80 años de la Batalla de Midway: El rol de la estrategia, el valor, el sacrificio y el azar
80 años de la Batalla de Midway: El rol de la estrategia, el valor, el sacrificio y el azar
INTRODUCCIÓN
El presente estudio, titulado 80 años de la Batalla de Midway: El rol de la estrategia, el valor, el sacrificio y el azar, se pretende analizar en detalle a la Batalla de Midway, ocurrida en junio de 1942, enfrentamiento que fuera decisivo en la Guerra de Pacífico entre Japón y los EE. UU. durante la Segunda Guerra Mundial, y que actuó como punto de inflexión decisivo para pasar, en un lapso de tiempo de solo unos pocos días, desde la incontestable supremacía militar japonesa a la gradual y creciente superioridad americana, que terminaría finalmente por imponerse absolutamente tres años después, logrando la victoria y rendición incondicional del Imperio Japonés, no sin antes ofrecer un gran tributo de esfuerzo y vidas americanas.
La batalla aeronaval, caracterizada por esgrimirse entre grandes portaviones y sus correspondientes hombres y aeroplanos, separados por inmensas masas de agua, se analiza desde un conjunto de dimensiones diversas, que incluyen los aspectos estratégicos y tácticos, recalcando la importancia del valor y sacrifico en el combate, así como también en relación al papel que los servicios de inteligencia, y el rol que las probabilidades y la Diosa Fortuna tuvieron para conducir a los resultados finalmente obtenidos.
Adicionalmente, en el estudio se da relevancia a las motivaciones y acciones de los principales personajes militares de ambos bandos, y a los buques y aeronaves protagonistas, desde el punto de vista operativo, en un ensayo que pretende ofrecer una nueva perspectiva de las razones del encuentro, su desarrollo y consecuencias, cuando se cumplen exactamente ocho décadas del cruento evento, donde el Hombre, el acero y el duraluminio entraron en comunión con el mar y el aire para decidir por la fuerza y el intelecto quien obtendría el predominio sobre el Océano Pacífico, afectando el destino de la civilización.
I. LA SITUACION GENERAL PREVIA Y OPCIONES A CONSIDERAR
La Batalla de Midway es el punto del destino de toda la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. ¡Allí intervino la suerte más que en ninguna otra! Japón lo tenía todo para ganar, y debía darse una muy baja probabilidad para que perdiera. Y se dieron todas la cosas necesarias para un resultado increíble a priori.
Tras el éxito del ataque a Pearl Harbor y la vertiginosa conquista del Pacifico Sur, Japón completó rápidamente un enorme perímetro defensivo que le permitió asegurar su zona de aprovisionamiento y recursos naturales. Los cuatro principales adversarios: La flota americana del Pacífico, la flota inglesa de Extremo Oriente basada en Singapur, el ejército británico en Malasia y el ejército filipino americano, habían sido destruidos u obligados a capitular, en las dos derrotas más estruendosas de la historia de Gran Bretaña y Estados Unidos. La destrucción de las flotas holandesa y australiana en Indonesia permitió la conquista de Java, Sumatra, Nueva Guinea y Célebes. Toda Asia miraba, arrobada, el esplendoroso cenit del Sol Naciente.
Sin embargo, el Japón estaba claramente en conocimiento de que sus recursos y capacidad industrial eran escasos, y que el tiempo de su superioridad sería corto ante la colosal capacidad americana de producción y los recursos del Imperio Británico. Ello obligaba a tomar rápidas decisiones para completar el fin de la guerra, y logar ventajosos acuerdos de paz.
¿Cómo lograr la decisión adecuada? Japón debía golpear, pero ¿En qué dirección? Su aliado Alemania había tenido dificultades en Rusia, y sufría un contraataque soviético en Moscú. Había sido acertada, pues, la política de firmar un pacto de amistad y no agresión entre Japón y la URSS. Ese frente estaba tranquilo, con todas las energías rusas dedicadas a Alemania. China estaba parcialmente conquistada por los victoriosos ejércitos japoneses. Las principales ciudades habían caído en sus manos, añadiéndose la Hong Kong británica. El espacio interior chino, desértico y pobre, no ofrecía atractivos.
Quedaban pues, tres direcciones posibles, y ello fue razón de profundas cavilaciones y planes, siendo estos los siguientes objetivos:
1.- La marcha hacia el Sur: La conquista de Australia. Ofrecía el atractivo de interrumpir toda comunicación entre Inglaterra y Estados Unidos, y añadía nuevos territorios, pero la explotación de los mismos sería empresa costosa. La inmensidad del espacio australiano podría ser un pantanoso compromiso para el ejército Japonés. En todo caso, el plan era el sometimiento y conquista de las ciudades principales al Este de esa nación, con alguna finta extra hacia Nueva Zelanda.
2.- La marcha hacia el Este: Lograr la destrucción de la flota norteamericana superviviente, la conquista de Hawái y las islas Midway asegurarían el control japonés de todo el Pacífico, y obligaría a los norteamericanos a la defensa de las costas de California, poniéndolos a la defensiva. Luego se obstruiría el Canal de Panamá, y con una flota en la Patagonia se impediría el acceso norteamericano al Pacífico.
3.- La marcha hacia el Oeste: Para abatir al Imperio Británico, con la conquista de la India y Madagascar, amenazar a África y aniquilar a la escuadra británica del Índico, permitiría pensar en enlazar con los alemanes en Irán.
De los tres planes, el tercero garantizaba la caída de Inglaterra y su salida del conflicto, dejando a Japón solo ante Estados Unidos y a Alemania en ventajosas condiciones. Por ello el principal planificador militar de Japón, el capitán Kameto Kuroshima, defendió enérgicamente este curso de acción en las conferencias de estrategia supremas del Imperio Japonés.
En Alemania, mientras tanto, había discusiones entre el Ejército, partidario de concentrarse ante Rusia, y la Armada, que presionaba por una estrategia mediterránea que aniquilara a Inglaterra en Egipto, y permitiera la conquista de los campos petroleros de Oriente Medio. Con ello, el final de Inglaterra estaría asegurado.
Contralmirante Kameto Kuroshima (1893–1965). Fue uno de los planificadores del ataque a Midway en junio de 1942. La operación Midway era complicada, debido a que una flota japonesa dividida se dirigía a la isla Midway desde diferentes lugares y en distintos momentos, lo que arriesgaba la flexibilidad operativa. Kuroshima era apreciado por Yamamoto por ser un oficial que se atrevía a contradecir sus propuestas, proponiendo ideas poco ortodoxas para encontrar soluciones inusuales a las dificultades de la guerra naval. Kuroshima propuso lanzar aviones cargados con bombas contra buques estadounidenses, sentando las bases de la doctrina kamikaze. También planificó la Operación Arashi, un ataque a las compuertas occidentales del Canal de Panamá, haciendo uso de los grandes submarinos portaviones Clase I-400, los cuales transportarían aviones bombarderos. Fuente: 図説 山本五十六(河出書房新社). Fotografía de autor desconocido.
Mientras tanto, el comandante de la Flota Japonesa, almirante Isoroku Yamamoto, exploraba opciones para el objetivo 1 y, sobre todo, el objetivo 2. El plan de Kuroshima recibía aliento, y se iniciaron los preparativos y acciones.
