Flota figurada de quioscos dazzling en el Norte de Valencia
Detalle abstracto del peculiar diseño pictórico no figurativo de un quiosco en la Avenida Bolívar Norte de Valencia. Fotografía de Fabián Robledo, 2022.
Flota figurada de quioscos dazzling en el Norte de Valencia
I. Introducción
¿Qué tienen en común un monumental acorazado, monstruo de acero y vapor que batalló en alguna de las dos guerras mundiales y un modesto quiosco de revistas y golosinas en la Av. Bolívar Norte de la ciudad de Valencia, Venezuela?
Su relación se tratará de explicar en estas líneas, así como la que puede establecerse con otros elementos aparentemente inconexos, pero que comparten características comunes, siendo el precio a pagar por el entendimiento el de liberar un poco las restricciones de los esquemas conceptuales preestablecidos en relación a funcionalidad y estética.
II. Los acorazados
Un acorazado (battleship en inglés) es un gran buque de guerra blindado, equipado con una batería principal de múltiples cañones de gran calibre. Los acorazados dominaron la guerra naval desde finales del siglo XIX hasta principios del XX, en una época anterior a la tecnificada actual donde la guerra naval se desarrolla con misiles inteligentes de largo alcance, y en la cual el veterano y brutal proyectil de 14 a 18 pulgadas de diámetro del acorazado generaba un daño devastador debido a su energía química liberada en la explosión, aunada a la monumental energía cinética adquirida con motivo de la explosión que le daba impulso al recorrer fugazmente el ánima hueca del cañón.
Estos buques se diseñaron para sostener virtuales duelos de pistoleros en las aguas donde, como es usual, el que pegara con más fuerza, más lejos, más rápido y con mayor precisión llevaba la ventaja.
Los acorazados fueron reemplazados como el pilar fundamental de cualquier armada moderna a partir de mediados de la Segunda Guerra Mundial, con el surgir de la estrategia de aplicación de los buques portaaviones y su significativo y nuevo poder aeronaval de largo alcance, gracias a los aviones bombarderos a nivel, bombarderos en picado y torpederos, ante el cual el acorazado no podía oponer más resistencia efectiva que la de su colosal capacidad de encajar golpes de bombas y torpedos, cuyo ejemplo emblemático consiste en la resistencia inútil y el suicidio mecanizado que implicó el hundimiento del superacorazado japonés Yamato de 72000 toneladas, por parte de la Armada de los Estados Unidos en la Batalla de Okinawa, ocurrida en 1945, la cual fue el canto del cisne de este tipo de mortífera arma, que implicaba miles de personas a bordo.
Los acorazados fueron protagonistas de grandiosos y dramáticos episodios de la guerra naval de las dos últimas guerras mundiales. En la Batalla de Jutlandia, ocurrida en la Primera Guerra Mundial y que tuvo lugar frente a las costas de Dinamarca en el mar del Norte, se enfrentaron 27 buques alemanes contra 37 barcos ingleses (incluyendo acorazados y cruceros de batalla, una nave similar en poder al acorazado, pero más ligera y por ende más rápida). Las naves literalmente se despedazaron a cañonazos entre sí, y ambos bandos reclamaron la victoria, sí bien estratégicamente esta fue para los británicos, a pesar de que perdieron más buques y más marineros, unos 6000 británicos frente a 2500 bajas alemanes.
Ya en la Segunda Guerra Mundial, cabe señalar el duelo a muerte efectuado entre los dos buques insignia de los combatientes, por el bando británico el veterano y poderoso crucero de batalla británico HMS Hood, y por otra el ultramoderno acorazado alemán Bismarck, barcos equipados cada uno con el potente armamento de 8 cañones de 15 pulgadas de diámetro, los cuales se enfrentaron en la Batalla del Estrecho de Dinamarca, en 1941. Ambos buques se dispararon con terrible fuerza, pero la fortuna de la mortal precisión en el tiro fue para los teutones, una de cuyas salvas despiadadas hizo literalmente volar por los aires al Hood, otrora buque orgullo de la flota británica, generando una explosión devastadora en su parque de municiones, causal de tal mortandad que solamente tres de los miles de tripulantes sobrevivieron.
