logra a través del monoteísmo, la obediencia y el abandono de la idolatría.
Mahoma recibiendo su primera revelación del arcángel Gabriel. Ilustración en miniatura sobre papel del libro Jami al-Tawarij (Compendio de crónicas), también denominado Historia Universal o Historia del Mundo, del historiador persa Rashid-al-Din Hamadani (1247–1318), publicado en Tabriz, Persia, en 1307, el cual se encuentra hoy en la colección de la Biblioteca de la Universidad de Edimburgo, en Escocia.
En el islam también se considera que la existencia es una especie de prueba, sí bien coloca más énfasis en la importancia del servicio del individuo al dios Alá, siendo el propósito de la existencia el de conocer y adorar a Alá, enseñándose que que Alá es misericordioso, todopoderoso y único, y ha guiado a la humanidad a través de profetas, escrituras reveladas y signos naturales.
Es usual en ciertos seguidores del islam que si algún asunto escrito este ya referido en el Corán el primero sea considerado como superfluo, y sí no está escrito en ese libro entonces sea considerado como blasfemo.
Dado que el Corán establece que el propósito de la existencia humana es el de servir y adorar a Alá, como resultado de esto ofrece el poder llegar a las perfecciones espirituales y a la felicidad en este mundo y en otra vida. Se considera como propósito de la creación y de la existencia el servir a Alá, como una prueba para determinar quién y cómo se actúa de la mejor forma.
VI El enfoque oriental: Hinduismo, budismo y taoísmo
En general, las religiones orientales difieren de diferentes maneras, y por lo tanto en relación a la explicación que atribuyen a la existencia humana. El tema más común en la fe oriental es que el Universo, así como la existencia humana, posee una naturaleza cíclica, pudiéndose señalar que en el hinduismo se cree que las personas poseen un alma inmortal que es reencarnada después de la muerte, por lo que entonces la razón para la existencia es ganar la liberación de este ciclo a partir del concepto del karma, el cual consiste en la idea de que todas las acciones del hombre tienen consecuencias en el futuro, aún cuando esas consecuencias no ocurran hasta una futura reencarnación.
Escultura en relieve de un panel de pared del templo Hoysaleswara en Halebidu, que representa el Trimurti (tres formas o trinidad), conformado por las divinidades Brahma, Shiva y Vishnu. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido, capturada en 2005.
El hinduismo también persigue la adoración de múltiples dioses, el comportamiento bajo una determinada moral y el disfrute terrenal, pero el significado último de la existencia es precisamente el tratar de alcanzar un nivel más elevado de esta, que se encuentre por encima de los círculos y estructuras que rodean y contienen al hombre.
El hinduismo es una religión india politeísta y dharma, o forma de vida. Se trata de un sistema diverso de pensamiento, marcado por una variedad de filosofías y conceptos compartidos, rituales, sistemas cosmológicos, lugares de peregrinaje y fuentes textuales que analizan la teología, la metafísica, la mitología, el yajña védico (ritual de oblación), el yoga, los rituales agámicos (literatura tántrica) y la construcción de templos, entre otros temas.
Las creencias hindúes incluyen los cuatro Puruṣārthas, las metas o propósitos propios de la existencia humana, siendo estos: Dharma (ética y deberes), artha (prosperidad y trabajo), kama (deseos y pasiones) y moksha (liberación de las pasiones y el ciclo de muerte y renacimiento). Además, son relevantes el karma (acción, intención y consecuencias) y el saṃsāra (también ciclo de muerte y renacimiento). El hinduismo prescribe los deberes eternos, como la honestidad, abstenerse de dañar a los seres vivos o Ahiṃsā, y el buscar la paciencia, tolerancia, autocontrol, virtud y compasión, entre otros valores.
Por otra parte, el budismo es una religión india y tradición filosófica, que abarca una variedad de tradiciones, creencias y prácticas espirituales basadas en gran medida en las enseñanzas originales atribuidas a Buda (nacido como Siddhārtha Gautama en el siglo V o IV a. C.) y a las filosofías interpretadas resultantes.
El budismo también persigue niveles más elevados del ser, pero con la diferencia de que el budismo hace énfasis de la impermanencia de todos los aspectos de la existencia humana, y establece que todo el sufrimiento del hombre proviene del apego de este a cosas que tienen una duración limitada.