El almirante Isoroku Yamamoto (1884–1943), comandante en jefe de la Flota Combinada de la Armada Imperial Japonesa durante la II Guerra Mundial, imagen de la portada de la edición de febrero de 1942 de Gakuho Leaping Shinyuki Japan. Es considerado el mejor estratega en la historia de la Armada Imperial, llevando a cabo una reforma radical de la misma en cuanto al poder aéreo y su proyección oceánica. Yamamoto ha sido referido como el padre de la aviación naval, y del concepto del uso del portaviones como buque capital. Ideó y planificó el exitoso ataque a la base americana de Pearl Harbor en Hawái, realizado en 1941, iniciando la Guerra del Pacífico, a la cual se había opuesto, logrando adicionalmente notables victorias navales. El plan de Yamamoto para la isla Midway fue una extensión de sus esfuerzos a los fines de dejar fuera de combate a la Flota del Pacífico estadounidense el tiempo suficiente para que Japón fortificara su perímetro defensivo en las cadenas de islas del Pacífico. Yamamoto sintió que era necesario buscar una batalla decisiva en una ofensiva temprana. Fue muerto en abril de 1943 después de que los descifradores de códigos estadounidenses identificaran sus planes de vuelo, lo que permitió a las Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos derribar su avión de transporte Mitsubishi G4M Betty que partió desde Rabaúl, una ciudad portuaria situada en Nueva Guinea, en una emboscada magistral desde el punto de vista de la inteligencia y eficacia, pero criticable bajo el paradigma del combate con honor. Su muerte fue un gran golpe para la moral militar japonesa durante la II Guerra Mundial. Se le atribuye la frase Un hombre no es un hombre si no apuesta. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido.
El ejército japonés del General Ida inició y concluyo la conquista de Birmania, colocándose en la frontera de la India. Hitler decidió enviar a Japón al principal líder de la independencia de la India, Suhabas Chandra Bose, que intentaba organizar un ejército hindú anti-inglés en Europa, para que dirigiera un alzamiento de la población hindú contra la dominación británica, apoyando el avance del ejército nipón. Ello se haría en submarino, tiempo después. Al mismo tiempo, la flota de portaviones del almirante Chūichi Nagumo, el vencedor de Pearl Harbor, fue enviada a atacar las ciudades del Norte de Australia, y luego hizo irrupción en el Océano Índico, paseándose por el litoral de la India, bombardeando sus costas orientales y las bases inglesas en Ceilán, hundiendo un portaviones inglés, más dos cruceros pesados y un destructor. Lo que quedaba de la flota inglesa huyó a Adén, y los ingleses se apresuraron a tomar posiciones en Madagascar, para prevenir una invasión japonesa a África.
El vicealmirante Chūichi Nagumo (1887-1944), de la Armada Imperial Japonesa. Participó como comandante de la flota que atacó con éxito la base americana de Pearl Harbor en 1941, siendo vencido en la decisiva inflexión que implicó la Batalla de Midway en 1942, derrota que a la larga le costó primero la supremacía en el océano Pacífico y finalmente la guerra al Japón. Nagumo cometió el severo error situacional de atacar Midway sin haber asegurado primero su perímetro, siendo también desfavorecido por el azar, que jugó en su contra de diversas formas caprichosas, perdiendo en la Batalla de Midway sus cuatro portaviones, incluyendo a sus veteranas tripulaciones, difícilmente reemplazables. Nagumo desestimó las advertencias de su subordinado, el contraalmirante Tamón Yamaguchi (1893-1942), quien comandaba el portaviones Hiryū, que lo instó a tomar una rápida acción en la batalla con respecto al estratégico cambio de armas en los aviones (torpedos/bombas). Sus decisiones produjeron agudas críticas debido a su criterio cerrado y su relativa carencia de iniciativa y audacia, principalmente porque diversos militares japoneses sentían que Nagumo no había entregado el máximo esfuerzo en la batalla. Con motivo de la captura de Saipán por el Cuerpo de Marines de los EE. UU. en 1944, Nagumo se suicidó. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido.
Mientras tanto, Alemania reforzaba su ejército en Libia, y el general Rommel se disponía a embestir hacia el Canal de Suez. Inglaterra parecía perdida entre las mandíbulas del Eje. Pero en la guerra surgen imprevistos, y uno de ellos daría al traste con la cuidadosa preparación de Kuroshima, Nagumo, Rommel y la estrategia antibritánica.
En Estados Unidos se vivía una negra depresión por la acumulación de derrotas y desastres. Se habían perdido los acorazados del Pacífico, los bombarderos de Filipinas y el ejército basado allí, las islas de Corregidor y Wake, y Japón se plantaba en las Islas Gilbert, amenazando las rutas a Australia. La conquista japonesa de Birmania cortaba la única ruta de aprovisionamiento americana a China. Todo ello aplastaba la moral doméstica americana y era necesario lograr un éxito propagandístico que levantara los ánimos. Los pequeños ataques hechos por los portaviones americanos a alguna base japonesa no habían sido más que alfilerazos sin importancia.
Entonces, surgió la idea de un bombardeo a Tokio, demostrando a Japón que no estaba seguro, ni siquiera en el centro de su Imperio. No había posibilidades de que los portaviones americanos se acercaran a Japón, la autonomía de sus aviones era muy poca, y la flota americana sería cazada y destruida, pero el coronel James H. Doolitle insistió en que, si se lograba hacer despegar a bombarderos de gran alcance del Ejército desde los portaviones, la flota podría colocarlos en posición, y llegarían a China tras bombardear Japón. Se hicieron muchas pruebas en el portaviones Hornet hasta que se logró hacer despegar con éxito a los bombarderos B-25 Mitchel. Con ello quedo decidido: La flota americana se introduciría audazmente en el corazón del espacio japonés, lanzaría los bombarderos y huiría, estos bombardearían Japón, y aterrizarían en China. Ese era el plan.
General James H. Doolittle (1896–1993). Siendo recientemente promovido a teniente coronel, Doolittle fue asignado al Cuartel General de las Fuerzas Aéreas del Ejército, para planificar y efectuar el primer ataque aéreo de represalia sobre la patria japonesa después del ataque a Pearl Harbor. Se ofreció como voluntario, y recibió la aprobación del general H. H. Arnold para liderar el ataque ultra secreto de 16 bombarderos medianos especialmente modificados North American B-25B Mitchell, lanzados desde el portaaviones Hornet, con objetivos en las ciudades de Tokio, Kobe, Yokohama, Osaka y Nagoya. El 18 de abril, de 1942, Doolittle y sus 16 tripulaciones de B-25B despegaron del Hornet, llegaron a Japón y bombardearon sus objetivos. Quince de los aviones luego se dirigieron a su aeródromo de destino en China, mientras que una tripulación eligió aterrizar en Rusia. Al igual que la mayoría de los otros miembros de la tripulación que participaron en la misión, Doolittle salto a salvo en paracaídas sobre China cuando su B-25B se quedó sin combustible. Para entonces, habían estado volando durante unas 12 horas, era de noche, el clima estaba tormentoso y Doolittle no pudo ubicar su campo de aterrizaje. Doolittle cayó en un arrozal cerca de Quzhou. Él y su tripulación se unieron después del rescate y fueron ayudados a través de las líneas japonesas por guerrilleros chinos y un misionero estadounidense. El raid de Doolittle fue una gran victoria para levantar la moral de los Estados Unidos. Aunque el daño causado a la industria de guerra japonesa fue menor, la incursión mostró a los japoneses que su tierra natal era vulnerable a los ataques aéreos, y los obligó a retirar varias unidades de combate de primera línea de las zonas de guerra del Pacífico para ir a la defensa de la patria. Además, los comandantes japoneses consideraron la incursión profundamente vergonzosa, y su intento de cerrar la brecha percibida en su perímetro de defensa del Pacífico condujo directamente a la decisiva victoria estadounidense en la Batalla de Midway, en junio de 1942. Doolittle recibió la Medalla de Honor del presidente Franklin D. Roosevelt en la Casa Blanca, por planificar y dirigir su incursión en Japón. Su mención dice: "Por un liderazgo conspicuo más allá del llamado del deber, que involucra valor personal e intrepidez en un peligro extremo para la vida." Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido.