Luego de esa derrota, todos los esfuerzos de la armada inglesa se dedicaron a la venganza, logrando detectar, primero averiar y luego destruir al acorazado alemán Bismarck, cuando esa nave fue acorralada y fusilada a cañonazos por los acorazados ingleses, incluyendo como verdugo a otro brabucón con mucho poder artillero, el acorazado británico HMS Rodney.
El Bismarck combatió hasta el último momento, recibiendo una inconmensurable cantidad de cañonazos, que no fueron capaces de hundirlo, acto que tuvo que ser completado rápidamente por la propia tripulación, "abriendo los grifos" actuando sobre el casco moribundo y humeante que servía ya solo como maqueta para el infierno, de modo que el una vez moderno buque y sus secretos de construcción, incluyendo la formidable aleación de acero alemán Krupp, no cayeran en el bando enemigo. Hoy ese pecio descansa en posición horizontal en el frío e hipóxico fondo abisal, a miles de metros de profundidad como muda, oscura e inerte tumba de guerra.
Finalmente, puede mencionarse un episodio ocurrido en el Océano Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, en la Isla de Guadalcanal, la mayor de las Islas Salomón. La noche del 12 de noviembre de 1942, los acorazados de la Armada Imperial Japonesesa Hiei y Kirishima atacaron una flota de 5 cruceros americanos, hundiendo al Atlanta y al Juneau, pero en la violenta refriega a cañonazos el Hiei sufrió graves daños y fue hundido por aviones estadounidenses al amanecer. Los japoneses se retiraron, pero la noche del 14 de noviembre el Kirishima volvió a la carga, ahora escoltado por varios cruceros. Los norteamericanos se habían reforzado con los acorazados South Dakota y Washington, que recibieron cordialmente al buque japonés con el pleno fuego a discreción de sus armas. El Kirishima logró hundir a cañonazos a tres destructores, e impactar proyectiles repetidamente en el South Dakota, obligándolo a retirarse y abandonar maltrecho el combate, pero el Washington apareció de nuevo en la oscuridad, y su poderoso fuego de artillería naval hundió al Kirishima, que se fue a pique entre roncos rugidos silbantes de vapor sobrecalentado. Guadalcanal quedaría en manos americanas. Los acorazados fueron entonces los dueños del mar.
III. El camuflaje de deslumbramiento, dazzling
El camuflaje disruptivo o camuflage de deslumbramiento (en inglés dazzling), fue una familia de camuflajes para barcos que se usó ampliamente en la Primera Guerra Mundial y, en menor medida, en la Segunda Guerra Mundial y después. Su invención se le acredita al artista marino británico Norman Wilkinson (1878–1971), quien fue un relevante estudioso de este tipo de enmascaramiento naval para los buques de guerra, y que fue empleado en ciertos acorazados y portaviones, de gran porte.
El camuflaje disruptivo consistía en aplicar a las superficies principales del buque (normalmente de color gris) nuevos patrones complejos de formas geométricas, en colores contrastantes que podían incluir al blanco y al negro, que se interrumpían y se cruzaban entre sí oblicuamente. A diferencia de otras formas de camuflaje, la intención de este particular enmascaramiento no es ocultar al barco, sino dificultar al enemigo la estimación de su distancia, velocidad y el rumbo, de manera que propicie la toma errónea de decisiones al adversario en relación a su adquisición como blanco, y la posterior dirección de tiro que permita la entrega de los proyectiles de los cañones.
Este camuflaje, denominado dazzle en inglés, fue adoptado por el Almirantazgo en el Reino Unido, y luego también por la Armada de los Estados Unidos. El patrón de deslumbramiento de cada barco era único, para evitar que el enemigo reconociera instantáneamente las clases de barcos.
Surgía así la posibilidad implícita residual de hacer arte abstracto con cada diseño, en tiempos contemporáneos con las vanguardias pictóricas emergidas en Europa. El camuflaje dazzle atrajo incluso la atención de artistas como el español Pablo Picasso, pintor innovador adverso al buen uso de la perspectiva y de la representación realista, quien afirmó erróneamente que cubistas como él lo habían inventado.
IV. Los quioscos y el Hawái de Valencia
Un quiosco o kiosco es en principio una construcción ligera formada por varias columnas o pilares que sostienen una cubierta. Estas estructuras pequeñas se instalan en la calles o aceras, o en otro lugar público, generalmente con la finalidad de vender en ella periódicos y revistas, así como flores, entre otros muchos artículos que pueden incluir comestibles. En Venezuela, el término suele aplicarse eventualmente a cualquier sitio donde vendan revistas, periódicos, comestibles ligeros, golosinas, flores o loterías, entre otros.
