Pirro: ¿Partero del Imperio Romano?

Pirro de Epiro. Fotografía de Marie-Lan Nguyen, 2011. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.

Pirro: ¿Partero del Imperio Romano?

Pirro (318–272 a.C.) era rey del Epiro, uno de varios reinos griegos formados tras la muerte de Alejandro Magno (356–323 a. C.). Descendía del linaje moloso de Olimpia (375–316 a. C.), la madre de Alejandro.  Criado con la Ilíada como Biblia, el joven Pirro se sentía, ¿por qué no?, heredero de Aquiles. Lucía una barba rojiza por lo que fue llamado Pirro (de pyros, fuego, que conocemos por los pirómanos). Pirro destacó desde joven en el arte militar en varias campañas en Grecia, que veía pequeña para sus ansias de gloria.

En Italia, tras derribar a la monarquía y sufrir la derrota ante los galos, los romanos emprendieron la conquista del centro y sur de Italia, en tres feroces guerras contra los vecinos samnitas. Durante estas habían pactado acuerdos de paz con el sur de Italia, donde florecían ciudades griegas entre las cuales la más importante era Tarento. Pero al ir ganando terreno tomaron Nápoles, muy cerca de Tarento. Pronto se produjeron incidentes. Los romanos enviaron barcos, que los tarentinos hundieron. Tarento  tenía una  buena flota, pero vio con temor cómo el vigoroso ejército romano se  acercaba superando los montes Abruzos. Los romanos habían llegado al mar Adriático y su impulso hacia el Sur era irresistible. Pronto toda Italia les pertenecería. Corría el año 280 a. C.

Tarento pidió entonces ayuda al belicoso Rey del Epiro. Pirro aceptó encantado esa posibilidad de conseguir en el Oeste las glorias que sus antepasados habían conseguido en el Este. Estaba ansioso por mostrar su poder. La flota de Tarento lo recogió y embarcó  con 24.000 soldados y 20 elefantes de guerra, que los griegos compraban en la India y que jamás se habían visto al oeste de Grecia. Con un yelmo de oro, Pirro se veía realmente resplandeciente cuando desembarcó en Italia.

Roma nunca había combatido contra un enemigo de más allá del mar. Bajó con su disciplinado ejército y se desplegó en buen orden en Heraclea. Veían a lo lejos a los elefantes y los llamaron "bueyes lucanos". Pirro utilizó bien el terreno y lanzó su caballería  y elefantes en una carga frontal. La  caballería romana no aguantó el choque, y cuando la infantería romana vio venir encima a aquellas bestias aplastándolo todo, se debieron sentir como los alemanes en la Primera Guerra Mundial cuando los ingleses estrenaron los tanques de guerra en 1916.  La línea romana fue deshecha, pero en vez de rendirse o huir, el ejército romano combatió hasta el fin, sin pedir ni dar cuartel hasta ser exterminado, pero ocasionando tremendas pérdidas a Pirro, que dijo al concluir la batalla: "Dos victorias más como esta y perderemos la guerra". De todos modos, había triunfado en una gran batalla y entró en Tarento a celebrar, con la amenaza romana repelida… de momento.

Pirro se entretuvo en festejos y en preparar alianzas con esos griegos para los cuales era el Libertador. Pero Roma no se daba por vencida y en menos de un año, en 279 a. C., preparó otro gran ejército y bajó de nuevo para atacar a Tarento.

Pirro dejó de firmar autógrafos, y se desplegó en Ascoli Satriano. Los romanos atacaron con mucha caballería y largas lanzas para herir a los elefantes. Pero de nada les valió. Pirro los destrozó en el centro y se desplegó por las alas, envolviendo a los romanos, que, para variar, lucharon  hasta la muerte, sin rendirse, ocasionando de nuevo tan terribles pérdidas que, perdiendo ya medio ejército, se acuñó la expresión "Victoria Pírrica" para aquella tan costosa que produce más daño que ventura.

 Estatua de Pirro ubicada en  Ioánina, Grecia. Fotografía de Jean Housen, 2014.