El ataque de Doolitle tuvo lugar el 18 de abril de 1942. Los portaviones japoneses fueron descubiertos antes de llegar a la posición de lanzamiento de los bombarderos B-25, pero Doolitle decidió atacar igualmente, aunque se arriesgaba a no tener combustible suficiente para llegar a sus bases en China (como de hecho ocurrió). Los aviones americanos llegaron impunemente al cielo japonés y bombardearon, a plena luz del día, fábricas en Nagoya, Osaka y Tokio, y, lo más importante e inaudito, una bomba cayó en el Palacio del Emperador.
Bombardero mediano B-25B Mitchell de la Fuerza Aérea del Ejército de EE. UU., uno de los 16 involucrados en el Doolittle Raid, despega de la cubierta de vuelo del Hornet para el primer ataque aéreo sobre el archipiélago japonés, el 18 de abril de 1942. La Incursión Doolittle tenía como objetivo la capital japonesa Tokio, y otros lugares de Honshu. Aunque la incursión causó daños comparativamente menores, demostró que el continente japonés era vulnerable a los ataques aéreos estadounidenses. Sirvió como represalia por el ataque del 7 de diciembre de 1941 a Pearl Harbor. La incursión fue planeada, dirigida y nombrada en honor al teniente coronel James Doolittle. El ataque a Japón mató a unas 50 personas e hirió a 400, incluidos civiles, y tuvo importantes efectos psicológicos. En los Estados Unidos, levantó la moral; en Japón, generó temor y dudas sobre la capacidad de los líderes militares para defender las islas de origen, pero los bombardeos y ametrallamientos de civiles también reforzaron la determinación japonesa de vengarse, y esto se explotó con fines propagandísticos. También impulsó los planes del almirante Yamamoto para atacar la isla de Midway en el Pacífico Central. Fuente: United States Armed Forces. Fotografía de autor desconocido.
La comentarista japonesa Tokyo Rose (Rosa de Tokio) anunció por la red de radio hacia las amplias aguas del Pacífico, en idioma inglés y despectivamente, que el bombardeo no había logrado nada, burlándose del nombre del coronel (doo litle, juego de palabras en inglés) pero las consecuencias en verdad serían inmensas, así que hizo mucho (doo much).
El bombardeo produjo una enorme conmoción en el Alto Mando militar de Japón. Era inconcebible que tan grandes aviones hubieran salido de un portaviones, así que debían venir de alguna base cercana, y la más próximas eran las remotas islas Midway, ubicadas miles de kilómetros al Este. El hecho de que el Emperador hubiera estado en riesgo nubló todo razonamiento. Nagumo fue llamado con a Tokio con su flota, se suspendió la ofensiva en el Índico, y Kuroshima recibió orden de planear un ataque a Midway para destruir la flota americana, que tan insolentemente se había atrevido a violar el espacio japonés.
Así que la decisión fue: Al Este, donde había poco terreno que ganar. Al Este, donde la lucha se haría en espacios inmensos. Al Este, donde no se podría lograr liquidar al adversario totalmente.
II. PREPARATIVOS JAPONESES Y PRELIMINARES
Ya desde antes de la incursión de Doolitle, los principales planificadores militares de la Armada imperial, el mencionado Kuroshima y Ryūnosuke Kusaka, trabajaban en el plan de atraer a la Flota Americana a una batalla decisiva, en la que fuera destruida. No había ninguna duda sobre la enorme superioridad japonesa en el mar. A sus 11 portaviones los Estados unidos oponían solo 4 en el Pacífico, a 11 acorazados japoneses no se oponía ninguno, pues los americanos de Pearl Harbor estaban hundidos o en reparación, y los 4 ingleses del Índico fueron retirados tras el avance de Nagumo. En cruceros y destructores también los japoneses llevaban ventaja, sobre todo tras la destrucción de la flota combinada de buques holandeses, ingleses, americanos y australianos en las batallas de Indonesia y el Índico.
El Ejército era reacio a apoyar los planes de la Marina para la invasión de Ceilán o Australia, por lo cual los japoneses se dedicaron a preparar el aislamiento de Australia, culminando la conquista de Port Moresby en el extremo Este de Nueva Guinea y las Islas Salomón.
Kuroshima preparó una colosal operación, con más de 200 barcos de guerra, con foco en las Islas Midway, que, como su nombre lo indica, están en el medio del Pacífico norte y eran las más próximas a las islas Hawái. Para garantizar la salida de la flota norteamericana a combatir, se prepararon operaciones de finta o diversión contundentes en los extremos Norte y Sur.
Al Norte, se enviarían 2 portaviones y 4 cruceros a conquistar las más al occidentales de las Islas Aleutianas, Attu y Kiska, con hostigamiento y bombardeo a las bases americanas en Alaska. Al Sur, se destinarían 3 portaviones y 4 cruceros pesados a apoyar el desembarco en Port Moresby, a través del Mar del Coral. Estas fuerzas eran lo suficientemente contundentes para enfrentar a los americanos, en el caso que intentaran repeler el ataque. Al centro convergerían tres flotas: la primera comandada por el vicealmirante Chūichi Nagumo, con 4 portaviones, 2 acorazados y 2 cruceros pesados, con instrucciones de bombardear Midway para preparar el desembarco, y de destruir a la flota americana, de aparecer.
La segunda flota, del vicealmirante Nobutake Kondō, que englobaba las fuerzas de desembarco y protección del mismo, con un portaviones, 2 acorazados y 8 cruceros pesados. Detrás marcharía la flota principal, con el almirante Yamamoto en persona al mando, equipada con los 7 acorazados principales y un portaviones. Todas estas fuerzas tenían su escolta de cruceros ligeros y destructores, petroleros, barcos de desembarco, porta hidroaviones, dragaminas y buques guía de submarinos.