Etimológicamente, la Real Academia Española prefiere la utilización de "q" para la letra inicial de "quiosco", aunque admite también el empleo de la letra "k" (kiosco). La palabra original de la que deriva es kōšk (que significa "pabellón" en idioma pahlavi), la cual ha llegado al castellano a través del francés kiosque, que a su vez la tomó del turco köşk, y este del persa košk. De modo que esa humilde palabra nos une con el Imperio persa, desde de Ciro el Grande hasta el Sha Mohammad Reza Pahleví, tristemente derrocado en 1979 por la fanática religiosa Revolución Iraní y la falta de agallas del presidente demócrata de los EE. UU. Jimmy Carter, quien dejó caer a su mejor aliado en el medio oriente, cambio que desde entonces retrasó los relojes de esa otrora pujante nación de Irán en unos 1000 años, en especial en su trato hacia la mujer, en comparación con la luz de la cultura occidental.
El quiosco puede tener abiertos los lados, siendo entonces equivalente a un pabellón, un templete o un baldaquino; o bien tenerlos cerrados, con lo que se asemeja a una caseta, en cuyo caso la función sustentante puede recaer en los propios paneles o tabiques de cerramiento, dado lo ligero de la estructura. La función del quiosco es proporcionar una relativa protección de la radiación solar y de la lluvia, y brindar un pequeño espacio de almacenamiento y puesto de venta en la vía pública de forma estable, por oposición a los de venta callejera o buhonería ambulante. Por lo tanto, los quioscos suelen estar sujetos a algún tipo de regulación, autorización, permiso o concesión administrativa, típicamente municipal. Su emplazamiento habitual son jardines, plazas, grandes vías, bulevares y calles con aceras de suficiente amplitud, entre otros.
En Valencia, es oportuno recordar a uno de los más emblemáticos e importantes quioscos de la ciudad, que lamentablemente hoy no existe. Se trataba del quiosco Hawái, ubicado en el sector Los Sauces de la Avenida Bolívar Norte de Valencia. No era propiamente un quiosco "canónico", sino un local comercial adyacente a una refresquería y fuente de soda, pero representaba, desde la década de 1970, posiblemente el más bien dotado quiosco de revistas y periódicos de la ciudad, atendido por su gentil dueño europeo de origen portugués, en otro de tantos casos donde los extranjeros del Viejo Continente dieron ejemplo al criollo de originalidad y dedicación a un trabajo comercial que enriquecía la cultura de los habitantes, por medio de la distribución y venta de los contenidos de las publicaciones que allí estaban disponibles.
El Hawái se especializó en ofrecer la mayor variedad de revistas nacionales e importadas en español, inglés, francés, alemán e italiano, en una época muy anterior al origen de Internet, donde solo lo escrito en papel con tinta brindaba información relevante al valenciano, en tiempos en que esos saberes eran atesorados por el individuo ávido de intelectualidad. Ese sitio era la opción regional para adquirir, por ejemplo, revistas de divulgación científica, tales como la americana Scientific American o su edición en español Investigación y Ciencia, o la francesa Mundo Científico de La Recherche, así como también National Geographic, Geo y GeoMundo, entre muchas otras, que incluían hasta la ubicua y estimada Mecánica Popular.
Para conocer más la historia, se esperaba a la muy exhaustiva revista española Historia y Vida, editada en blanco y negro, o la italiana Storia. Los aficionados al Fútbol compraban con regularidad su ejemplar de Don Balón o la magnífica guía de ese deporte Datos Fioravanti, y las damas solicitaban sus variadas revistas de tejidos y costuras, como Burda. Y por supuesto, no podían faltar a la revistas del jet-set que incluían las españolas Hola e Interviú, o las criollas Venezuela Farándula, Venezuela Gráfica, Vanidades y Ronda.
En el ámbito de política interna se encontraban la revista Resumen, editada por Jorge Olavarría, Zeta, editada por Rafael Poleo, así como también Auténtico, entre otras que analizaban agudamente las actuaciones del gobierno de turno (porque había turnos entonces, dados por la genuina y pulcra actividad electoral) y la política económica, revistas atentas a señalar cualquier error u omisión en el comportamiento presidencial y ministerial, como era usual en un país que vivía en una democracia con alternancia demostrada y la plena separación de poderes, que garantizaba su sostenimiento en el tiempo. Un esquema de difícil entendimiento para la generación actual, que no ha visto otro sistema de gobierno más que el que actualmente ejerce.