Pirro regresó a Tarento a atender a sus heridos, contar sus bajas y trazar su estrategia. Con su segundo y secretario, Cineas, estableció claramente que necesitaba tiempo para reequiparse. Mandó pues a Cineas como embajador ante Roma, para ofrecer la paz. Exigía que Tarento siguiera siendo independiente. Para suavizar las cosas, Cineas viajó con 2.000 prisioneros de guerra romanos, a quienes se hizo jurar que volverían si la paz era rechazada. El Senado romano lo oyó y mandó esperar la decisión. Mientras tanto, Cineas estudiaba atentamente las murallas de Roma, el poder de la ciudad y las dificultades del camino. Sobre todo, veía el temple y la decisión romanas. Por su parte, los 2.000 prisioneros romanos compartían con sus familias... pero daban a todos detalles de la organización del ejército de Pirro, de cómo habían sido vencidos, y qué recomendaban para evitar otra derrota.

Una buena parte del Senado estaba de acuerdo con la paz, ya que tras perder 2 ejércitos, Roma estaba exhausta, pero entonces intervino un nueva y poderosa variable: Un embajador de Cartago llegaba y proponía una insólita alianza contra Pirro.

Ocurría que mientras Roma avanzaba hacia el Sur, Cartago lo hacía hacia el Norte. Cartago era una poderosa metrópoli fenicia, ubicada en el actual Túnez. Los cartagineses se llamaban a sí mismos sidonios, por su origen en la ciudad fenicia de Sidón, pero los romanos los llamaban a secas "púnicos" que significa fenicios. Cartago estaba invadiendo las ciudades griegas de Sicilia con éxito, por lo que estas pidieron ayuda a Pirro. Los cartagineses sabían del poder de Pirro y la derrota de Roma, así que enviaron una embajada para ofrecer alianza. Pirro podría con Roma o con Cartago, ¡pero no con ambas juntas! Aparte del apoyo de la flota cartaginesa, ofrecían una enorme cantidad de oro para gastos.

Los romanos meditaron esa extraña alianza con un poder más allá del mar, pero decidieron aceptar y anunciaron a Cineas que la guerra continuaba. Cineas regresó con Pirro, y ni uno solo de los 2.000 romanos faltó a su palabra. Todos volvieron a prisión. Pirro, bien informado, decidió no seguir hacia Roma y, dejando una guarnición en Tarento, pasó a Sicilia ante la petición de socorro de Siracusa, esperando lograr victorias más fáciles y menos costosas contra los cartagineses. Corría el año de 278 a. C. 

Pero para Pirro la experiencia fue muy ingrata. Cartago tenía la mejor flota del mundo, y embarcaba y desembarcaba su ejército a voluntad, atacando de frente o a espaldas de Pirro las ciudades griegas. Por tierra los generales de Cartago eludían cualquier batalla decisiva, y aunque Pirro acumuló victorias, el conflicto se alargaba sin decisión. Además, los griegos de Sicilia, una vez ahuyentados los cartaginenses, volvían a sus guerras internas y celos. Temían que Pirro estableciera el poder de Tarento sobre ellos y le negaban los refuerzos, los pagos y las provisiones. Adicionalmente, Roma atacaba ahora  Tarento.

Una de las razones de la baja popularidad de Pirro en Sicilia y luego en Tarento fue su actitud marcial y disciplinaria. Los griegos lo veían como un mercenario a su servicio, pero él llegó como un Rey concediendo protección. Hubo muchas quejas. En todas partes impuso la ley marcial, y que toda la población comiera el mismo rancho que su ejército, suprimiendo diversiones y ocio. Los griegos se sintieron invadidos y pensaron que cambiaban unos militarotes por otros. Pirro no hizo concesiones. Estaban en guerra y así se ganaría. Pero entre los mismos griegos comenzó a formarse un bando prorromano.

Totalmente desengañado y harto, Pirro abandonó Sicilia y pasó de nuevo a Italia. Esta vez acabaría de raíz con el mal y terminaría con esos campesinos salvajes romanos. Y marchó contra Roma. Corría el 276 a. C.

¿Qué hubiera pasado si Pirro, en vez de atacar Sicilia hubiera desembarcado en África y atacado Cartago? ¡Qué distinta pudo ser la historia del mundo! Cartago no hubiera aguantado, y Roma no ganaría sola. La influencia griega hubiera durado muchísimo más. La especulación puede ser infinita, pero apasiona.