Vicealmirante Nobutake Kondō (1886-1953). Como comandante de la 2da. Flota de la Armada Imperial Japonesa, Kondō era considerado el segundo en importancia, solo por detrás del almirante Isoroku Yamamoto. En la Batalla de Midway, Kondō comandó las fuerzas que tenían la tarea asignada de ocupar Midway, así como también al grupo naval que debía protegerlas. Sin embargo, la isla no fue ocupada, y la Batalla de Midway acabaría en una severísima derrota para la Armada Imperial Japonesa. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido.
A pesar de esta grandiosa planificación, en el Estado Mayor naval japonés surgieron muchas dudas. Se temía que ya no hubiera elemento sorpresa, y que los aviones con base en tierra americanos destruyeran a la flota japonesa mucho antes de poder esta lanzar sus propios ataques. Nagumo había destruido Pearl Harbor, pero la situación no era la misma. El enemigo estaba sobre aviso. En los juegos de guerra que se celebraron, la fuerza de Nagumo sufría grandes pérdidas, pero la voluntad de Yamamoto a favor del plan era inconmovible. Llegó a amenazar con su dimisión al propio Jefe del Estado Mayor General de la Armada, almirante Osami Nagano. Este valoraba mucho la opinión de Yamamoto, y decidió apoyarlo. La única concesión que hizo fue que el ataque a Port Moresby se hiciera antes, y que el gran plan de Midway se ejecutara después, con la idea de que a Nagumo se sumaran los contingentes libres de la operación del Mar de Coral.
III. PREPARATIVOS NORTEAMERICANOS Y EL DESCIFRADO DEL OBJETIVO JAPONES
La amenaza a Australia era tangible, y Estados Unidos tenía que tranquilizar al Gobierno Australiano, que estaba en mengua tras las derrotas en Indonesia y Malasia. Para ello se envió a las aguas del Mar del Coral una flota americana de 2 portaviones y varios cruceros, al mando del almirante Frank Fletcher, para atajar cualquier desembarco japonés.
Vicealmirante Frank J. Fletcher (1885–1973), en 1942. Fletcher fue el comandante operacional en la Batalla de Midway, la cual fue la derrota naval más decisiva sufrida por Japón desde 1592, cuando el almirante coreano Yi Sun-sin (1545–1598) destruyó la flota de invasión nipona del daimio (soberano feudal) Toyotomi Hideyoshi (1537-1598). Tanto Fletcher como Raymond A. Spruance, quien comandaba la Fuerza de Tareas 16, emplearon tácticas sólidas de portaviones, y la decisión de Fletcher de ceder el control operativo a Spruance a última hora del 4 de junio de 1942, luego de que el portaviones Yorktown fuera atacado por aviones torpederos del portaviones Hiryū, aseguró que la estructura de mando estadounidense no se interrumpiera en un punto clave de la batalla. Para los aliados, la Batalla de Midway fue una victoria estratégica, pues los japoneses vieron frustrados sus planes de invadir Nueva Caledonia, Fiji y Samoa, perdiendo su iniciativa previa. Con el rango de teniente, Fletcher recibió en 1914 la Medalla de Honor por sus acciones en la Batalla de Veracruz (México), específicamente por el rescate de refugiados del transporte Esperanza. Esto lo realizó a bordo el acorazado Florida que comandaba su tío, el almirante Frank F. Fletcher (1855–1928), quien también recibió la Medalla de Honor por su actuación como comandante de las fuerzas navales, en esa misma batalla, lo que representa una estirpe familiar americana de valor naval poco usual, al tratarse de la más alta condecoración militar de los EE. UU. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía del U. S. Naval Historical Center.
En Hawái continuaron 2 portaviones y cruceros para defender las islas y el Pacífico Central, al mando del agresivo vicealmirante Halsey. El comandante general de la Flota del Pacífico era el Almirante Chester Nimitz, que había reemplazado al desventurado almirante Husband Kimmel, derrotado en Pearl Harbor. Nimitz estaba decidido a enfrentar a los japoneses, pero mantenía la opinión de que los territorios podrían recuperarse luego, y que los buques eran insustituibles de momento.
El Servicio de Inteligencia norteamericano había descifrado buena parte de los códigos japoneses, el de la Armada y el diplomático. Por ello sabían que había un nuevo objetivo máximo de Japón, que denominaban crípticamente como "AF". Pero las precauciones japonesas eran extremas. Los detalles del tipo de barcos y destinos eran dados por escrito, mano a mano, por lo que no se lograba desentrañar el misterio del objetivo final japonés.
Fue entonces cuando el comandante Joseph Rochefort tuvo una idea brillante y simple: Cada base norteamericana comenzó a transmitir que tenía alguna necesidad trivial, como falta de medicamentos, de uniformes, de alimentos o de energía. Midway transmitió que se había dañado el sistema purificador de agua. Cuando los japoneses transmitieron "AF no tiene agua", quedo develado el misterio: El objetivo final de Yamamoto era Midway. ¡Ya se conocía el destino! El momento y la potencia del ataque deberían conocerse mediante observación y avistamiento.
Joseph D. Rochefort (1900–1976) fue un oficial naval y criptoanalista estadounidense, siendo una figura importante en las operaciones criptográficas y de inteligencia de la Armada de los EE. UU., particularmente en la Batalla de Midway. Sus contribuciones y las de su equipo fueron fundamentales para la victoria en la Guerra del Pacífico. Durante mayo de 1942, Rochefort y su grupo descifraron, tradujeron, revisaron, analizaron e informaron sobre hasta 140 mensajes por día. Durante la semana anterior a que Nimitz emitiera sus órdenes finales en relación a Midway, se procesaban descifrados a un ritmo de quinientos a mil mensajes por día. Uno de los miembros del equipo de Rochefort, llamado Jasper Holmes, tuvo la idea de fingir una falla en el suministro de agua potable (desalinizada) en la isla Midway, sugiriendo usar una advertencia de emergencia sin cifrar con la esperanza de provocar una respuesta japonesa, para saber sí Midway era o no un objetivo. Los japoneses mordieron el anzuelo, y en cuestión de horas transmitieron instrucciones para cargar equipos de desalinización de agua adicionales, lo que confirmaba el análisis de Rochefort de que Midway era el objetivo, produciéndose además una bonificación inesperada: Revelaron que el asalto se produciría antes de mediados de junio. A menudo, Rochefort pasaba días sin salir de su búnker, donde él y su personal trabajaban 12 horas al día, o incluso más, decodificando el tráfico de radio japonés. A menudo usaba pantuflas y una bata de baño con su uniforme caqui y, a veces, pasaba días sin bañarse. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido.
IV. LA BATALLA DEL MAR DE CORAL
Tal como decidió el almirante Nagano, las operaciones japonesas se iniciaron con el ataque a las Salomón y Port Moresby, el puerto sureste de Nueva Guinea, ferozmente defendido por los australianos, como puerta que era para su país. El día 3 de mayo de 1942 los japoneses ocuparon la pequeña isla de Tulagi para establecer una base de hidroaviones. Los americanos habían destacado a la Fuerza de Tareas 17, al mando del contralmirante Frank J. Fletcher, con los portaviones Yorktown y Lexington. El Yorktown comenzó la batalla con un furioso ataque a Tulagi, pero sus aviadores iniciaron una serie de errores de información, al reportar haber hundido múltiples barcos japoneses. Pronto a estos les pasaría lo mismo.