Buda sentado, del monasterio Tapa Shotor en Hadda, Afganistán, siglo II d.C. fuente Wikimedia Commons. Fotografía de Marek Gawęcki.
A pesar de que no hay una razón o propósito específico para la existencia, los budistas persiguen un camino, denominado de la iluminación o nirvana, un estado elevado en el cual el sufrimiento es eliminado.
Tal como se expresa en las Cuatro Nobles Verdades de Buda, el objetivo de la existencia en el budismo es superar el sufrimiento o duḥkha, causado por el deseo y la ignorancia de la verdadera naturaleza de la realidad, incluida la impermanencia o anicca, y la inexistencia del yo o anattā.
La mayoría de las tradiciones budistas enfatizan trascender el yo individual a través del logro del nirvana o siguiendo el camino de la "budeidad", poniendo fin al ciclo de muerte y renacimiento.
Para finalizar el análisis de la orientalia, debe señalarse también el taoísmo, que análogamente persigue alcanzar una paz interior, pero siguiendo lo que denominan el tao o "la vía", el cual es el orden natural percibido del Universo, lo que se corresponde con la asertiva y sabia toma de decisiones por parte de los individuos.
En el taoísmo, el tao es la fuente de todo y el principio último que subyace a la realidad. El taoísmo enseña sobre las diversas disciplinas para lograr la perfección, a través del autocultivo. La ética taoísta varía según la escuela en particular, pero en general tiende a enfatizar el wu wei que consiste en la acción sin intención, la naturalidad, la sencillez, la espontaneidad y los denominados Tres Tesoros, que son la compasión, la frugalidad y la humildad.
A Lao-Tse se le considera uno de los filósofos más relevantes de la civilización china. La tradición china establece que vivió en el Siglo VI a. C. y se le atribuye haber escrito el Tao Te Ching, obra esencial del taoísmo. De acuerdo con este libro, el tao o "camino" puede verse como el cambio permanente, y este constituye la verdad universal.
Una escultura de piedra de Lao-Tse, ubicada al norte de Quanzhou, en provincia de Fujian, en la República Popular China, situada al pie del monte Qingyuan. Fuente: Wikimedia Commons. Autor: Thanato.
VII El existencialismo y libre albedrío, de Søren Kierkegaard
En el Siglo XIX se produjeron avances importantes para tratar de dar una razón a la existencia, de hecho con tal intensidad que se creó toda una línea de pensamiento precisamente con ese nombre, el existencialismo, la cual establece que el libre albedrío es el valor más importante de la existencia humana.
Entre las primeras figuras asociadas con el existencialismo se encuentra el filósofo danés Søren Kierkegaard (1813–1855), quien criticó el racionalismo, el cual considera la razón como la fuente principal y única base de valor del conocimiento humano en general, y se preocupó por el problema del significado.
Boceto inacabado de Søren Kierkegaard (c. 1840) realizado por su primo, Niels Christian Kierkegaard. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de la Biblioteca Real de Dinamarca.
Gran parte de la obra filosófica de Kierkegaard trata los temas en relación al individuo, dando prioridad a la realidad humana concreta individual sobre el pensamiento abstracto, y destacando la importancia de la elección y el compromiso personal, inmersos en el libre albedrío asignado al Hombre, con la responsabilidad inherente que ello implica.
El existencialismo explora el problema de la existencia humana y se centra en la experiencia subjetiva en primera persona de pensar, sentir y actuar.
En la visión del existencialista, el punto de partida del individuo ha sido llamado "la angustia existencial", una sensación de pavor, desorientación, confusión o ansiedad frente a un mundo aparentemente sin sentido o absurdo. Los existencialistas exploran con frecuencia cuestiones relacionadas con el significado, el propósito y el valor de la existencia humana.
Los existencialistas creen en la unicidad de todos los individuos, y están en contra de que sea posible prescribir un libro de reglas y significados para cada uno. Para los existencialistas, es responsabilidad de cada individuo la de buscar el significado de su propia existencia, a diferencia de las otras filosofías que han sido referidas.
El nihilismo es un movimiento filosófico pesimista, que rechaza la creencia en cualquier tipo de significado objetivo para la existencia humana, estableciendo que todos los sistemas de valores carecen de fundamento.