Romanos y cartagineses eran una alianza que hoy vemos contra natura, pero en ese momento cada uno solo miraba su objetivo inmediato, Roma veía a Tarento y Cartago veía a Sicilia. Y Pirro estorbaba a ambos. El fundamento de toda alianza es un  enemigo común.

Pirro inició la marcha hacia el Norte, pero su ejército no se adaptaba al montañoso paisaje. Los romanos eludían el combate y hostilizaban a Pirro por los flancos, mermando su fuerza. Su ejército se desmoralizaba. Pirro envió embajadores al norte para incitar a los samnitas a una nueva revuelta contra Roma, y se desvió para unirse a ellos. A medio camino lo esperaban los romanos, al pleno, en Malevento. El choque fue terrible. Los romanos habían aprendido mucho y vencieron, aunque no lograron rodear a Pirro, que se retiró más o menos entero hacia el sur. Desde entonces, los romanos cambiaron el nombre de Malevento por el de Benevento. Definitivamente, los buenos vientos soplaban. Corría el año de 275 a. C.

Pirro, amargado, decidió que ya había tenido suficiente. Dejó una guarnición en Tarento y embarcó de regreso a Epiro. Al partir, profético, dijo "Dejo un hermoso campo de batalla para Roma y Cartago". Italia no le trajo suerte.  Se trató de desquitar en Grecia, y atacando Argos murió poco después.

Tarento cayó en manos romanas tres años después, en 272 a. C.

Cartago nunca logró tomar toda Sicilia, y llegaría el día en el que alguna ciudad pediría la ayuda de Roma, desencadenando el cataclismo de las Guerras Púnicas. Pero eso es… otra historia.

El hecho es que antes de Pirro Roma era una ciudad buscando la hegemonía en Italia.  Al partir de su regreso, Roma dominaba toda la península, había debutado en alianzas internacionales, había conocido el inmenso poder y riqueza de Cartago y no olvidó nunca la ofensa griega. Los romanos empezaron a preparar de inmediato sus operaciones en todas direcciones. Vencer a Pirro desató en ellos un enorme orgullo y la conciencia de su fuerza. El Imperio Romano estaba en marcha…

Muchos años después en Siria, coincidían, ya mayores, los dos generales de Cartago y Roma en la Segunda Guerra Púnica; Aníbal y Escipión se encontraron en un baño público. Tras la desconfianza inicial, los feroces enemigos intercambiaron impresiones. Escipión preguntó a Aníbal:

¿Quiénes son los mejores generales de todos los tiempos?

Aníbal respondió:

El primero, sin duda, Alejandro, el segundo Pirro, y el tercero YO.

Escipión, picado por no ser nombrado (después de todo él había vencido a Aníbal) replicó:

¿Y si me hubieras vencido?

Aníbal, con un sonrisa, le dijo:

¡Entonces me hubiera puesto primero que todos!

Sirva esa conversación como homenaje a nuestro rey Pirro.

SPQR es un acrónimo de la frase latina Senātus Populusque Rōmānus (El Senado y el Pueblo Romano). Grabado en piedra. Diseño de Philippe Remacle. Fotografía de Lamré.

Agradezco haber bebido de las fuentes de las monumentales obras de Indro Montanelli (1909–2001) Historia de Roma e Historia de los Griegos, de la extraordinaria obra de Joachim Fernau (1909–1988) Ave César y la  amenísima novela histórica La Traición de Roma, de  Santiago Posteguillo (n. 1967).


Adrián Robledo Upegui.

Junio 2021.


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Comentarios

  1. Amena, entretenida y apasionante historia sobre el Rey Pirro Rey del Epiro, gracias Adrian.

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  2. Que bueno y delicioso quedó este post.
    Me encantó la frase:
    "Dos victorias más cómo esta y perderemos la guerra"
    Y la expresión: "Victoria Pírrica"
    Y se logró el efecto de quedar a la expectativa con: "...desencadenando el cataclismo de las Guerras Púnicas. Pero eso es... otra historia."

    Saludos Adrián

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  3. Q distinta hubiera sido la historia si . . .

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