La fuerza japonesa del almirante Shigeyoshi Inouye estaba dividida en varias secciones. El almirante Aritomo Gotō protegía el grupo de invasión a Port Moresby con el portaviones ligero Shōhō y 4 cruceros pesados. Muy detrás estaba el Grupo de Batalla del vicealmirante Chūichi Hara, con los grandes portaviones Shōkaku y Zuikaku , acompañados de una fuerte escolta.
Los americanos detectaron al adelantado Gotō y lanzaron un furioso ataque aéreo. El Shōhō fue hundido entre tremendas explosiones, por lo que Inouye ordenó detener el avance, mientras los aviones de Hara buscaban a los americanos, reportando erróneamente su posición. Hara lanzó un ataque masivo a lo que resultó ser un gran buque petrolero y a un destructor, hundiéndolos a ambos. Intensificó la búsqueda, y así detectaron a Fletcher. A pesar de que anochecía, Hara lanzó otro gran ataque, pero en la oscuridad no encontraron la presa, y los aviones de ataque debieron lanzar sus bombas al mar para volver a sus portaviones. De regreso, los sorprendieron los cazas americanos, y fueron derribados más de la mitad de los aviones japoneses. Pero ahora ya ambos bandos sabían dónde estaba el enemigo principal, y el gran choque tuvo lugar el 8 de mayo de 1942, en lo que se conoce como la Batalla del Mar del Coral.
Al amanecer, los dos rivales lanzaron toda su fuerza al ataque, manteniendo patrullas de cazas sobre ellos para protegerse. Llegaron primero los americanos, quienes lograron acertar dos bombas de 500 kg en la cubierta de vuelo del Shōkaku, inutilizándola. El robusto barco logró controlar los daños, pero resultó puesto fuera de combate. El Zuikaku quedó indemne, pero había perdido muchos aviones el día anterior.
Por su parte, los aviones de Hara lanzaron un devastador ataque sobre los americanos. El Yorktown recibió una bomba de 400 kg en un costado que explotó en sus entrañas. Su incendio fue tan grande que los japoneses lo creyeron hundido. Por su parte, el pesado Lexington recibió dos bombas y dos torpedos, que ocasionaron enormes explosiones internas, las cuales lo condenaron. Se fue a pique entre chirriantes hervideros de espuma. Los japoneses perdieron muchos aviones, y al comandante aéreo, capitán Takahashi. Inouye ordenó a Hara el repliegue por las grandes pérdidas aéreas.
Fletcher retiró su flota y escoltó al maltrecho Yorktown hasta Pearl Harbor. Yamamoto montó en cólera, e increpó duramente a Inouye, ordenándole rematar a Fletcher con los grandes cruceros pesados, pero ya la presa había escapado. Aunque con la pérdida del Lexington los japoneses habían obtenido una clara victoria táctica, Mar de Coral fue una victoria estratégica para los Aliados. Inouye suspendió el ataque a Port Moresby, por no tener apoyo aéreo, y las comunicaciones aliadas con Australia quedaron aseguradas. Los Aliados siguieron en el extremo de Nueva Guinea, como úlcera sangrante en la periferia del Imperio Japonés.
El portaviones Shōkaku entro en reparaciones que duraron meses, y el Zuikaku debió dedicarse a reconstruir y entrenar sus grupos aéreos. En cambio, los americanos lograron reparar el Yorktown en ¡Solo tres días! y se unió a los portaviones Enterprise y Hornet para la inminente batalla. De este modo, los japoneses creían que solo se enfrentarían a DOS portaviones americanos. El Yorktown los engañaría aun varias veces más.
Yamamoto ordenó formar una densa barrera de submarinos que se colocara ante Pearl Harbor, en Hawái, para reportar la salida de la flota americana, pero diversos retardos ocasionaron que esa estratégica información llegara UN DIA DESPUÉS de la salida de la misma de puerto. Así, Yamamoto creía que la flota americana estaba en su base, mientras que esas naves se colocaban en el Punto de Buena Suerte, ubicado al Noreste de Midway.
En consecuencia, el engañado Yamamoto ordenó el inicio de las operaciones en Midway, con el ataque de distracción a las Islas Aleutianas, ubicadas en el Sur de Alaska, mientras los pescadores de Hiroshima daban vítores, entusiasmados ante los enormes buques de la flota, que majestuosos iban saliendo gradualmente. Los portaviones de Nagumo, los acorazados y cruceros pesados de Kondō y los gigantescos súperacorazados de Yamamoto, cuya insignia enarbolaba el Yamato, precedida por el enorme crisantemo imperial incrustado en su proa, el buque de guerra más grande del mundo, único equipado con 9 devastadores cañones de 18 pulgadas de calibre, y 72000 toneladas de peso.
¡Toda la Flota Imperial Japonesa marchaba hacia el Este!
La Flor del Crisantemo es el principal emblema del Emperador de Japón, y los buques más importantes de la Armada Imperial Japonesa llevaban dicho emblema en la forma de una escultura circular incrustada en la parte alta de la proa, como en la figura para el caso de un acorazado, el cual podía medir varios metros de diámetro, lo que en primera instancia definía que el buque era un valioso y extremadamente costoso bien exclusivamente de su Majestad el Emperador, Hirohito (1901–1989) en la Segunda Guerra Mundial, y que por él combatiría con ferocidad junto con toda su tripulación, con honor y valentía. La Flor del Crisantemo es el Sello Imperial de Japón o Sello Nacional de Japón, también llamado Sello de Crisantemo (kikumon), Sello de la Flor del Crisantemo (kikukamon o kikukamonshō), o Emblema Imperial del Crisantemo (kikunogomon). Es uno de los sellos nacionales japoneses, y un escudo utilizado por el Emperador de Japón y los miembros de la Familia Imperial. Fue adoptado para su uso Imperial en una fecha tan lejana como 1183, lo que lo hace mucho más antiguo que la mayoría de los escudos de armas europeos. El símbolo es un crisantemo amarillo con contornos negros, que está formado por un disco central rodeado por un conjunto frontal de 16 pétalos, más un conjunto posterior de 16 pétalos que están medio escalonados en relación con el conjunto frontal y son visibles en los bordes de la flor. También se puede apreciar este emblema en la Orden del Crisantemo, la distinción más alta de Japón. En el caso del súperacorazado Yamato, el más grande y poderoso del Mundo y buque insignia del Almirante Isoroku Yamamoto durante la Batalla de Midway, un escudo dorado en forma de crisantemo de más de 2 metros de diámetro sobresalía de la proa del barco, y era visible a millas de distancia, como símbolo de gloria. Tales escudos Kikusui, llamados así por un héroe y mártir japonés del siglo XIV, aparecieron solo en los barcos más importantes de la Armada Imperial: acorazados, portaviones y cruceros y donde también eran empleados para cerrar las bocas de los 9 inmensos cañones de 18 pulgadas de calibre cuando no eran utilizados, siendo los cañones más grandes instalados jamás en un buque de guerra. El único otro elemento del barco pintado de oro era el nombre del barco, que al igual que la cresta era un símbolo de poder. Yamato es un sinónimo poético, casi místico o espiritual, del propio Japón. Fuente: themotorpool.net.