Se debe mencionar una opción extraordinaria relacionada con los quioscos que floreció en Venezuela entre los años 1970 y 1990, que fue la venta de enciclopedias por breves fascículos, invento español que ponía al alcance de cualquier bolsillo una erudita obra muy bien editada y a full color sobre temas específicos, siendo entregada por fascículos, cada uno de unas 20 a 30 páginas, uno por semana.
El Hawái se especializó también en la venta en este tipo de publicaciones de muy bajo costo, donde los clientes "reservaban" sus ejemplares. Completar la enciclopedia podía llevar típicamente de 2 a 3 años, y el editor periódicamente ponía a la venta las "tapas" de encuadernación, y entonces se podía ir a una imprenta para empastar el tomo correspondiente (como la excelente imprenta Vanguardia, ubicada en el sector San Blás de Valencia, atendida por su dueño, otro comerciante europeo de origen Báltico, experto en encuadernaciones) y el tomo quedaba como un ejemplar original.
De esa forma, en muchas casas de clase media se abastecieron muebles de biblioteca con enciclopedias como estas, leídas y repasadas de extremo a extremo debido a sus entregas graduales, progresivas y económicas. Algunos nombres de estas enciclopedias fueron Los Grandes Compositores y sus Obras Maestras, Enciclopedia Ilustrada de la Aviación, Ciencia Ilustrada, La Segunda Guerra Mundial, Evolución, Armas en la Paz, entre tantas otras.
Lo que se acaba de describir es posiblemente incomprensible para el joven promedio perteneciente a la actual "generación de algodón de azúcar", o a la anterior "generación de cristal", pues basta con preguntarle a uno de sus miembros: ¿Cuántos libros lees al año, ya sea escritos de en papel o en formato electrónico? para calibrar en justa medida su ambición intelectual y acervo de lectura.
Casi invariablemente, las editoriales implicadas de mejor calidad eran españolas incluyendo Salvat, Sarpe, Delta o Bruguera (nuevamente la contribución cultural europea), ofreciendo productos de impresión de alta calidad. Al menos 2 generaciones de jóvenes venezolanos se formaron accediendo a esos relevantes contenidos. Las enciclopedias entregadas por fascículos se extinguieron gradualmente desde 1984, con motivo de la reducción de las importaciones a causa de la dramática crisis económica experimentada en esos tiempos, que hoy es risiblemente sencilla en comparación con el macrodesastre económico y social de la nación transcurrido desde hace poco más de 20 años.
El Hawái se extinguió, y su local fue demolido debido presuntamente a la ampliación del ancho la Avenida Bolívar Norte, gestionada por el Alcalde Paco Cabrera en la década de 2000, como una inteligente obra para atender el dramático aumento del tráfico automotor experimentado en la entonces floreciente ciudad en desarrollo que era Valencia, y como bien imaginado requisito previo para aliviar el curso de vehículos con motivo de la programada construcción de las estaciones de metro de la ciudad, una de las cuales estaría ubicada justo al frente del Hawái.
Hoy, a más de veinte años, el metro nunca llegó operativo hasta ese sitio, ante la visible imposibilidad o cambio de prioridad de las posteriores gestiones para completarlo, extrañamente a pesar de los cuantiosos recursos disponibles en la nación debido a la más alta de las rentas petroleras recibidas en el país (mucha de ella presuntamente regalada como figurado tributo de satrapía al decrépito emperador ideológico de un país insular caribeño, y a otros que siguen causas muy reñidas con los valores universales del Hombre) cuando aún se producía cuantiosamente el oro negro nacional. El tráfico automotor de la ciudad menguó significativamente, motivado a la diáspora de habitantes y empresas por la sistemática crisis económica, política y social, y a la virtual desaparición de las plantas de fabricación local de vehículos estadounidenses y europeos, en la otrora Ciudad Industrial de Venezuela.