El nihilismo se asocia frecuentemente con el filosofo alemán fatalista Friedrich Nietzsche (1844–1900), sí bien otras personas han contribuido a lo largo de las eras del pensamiento, estando estrechamente ligado con los pensamientos afines de la posmodernidad.
Los nihilistas ven a las otras filosofías como intentos desesperados para encontrar un significado en lo que es un mundo implacable y sin sentido. Dado que al final, nada realmente importa, entonces todas aquellas cosas que preocupan al hombre cotidianamente, tampoco importan.
Friedrich Nietzsche, cerca de 1875 en Basilea, Suiza. Nietzsche fue un filósofo, crítico cultural y filólogo alemán, cuyo trabajo ha ejercido una profunda influencia en la historia intelectual moderna. Fuente Wikimedia Commons. Fotografía de Friedrich Hermann Hartmann.
El nihilismo establece que la existencia no tiene sentido, rechaza aspectos fundamentales de la existencia humana, como la verdad objetiva, el conocimiento, que pasa a ser imposible, la moral, los valores, que serían entonces infundados, o el mismo significado.
El nihilismo se asocia frecuentemente con la anomia, que consiste en la condición social definida por un desarraigo o ruptura de cualquier valor moral, estándar o guía que los individuos deben seguir, para entonces explicar el estado de ánimo general de desesperación ante la inutilidad percibida de la existencia o la arbitrariedad de los principios humanos, y de las instituciones sociales.
Se trata entonces de una corriente filosófica que sostiene la imposibilidad del conocimiento, y niega la existencia y el valor de todas las cosas, negando toda creencia o todo principio moral, religioso, político o social.
IX El absurdismo de Camus y la carencia de propósito
El absurdismo puede considerarse como una rama del nihilismo, y ha sido desarrollado por el escritor francés nacido en Argelia Albert Camus (1913–1960). En 1957 Camus obtuvo el Premio Nobel de Literatura, siendo un activista político parte de la izquierda, que se opuso a la Unión Soviética por su totalitarismo.
Albert Camus en 1957, quien contribuyó al surgimiento de la filosofía conocida como absurdismo. Camus centró la mayor parte de su filosofía en torno a cuestiones existenciales, lo absurdo de la vida y el final inevitable (la muerte). Su creencia era que lo absurdo, es decir la vida sin significado o la incapacidad humana para conocer ese significado, si existiera, era algo que el Hombre debería abrazar. Camus consideró incluso que la cuestión del suicidio surge naturalmente como una solución al entendimiento de lo absurdo de la existencia. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de United Press International.
El absurdismo es la teoría filosófica que sostiene la premisa de que la existencia en general es absurda, lo que implica que el mundo carece de significado o de un propósito superior, y que no es totalmente inteligible por la razón.
Algunos argumentos a favor del absurdismo se centran en la insignificancia humana en el Universo, en el papel de la muerte o en la inverosimilitud o irracionalidad de postular un propósito último. El mito de Sísifo de la mitología griega a menudo se trata como un ejemplo clave del absurdismo.
Sísifo, obra del pintor italiano renacentista Tiziano (1488-1576), actualmente ubicada en el Museo del Prado, Madrid. La obra representa a Sísifo, rey de Éfira y condenado por Zeus a hacer rodar inútilmente con su cabeza y empujando una gran roca cuesta arriba, que continuamente se precipitaba hacia abajo, por haber revelado que Zeus había secuestrado a Egina. El mito griego de Sísifo suele asociarse al absurdismo, que considera a la existencia moderna como un hecho no menos absurdo que el castigo de Sísifo. Influenciado por filósofos como Søren Kierkegaard, Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche, Albert Camus presenta su filosofía del absurdo, donde este reside en la yuxtaposición entre la necesidad humana fundamental de atribuir sentido a la vida y el silencio irrazonable y pavoroso que el Universo le ofrece como respuesta en ese sentido.
El absurdismo emerge como contradicción entre el deseo innato individual de descubrir el significado de la existencia y la manifiesta imposibilidad de lograrlo, en un Universo que finalmente se presenta como sin sentido. Esto conduce a la insatisfacción en relación a todo, donde una solución consiste simplemente en aceptar lo absurdo de la existencia, y vivirla sin que necesariamente haya una razón para ello.