V. EL ATAQUE DE DIVERSIÓN A LAS ISLAS ALEUTIANAS
En relación al ataque de diversión señalado, los grupos dirigidos por el almirante Moshiro Hosogaya tendientes a lograr el desembarco en las islas Attu y Kiska, en la Campaña de las Islas Aleutianas zarparon anticipadamente, con la finalidad de coordinar su acción con el ataque principal. Sin embargo, antes tuvo lugar otro descomunal error japonés: Se había previsto un vuelo de reconocimiento sobre Midway y Pearl Harbor, a cargo de un gran hidroavión tetramotor Kawanishi H8K (Emily en código estadounidense) de 31 toneladas y 7000 km de autonomía. Este aparato debía identificar a la Flota Americana, y recargar combustible de un submarino ubicado en el atolón denominado Bajos de la Fragata Francesa, pero había un destructor americano patrullando, y el comandante del submarino canceló el proceso de efectuar la recarga allí. En un gesto de increíble negligencia, el estratégico vuelo del teniente Tomano en su hidroavión H8K fue cancelado, en vez de hacerlo y repostar en otro islote, como el Necker, por ejemplo. De haber hecho el vuelo, Tomano habría detectado a los portaviones americanos en ruta de Pearl Harbor a Midway, información que hubiera sido inapreciable para Japón.
El 3 de Junio de 1942 la Segunda Flota de Portaviones del vicealmirante Kakuji Kakuta, con los portaviones ligeros Ryūjō y Jun'yō lanzó un primer ataque aéreo a la base americana de Dutch Harbor, situada en las Islas Aleutianas, próximas a Alaska. El ataque ocasionó daños materiales, pero principalmente morales. Nuevamente, se bombardeaba territorio americano, pero ésta vez en el propio terreno nacional, ¡En el Nuevo Mundo! Mientras, el vicealmirante Hosogaya avanzaba con la fuerza de desembarco y sus escoltas a la isla de Attu.
El almirante supremo Nimitz sabía que debía replicar, aunque también sabía que era una finta, pero para no alertar a los japoneses que estaba sobre aviso, envió al norte a 5 cruceros, 2 de ellos pesados, y 10 destructores, al mando del contralmirante Robert Theobald, von el fin de interceptar a las fuerzas japonesas. Los aviones de reconocimiento japoneses los descubrieron, con lo que Yamamoto supo que los americanos no picaban el anzuelo, y que se reservaban para otro combate. Con todo, destacó al Vicealmirante Shiro Takasu con los acorazados Ise, Hyūga, Yamashiro y Fusō para destruir a Theobald o a cualquier buque de apoyo norteamericano a las Aleutianas. Tras lograr este objetivo, Theobald dio media vuelta. Mientras tanto, y entre chubascos, la 1ra. Flota Móvil del vicealmirante Nagumo, con los gigantescos portaviones Akagi y Kaga y los algo menores Sōryū e Hiryū, se aproximaba sin ser descubierta al sitio de despegue seleccionado para destruir la base de Midway.
La flota americana en el mar debía ser comandada por el agresivo y laureado vicealmirante William F. "Toro" Halsey, muy conocido por los japoneses, y a quien Yamamoto había dedicado un estudio especial de sus reacciones. Pero Halsey contrajo una alérgica irritación de piel, muy agresiva, que lo inhabilitó. Su comando en la Fuerza de Tareas 16, con el Enterprise y el Hornet, lo asumió entonces el jefe de su escolta, el contralmirante Raymond Spruance, cuya perspicacia y prudencia, sobre todo lo último, fueron decisivas para la victoria americana. Con este cambio se acordó que el mando conjunto de las Fuerzas de Tareas 16 y 17 lo ejercería Fletcher, de más antigüedad, el jefe de la menguada Fuerza de Tareas 17, que fuera vapuleada por los japoneses en la Batalla del Mar de Coral.
Raymond A. Spruance (1886–1969) fue un almirante de la Marina de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Estuvo al mando de la Fuerza de Tareas 16 en la Batalla de Midway, compuesta por los portaviones Enterprise y Hornet. En Midway, los bombarderos en picado Douglas SBD Dauntless del Enterprise inutilizaron a dos portaviones de la Armada Imperial Japonesa, siendo estos el Kaga y el buque insignia Akagi. El contraataque de la Marina de los EE. UU. hundió los cuatro portaviones japoneses, perdiendo uno propio, el Yorktown. El rechazo de la flota de invasión japonesa en Midway, y la destrucción de la Kidō Butai (La Flota Aérea de la Armada Imperial Japonesa), permitieron a los EE. UU. ganar paridad en la guerra aeronaval, que luego se convertiría en superioridad ante Japón. Múltiples especialistas militares navales califican al desempeño de Spruance como "excelente", y fue apodado "cerebro eléctrico", por su calma incluso en momentos de crisis suprema, una reputación mejorada por sus tácticas exitosas. Spruance surgió de la guerra como uno de los más grandes almirantes de la historia naval estadounidense. Antes de Midway, una Marina de los EE. UU. pequeña y fraccionada se enfrentó a una Flota Combinada Japonesa abrumadoramente más grande y endurecida por la batalla. Después de Midway, aunque los japoneses todavía tenían una ventaja temporal en barcos y aviones, la Marina de los EE. UU. y la nación ganaron confianza y, lo que es más importante, tiempo. Fuente: Wikimedia Commons. Autor: U.S. Navy.
VI. LA BATALLA DE MIDWAY: FASE 1
Contralmirante Tamon Yamaguchi (1892–1942) de la Armada Imperial Japonesa. En junio de 1942 fue asignado a la operación Midway. Durante la batalla, el 6 de junio de 1942, Yamaguchi no estuvo de acuerdo en diversos aspectos y decisiones con el comandante de la flota, el vicealmirante Chūichi Nagumo. En efecto, un avión de reconocimiento descubrió un portaviones estadounidense (el Yorktown) cerca de Midway. En ese momento, los aviones japoneses habían sido armados para un segundo ataque en Midway, con los bombarderos a nivel Nakajima B5N Kate que llevaban bombas en lugar de torpedos. Yamaguchi pidió un ataque inmediato contra el barco estadounidense, con los aviones armados como estaban, pero Nagumo decidió esperar hasta que los aviones hubieran sido rearmados. Poco después, los aviones de un portaviones estadounidense destruyeron a todos los portaviones japoneses, excepto el buque insignia Hiryū de Yamaguchi. Este ordenó rápidamente dos ataques sucesivos al Yorktown, que lo paralizaron. Luego, el Hiryū fue devastadoramente herido por los aviones del portaviones Enterprise, además de algunos aviones huérfanos del Yorktown. Yamaguchi murió en acción, eligiendo hundirse con el portaviones destrozado. Él y el capitán de Hiryū, Tomeo Kaku, convocaron a todos los oficiales y la tripulación a la cubierta de vuelo, y Yamaguchi se dirigió a ellos, asumiendo la responsabilidad por la pérdida de Hiryū y el Soryu, anunciando: "Permaneceré a bordo hasta el final. Les ordeno a todos que abandonen el barco y continúen su leal servicio a Su Majestad, el Emperador". Yamaguchi luego dirigió a sus hombres tres vítores Banzai por el Emperador. Cuando los hombres comenzaron a irse, Kaku se volvió hacia Yamaguchi y le dijo: "Voy a compartir el destino del barco, Señor". El contralmirante estuvo de acuerdo, y ambos hombres comenzaron a admirar tranquilamente a la Luna. Yamaguchi le dijo a Kaku: "Disfrutemos de la belleza de la Luna", "Qué brillante resplandece", coincidió Kaku, "Debe estar en su vigésimo primer día". Yamaguchi se negó a permitir que los oficiales de su estado mayor se quedaran con ellos. Le pidió al comandante Itō dos últimos mensajes; el primero fue para el almirante Nagumo: "No tengo palabras para disculparme por lo sucedido. Solo deseo una Armada Japonesa más fuerte y venganza". El segundo fue para el capitán Toshio Abe, al mando del destructor Kazagumo: "Hundid al Hiryū con sus torpedos". Todos los hombres, incluidos Yamaguchi y Kaku, compartieron galletas navales y agua en un brindis de despedida. Cuando el comandante Itō se fue, Yamaguchi le entregó su gorra como recuerdo para su familia. Yamaguchi y Kaku fueron vistos por última vez en el puente del portaviones siniestrado saludando a la tripulación que abandonaba el barco. El capitán Abe llevó a cabo su orden final, y el Kazagumo torpedeó a Hiryū. Un torpedo falló, y el otro golpeó cerca de la proa. El Hiryū se hundió cuatro horas después. Fuente: Wikimedia Commons. Fotografía de autor desconocido.