En estos quioscos también estaban disponibles para la venta las barajitas (o cromos en buen español) de los múltiples "Álbumes" de contenidos culturales y deportivos, que desde la década de 1960 se ofrecían en Venezuela a niños y jóvenes, brindando sano entretenimiento e iniciándolos en el canje y comercio de activos (las estampitas a todo color o barajitas) mediante el interactivo proceso social de intercambio transaccional de barajitas (casi tan agudo y satisfactorio como el de las metras o canicas, donde el venezolano es genéticamente muy apto), así como también propiciando recompensa a la figurada y humana tarea del cazador, a la búsqueda del premio de la barajita deseada como codiciado trofeo de presa, biología evolutiva en acción imbricada con desarrollo cultural.
Cada año, se esperaba el Álbum del Béisbol Profesional, donde los muchachos se emocionaban con el genuino talento nacional de profesionales de los equipos venezolanos, que también brillaban en las Grandes Ligas de EE. UU. , tales como David Concepción, Baudilio Díaz, Víctor Davalillo o Antonio Armas, entre tantos otros; sin olvidar las joyas de la corona de los álbumes, que eran los correspondientes al Mundial de Fútbol FIFA, (donde tristemente Venezuela aún solo es un espectador pero buen fanático, si bien de otros equipos y en muchas ocasiones gratuitamente, salvo por la tradicional fidelidad de parentesco sanguíneo). El de la Copa Mundial FIFA al parecer es hoy el único álbum que ha sobrevivido con éxito, en relación a este ya casi arqueológico tipo de entretenimiento, que se niega a morir en la era digital.
Barajita del álbum de la Copa FIFA en su edición de 1974, mostrando al delantero neerlandés mundialista René van de Kerkhof (n. 1951), quien tenía un hermano gemelo en la misma selección nacional de fútbol, siendo ambos integrantes de la poderosa y trituradora naranja mecánica holandesa, dos veces consecutivas finalista, pero que no pudo coronar gracias a los avances de las superiores selecciones alemana (1974) y argentina (1978), con quienes Holanda se enfrentó en el partido final. Nótese la gran calidad pictórica y de diseño del cromo, que a casi 50 años de su distribución, posee sus colores intactos. Se trataba de íconos atesorados por los niños y jóvenes, de sus ídolos de fútbol internacional de alto desempeño, y donde solo el pelo largo o la barba espesa de los más excéntricos jóvenes deportistas podía representar una cierta disfunción con respecto a la estética aceptada socialmente, especialmente en Venezuela. Luego llegarían el mal ejemplo del consumo de drogas de ciertos "encumbrados" futbolistas y las automutilaciones irreversibles en forma de tatuajes y estiletes clavados en la piel de los nuevos "divos" del fútbol, empezando por las orejas, a medida que la exigida noción moral de masculinidad imperante entonces fue cediendo espacios a la presión de la decadencia. Fotografía de Fabián Robledo, 2023.
Existían álbumes dignos de mención, como el didáctico El por qué de las cosas o el magníficamente ilustrado álbum titulado Billetes y Habitantes del Mundo, verdadera joya de la numismática y la etnografía, distribuido a principios de los años 80, en donde por primera vez se suministraba una obra que integraba conocimientos geográficos, históricos y relacionados con el papel moneda. Nunca más se volvieron a editar álbumes de este tipo en Venezuela, salvo la excepción referida del Mundial de la Copa FIFA, y motivado a la promoción comercial internacional que lo impulsa, donde la creación de falsos dioses deportivos nacidos en otros países es una de las prioridades.
Muy popular fue la serie de barajitas del album llamado Amor es..., hoy impensable debido a la desnudez de los dos chiquillos en las barajitas, personajes que compartían tiernos y pertinentes mensajes en una época donde la inocencia era lo primero, siendo muy popular este álbum en los jóvenes estudiantes, incluyendo los universitarios, y un recurso para las naturales relaciones de cortejo del tesoro de juventud.
V. Los kioscos dazzling del norte de Valencia
Llegando a este punto, cabe preguntarse qué vínculo puede existir entre los buques de guerra referidos, el camuflaje dazzling y los quioscos de Valencia, objetos tan dispares en tamaño, aplicación y diseño.
Pues aunque parezca insólito si la hay, y está relacionada justamente con un peculiar esquema pictórico aplicado recientemente a un conjunto sistemático de quioscos ubicados en la Avenida Bolívar Norte de Valencia (designada también como Av. 100), situados todos aproximadamente desde el sector de la Urb. El Viñedo hasta el de la Urb. Guaparo.