X Desde el enfoque biológico del egoísmo genético al cosmológico del principio antrópico
Desde el punto de vista centrado en los genes, se deduce que cuanto dos individuos están más genéticamente relacionados, más sentido tiene (en el nivel de los genes) que se comporten cooperativamente entre sí. Se espera que un linaje evolucione para maximizar su aptitud inclusiva: El número de copias de sus genes transmitidos globalmente, en lugar de por un individuo en particular. Como resultado, las poblaciones tenderán hacia una estrategia evolutivamente estable.
El enfoque de Dawkins es terrible, ya que considera que la razón de la existencia no es más que la de perpetuar a la misma a nivel de los genes, siendo totalmente independiente de que se persiga algún objetivo ético, moral o elevado, que sin embargo emergen cuando la inteligencia de la máquina biológica diseñada por los genes alcanza un nivel determinado de complejidad, y que en caso de prosperar aún más, como al parecer está ocurriendo en la especie humana, avanzando en forma exponencial , permitirá cambiar las reglas del proceso biológico genético señalado, al tomar el Hombre el control genético total de la especie, siendo inevitable el desarrollo de un posthumano mucho más fuerte, longevo, capaz e inteligente, esperando con angustia y los mejores deseos que también esté más ennoblecido.
Finalmente, es posible mencionar la razón de la existencia humana desde un punto de vista cosmológico físico. La base de ello es el llamado principio antrópico, el cual establece que el Universo es como es debido a que si no fuera como lo observamos sería imposible que existieran entidades inteligentes como los seres humanos, capaces de abordar el proceso de observación y análisis del propio Universo.
Los defensores del principio antrópico, que han incluido una cantidad significativa de físicos y filósofos desde que se iniciara su planteamiento, argumentan empleando versiones "débil" y "fuerte" del mismo, que explican por qué el Universo tiene la edad y las constantes físicas fundamentales necesarias para dar cabida a la vida consciente, ya que si cualquiera de los dos hubiera sido levemente diferente, el Hombre no estaría aquí para hacer observaciones.
El principio antrópico fuerte (SAP), propuesto por el cosmólogo inglés John D. Barrow (1952–2020) y el también cosmólogo estadounidense Frank. J. Tipler (n. 1947), establece que el Universo está, en cierto sentido, obligado a que eventualmente emerja vida consciente y sensata dentro de él.
John D. Barrow, fotografiado en 2012. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de Festival della Scienza, Genova.
Frank J. Tipler. Fuente: alchetron.com. fotografía de autor desconocido.
El razonamiento antrópico se usa a menudo para lidiar con la noción de que el Universo parece estar "bien sintonizado" para que exista la vida inteligente, como la humana. La razón de la existencia del hombre parece ser entonces muy sencilla: El hombre es la manera que tiene el Universo para pensarse a sí mismo.
Conclusión
Llegado a este punto, se ha expuesto muy brevemente y en forma imperfecta 10 aproximaciones para dar una respuesta de cuál es el objetivo de la existencia humana.
El portafolio ofreció perspectivas desde diferentes puntos de vista y opciones, que pretenden satisfacer a las ambiciones más variadas de las personas, que incluyen las nociones de trascendencia, reconocimiento, ética y moral, temor, apatía y hasta la posibilidad de salvación del alma inmortal, en el difícil camino de dar sentido a todo lo que rodea al Hombre.
Algunas respuestas brindan serenidad y resignación, otras esperanza y un premio mayúsculo o un castigo abominable al término de la existencia, mientras que en ciertos casos se desprecia a la misma con desdén ante la aparente imposibilidad humana de otorgar una respuesta certera. Finalmente la impiedad de la biología y de la cosmología aportaron interesantes enfoques que no deberían ser descartados.
Los más sabios tal vez considerarán las palabras del poeta y político cubano José Martí (1853–1895), quien dijera:
“Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su existencia: Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”.
Se trata es una sencilla forma de afirmar que al Hombre se le recordará por buenas obras, su sana descendencia y su ejemplo, lo cual ayuda a dejar cierta huella en el peculiar Universo en que se vive.
Conocida entonces la razón de la existencia humana puede procederse con parsimonia con el siguiente paso trascendental:
¿Y ahora qué?
Fabián Robledo Upegui.
Mayo, 2022.
Buen resumen Fabián. Es un tema donde existen infinidad de posturas filosóficas, falta por ejemplo Spinoza. Yo creo que estamos para aprender y generar aportes a la siguiente generación.
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