Pero aquí llegó el nuevo golpe de suerte adversa. Uno de los aviones de reconocimiento, el del crucero Tone, tuvo un problema y salió con unos 40 minutos de retardo, ¡Y no se tomó ninguna medida para reemplazarlo!
Horas después, llegaban los reportes de los otros 7 aviones de reconocimiento, indicando: "NO HAY NADA." Nagumo ordenó entonces despegar los aviones para el ataque contra Midway, era el 4 de junio. El Sol había salido, y pronto lo detectarían desde la isla. ¡Tenía que apresurarse! Prudente en extremo, lanzó más de 120 aviones al mando del comandante Shin'ichirō Tomonaga, pero dejó otros tantos en cubierta, armados para atacar barcos enemigos, y listos por si el avión de reconocimiento que faltaba reportaba la presencia de portaviones. ¡Esta vez no se les escaparían!
En las Islas Midway había muchos aviones, de todo tamaño y capacidades. En lo que los exploradores detectaron la masa de aviones de ataque japonesa, y de donde venía, avisaron a los mandos. Unos 50 cazas americanos salieron a detener a los japoneses, pero de una vez despegó todo lo que volaba, desde bombarderos en picado Douglas Dauntless y torpederos Douglas Devastator hasta los grandes cuatrimotores "Fortalezas Volantes". ¡Todo despegó hacia la dirección desde donde venían los japoneses! Los cazas chocaron contra la escolta japonesa, ¡Que los hizo pedazos! Pronto Tomonaga cayó sobre las islas, que arrasó a placer. Pero vio que había muchas más pistas y hangares por destruir y transmitió el mensaje: "Es necesario un segundo ataque".
En la flota americana, Spruance comandaba a los portaviones Enterprise y Hornet. Esos dos eran los buques que los japoneses creían eran los disponibles. El Yorktown lo comandaba el vicealmirante Fletcher pero, con el barco más lento y aporreado, se sometió a las decisiones de Spruance. Este último, al enterase del ataque a Midway y el posible origen de los japoneses, tomó su primera gran decisión: Atacar de inmediato a los japoneses, con todos los escuadrones de los tres buques, tratando de agarrarlos cuando regresaran los atacantes.
El ataque desde Midway contra Nagumo fue un sonoro fracaso. Uno tras otro, los escuadrones de bombarderos en picado y torpederos americanos fueron destrozados por los cazas de Nagumo. Los bombarderos de gran altura lanzaron bombas a 6000 metros, sin lograr ningún blanco, pero obligaron a la flota a moverse y dispersarse, retrasando los movimientos. En eso, el famoso y ausente octavo avión de reconocimiento transmitió: "Veo 10 barcos, 5 cruceros y 5 destructores." Nagumo pregunto angustiado: "¿Portaviones?" Tras mucho rato, el explorador respondió: "No hay".
Con esa respuesta, Nagumo se tranquilizó, pues pensaba: "Sí no hay portaviones, y la isla me está atacando, iré contra la isla otra vez." Ordenó entonces que los aviones que tenía en cubierta, armados con torpedos para atacar barcos, cambiaran a portar bombas, adecuadas para atacar a la isla de Midway. Todo ello mientras rechazaba a los ataques aéreos americanos.
Pero en la mitad del trabajo de cambio de armamento señalado en los aviones, el maldito avión número 8 de reconocimiento transmitió: "UN PORTAVIONES EN EL GRUPO." Nagumo ordenó suspender el cambio de armas, los artificieros dejaron las bombas en cubierta, y empezaron a colocar torpedos en los aviones. Al mismo tiempo, celoso de su misión principal, Nagumo cambió el rumbo hacia el barco americano. ¡No se le escaparía!
El ataque naval americano parecía ir de mal en peor. El cambio de rumbo de Nagumo los hizo acudir al sitio equivocado. Dos escuadrones de cazas se perdieron, y cayeron al agua. Otro escuadrón de bombarderos en picado soltó las bombas al mar por un defecto en el armado. Los tres escuadrones de torpederos fueron donde creían que venía Nagumo, pero como este cambió el rumbo no estaba allí. Transmitieron los dos escuadrones que quedaban de bombarderos en picado que los buques enemigos no estaban allí, y se lanzaron a buscarlos. El jefe del grupo de torpederos del Hornet era un indio sioux, John C. Waldron, y ordenó que lo siguieran, diciendo que su instinto los llevaría al sitio correcto... ¡Y los llevó!
Nagumo experimentó dos problemas. Hubo una alarma de submarinos, y toda la flota empezó a hacer zigzag. Ello retrasaba todo. Y venía llegando Tomonaga, pidiendo pista con sus aviones secos de combustible tras atacar Midway. En eso, vieron llegar los aviones torpederos de Waldron, a ras del agua. Nagumo exclamó "Vienen sin escolta, eso es un suicidio". El jefe sioux cargo con enorme valor, pero todos sus aviones fueron derribados en su esfuerzo. Nagumo exclamó "Se baten como samuráis". El sacrificio de Waldron desordenó aún más a la flota japonesa, y retrasó los despegues. ¡Y Tomonaga pedía pista para aterrizar en los buques! En ese instante, el segundo de Nagumo, Vicealmirante Yamaguchi, desde el Hiryū transmitió "Sugiero lanzar el ataque". Nagumo tenía que tomar una decisión. Había destruido 5 ataques americanos que fueron surgiendo por partes. ¡Decidió que eso no le pasaría a él!, y ordenó que todos los aviones, incluidos lo de Yamaguchi, bajaran a los hangares de los barcos para despejar sus pistas y recibir a Tomonaga. ¡Lanzaría el ataque con todos sus aeroplanos!