En efecto, desde el año 2022 se ha observado que algunos de los quioscos ubicados en la aceras de esa arteria vial han sido pintados exteriormente con patrones no figurativos muy parecidos a los del esquema pictórico de enmascaramiento dazzling aplicado a los barcos de guerra que se señaló en la sección III, y que son muy similares entre sí, lo cual lleva a pensar en una iniciativa común de expresión artística aplicada pintando las superficies de esas entidades.
Se desconoce el nombre del artista que diseñó la especial pintura de los quioscos, y sí se corresponde o no con una iniciativa municipal u otra privada de estandarización para el adorno de la ciudad. En cualquier caso, el efecto estético es positivo, llama la atención a la vista e invita a reflexionar sobre su significado abstracto, y luego de lo expuesto anteriormente es fácil encontrar las analogías correspondientes con los buques dazzling cuando se analizan los trazos, colores, dirección y grosor de las bandas, en una surreal similitud que trasciende la aplicación o la funcionalidad, en beneficio solo de la exploración visual imaginativa.
Hay por lo menos 4 quioscos identificados con diseños de este tipo, los cuales se refieren en las siguientes imágenes.
- La hipótesis de la cripsis sugiere que las rayas permiten que el animal se mezcle con su entorno o rompa su contorno para que los depredadores no puedan percibirlo como una sola entidad.
- La hipótesis de la confusión, que establece que las rayas confunden a los depredadores, ya sea por dificultar la distinción de individuos en un grupo y para determinar el número de cebras; dificultando la determinación del contorno de un individuo cuando el grupo se escapa; reduciendo la capacidad de un depredador para realizar el seguimiento de un objetivo durante una persecución, justamente el uso previsto del referido dazzling.
- La hipótesis aposemática, que sugiere que las rayas sirven como coloración de advertencia.
- La hipótesis de la función social, que establece que las rayas cumplen un papel en el reconocimiento intraespecífico o individual, la vinculación social, el aseo mutuo o como señal de aptitud o fortaleza.
- La hipótesis termorreguladora, que sugiere que las rayas ayudan a controlar la temperatura corporal de la cebra.
- La hipótesis de la protección contra moscas, que sostiene que las rayas disuaden a las moscas chupadoras de sangre.
El parque estaba ubicado al sur del estado Carabobo, en la vía hacia el Sitio Histórico Campo de Carabobo, en la sábana que en general posee el mismo nombre. El safari debía ser recorrido en automóvil con aire acondicionado (vidrios cerrados) a través de una vía que serpenteaba por diversos sectores de espacios abiertos con especies compatibles que no constituyeran el tradicional par depredador-presa. Tuvo un éxito espectacular, y durante muchos años fue referencia turística nacional, y miles de personas conocieron a las bestias y a las fieras de África.
Cabe destacar que en el recorrido del safari, los propietarios de los autos high-line, en la época en la que en Venezuela se fabricaban automóviles masivamente, como eran los lujosos, potentes y amplios y Dodge Coronet Spetial Edition, Chrysler LeBaron y el Chevrolet Malibu Classic, entre otros, todos equipados con el muy de moda y elegante "techo de vinilo" que los distinguía de los vehículos low-line o "regulados" (que era la opción para el clase media cualquiera); descubrían con horror que los osos dañaban el vinilo con sus afiladas y fuertes garras, al seguir juguetonamente al auto de pie, agarrados por las ventanas, a lo que se puede añadir el daño que los ocurrentes macacos producían también en el vinilo con sus uñas, usándolo como material semiblando antiestrés, redecorándolo, y logrando que la visita tuviera razones adicionales para ser recordada por el conductor, que solo privado de razón abriría la puerta de su carro para librarse de los animales.
Algunos de esos vehículos hoy todavía ruedan, viejos, oxidados y carcomidos, rumbo a la extinción, como también le ocurrió a la reserva animal del Safari Carabobo y donde sus áreas fueron convertidas presuntamente en una urbanización con el mismo nombre, y cuenta una leyenda urbana que aún puede verse por allí, retozando en la hierba, a alguna cebra semioculta pastando en alerta en la sabana de Carabobo, con su impecable traje de camuflaje dazzling y tal vez, y gracias a Dios, protegiendo a su joven cría, soñando ambas con la misteriosa sabana africana de la que fueron arrebatadas.
Fabián Robledo Upegui.
Marzo, 2023.
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