Mientras tanto, el funesto avión explorador número 8 detectaba a los otros dos PORTAVIONES americanos..., pero al intentar transmitir este importantísimo mensaje... Falló el equipo de radio del avión. No pudo enviar ninguna información, y emprendió el viaje de regreso, ¡Para avisar en persona!
Cuando Tomonaga llegaba para aterrizar, detectaron otra escuadrilla de torpederos que venía a ras del agua, la del Yorktown. Cada portaviones tenía una sola escuadrilla de este tipo de aviones, así que estaban cerca ¡Dos portaviones americanos! ¡Sus sistemas de alerta habían fallado! Los cazas japoneses se lanzaron contra ellos, y los derribaron a todos, sin que pudieran apuntarse un solo torpedo exitoso. Pero de nuevo se movió todo, al terminar comenzaron a aterrizar los secos aviones de Tomonaga; en tiempo record, los 4 portaviones los recibieron, y bajaron los aviones a los hangares. El personal empezó a abastecerlos con combustible y armarlos con torpedos.
Mientras tanto, muy alto, sobre la flota japonesa, empezaban a juntarse las escuadrillas de bombarderos en picado del Enterprise y del Yorktown, que estaban muy dispersas. Pronto reducirían a escombros a los majestuosos buques del Emperador. Mientras lo hacían, vieron que, miles de metros abajo, al nivel del mar, la escuadrilla de torpederos del Enterprise, contando con escolta de cazas, atacaba a los japoneses.
Para Nagumo fue un shock tremendo el ver a estos nuevos torpederos. ¿Había otro portaviones? ¿Eran tres? ¡Pero sí sólo tenían dos! (creía Nagumo) ¿De cuántos portaviones disponían esos diabólicos americanos? ¿Los muertos salían del agua para volver a luchar por su país? Los cansados cazas japoneses se lanzaron sobre ellos, la batalla fue furiosa, y los japoneses los rechazaron, derribando al 80 % de los agresores, y haciendo huir al resto. ¡Ni un solo impacto de torpedo hubo en ningún buque imperial! Ese ataque hizo que hasta el último caza japonés bajara al nivel del mar para cazar a los atacantes. Los cazas japoneses se estaban quedando sin combustible para poder volver a subir a su altura original. Nagumo se dio cuenta que no tenía "techo" protector de cazas. Los portaviones japoneses se colocaron contra el viento, y los ascensores subían y bajaban. Centenares de aviones rugían en las pistas, repletos de combustible y de torpedos, acompañados de las mortíferas bombas, que quedaron en cubierta. ¡5 minutos más y Nagumo tendría la victoria en su mano, 250 aviones aniquilarían a los americanos! Ordenó: "Lancen el ataque" y la primera escuadrilla despegó rápidamente del Akagi, seguida de las primeras de los otros portaviones...
Y en ese momento, Nagumo escuchó las palabras que debieron martillar su cerebro cada día hasta morir dos años después: ¡NOS ATACAN BOMBARDEROS EN PICADO!
VII. FASE 2: 5 MINUTOS PARA CAMBIAR LA HISTORIA
La primera fase de la batalla duró la mayor parte de la mañana del 4 de junio de 1942. La segunda fase duró solo cinco minutos.
El capitán Clarence W. McClusky comandaba los bombarderos en picado del Enterprise. Al no hallar a Nagumo en el rumbo previsto, arriesgó a su escuadrón, siguiendo la estela de un destructor japonés en el agua. Su decisión fue la clave del éxito norteamericano. Divisó a la escuadra de Nagumo, que navegaba erráticamente, miles de metros abajo, esquivando los ataques a ras de superficie de los malogrados aviones torpederos. Las estelas se cruzaban unas con otras, en desorden. Mientras reunía su grupo de 18 aviones, McClusky lo dividió en dos subgrupos, uno comandado por él directamente, y otro por su segundo, el teniente Richard Best. Eligió los dos más grandes portaviones para su escuadrón, reservándose para su subgrupo el Kaga, y para el de su segundo el Akagi. Por casualidad, coincidían con él los 17 bombarderos en picado del Yorktown, al mando del capitán Maxwell Leslie, quienes picaron sobre el Sōryū. El Hiryū se había quedado atrás, y no era visible entre las nubes.
Los 35 aviones iniciaron un picado infernal, de 70 grados con respecto a la horizontal, con órdenes de lanzar la bomba a unos 900 m de altura, sin mover el avión al hacerlo, para no desviarla. Eran las 10:25 horas en la mañana del 4 de junio de 1942. Durante la mitad del picado no fueron detectados, pero luego las granadas de fuego antiaéreo empezaron a estallar a su alrededor. Los americanos veían a los aviones moverse en las pistas, a los pilotos correr y a los oficiales manotear, mientras las mangueras de combustible, abandonadas, serpenteaban como animales vivos en las cubiertas repletas.
La sorpresa era total. Hacía un minuto el capitán Minoru Genda le había dicho a Nagumo "No tenemos techo de protección". Los oficiales se lanzaron hacia los cañones antiaéreos, que se elevaban al máximo, apuntando a los blancos con sus sables desenvainados. Los acorazados y cruceros de escolta subían sus cañones, tratando de cubrir a los portaviones con descargas sucesivas de enorme poder.
Los portaviones empezaron a danzar, dando terribles bandazos para desorientar a los atacantes, pero ocasionando la caída al mar de sus aviones, ubicados en posición de despegue. Los aviones de Mc Clusky se sumergieron en ese mar de fuego. La primera bomba falló, y algún avión fue derribado al descender, pero la mayoría pasó. El avión de McClusky fue acribillado, y él mismo fue herido en el hombro, pero lanzó su bomba de 500 kg en la cubierta del Kaga, seguida de otras tres de sus compañeros. Pronto se produjeron colosales explosiones que arrasaron la cubierta, mientras el gigantesco buque seguía navegando a toda velocidad. Una de la explosiones devastó al puente de mando, matando al capitán Isaku Okada y a la mayoría de sus oficiales. Volaban en pedazos aviones, cuerpos humanos, depósitos, ascensores, etc.
En el Akagi se repitió la escena, alcanzado por las bombas de los aviones de Best. Parecía que su recia construcción soportaría el castigo, pero pronto a las explosiones en cubierta se sumaron, incontenibles, las de sus aviones y de depósitos de combustible. Todo el gigante reventó, de proa a popa, envolviendo a Nagumo en humo y fuego, cortando sus comunicaciones y aislándolo en su torre de mando.
El portaviones Akagi, de 37000 toneladas (a la derecha, parcialmente oscurecido por las nubes) realiza una dramática acción evasiva durante el ataque aéreo a gran altura (6100 m) de los bombarderos Boeing B-17E Flying Fortress estadounidenses, el 4 de junio de 1942. El barco que le sigue a la izquierda es probablemente su escolta el destructor Nowaki. La fotografía fue tomada desde uno de los B-17E atacantes basados en Midway. La gran altitud de los bombarderos les dio a los capitanes japoneses tiempo suficiente para anticipar donde golpearían las bombas, y maniobrar así con éxito sus barcos fuera del área de impacto. Cuatro B-17E atacaron el Akagi, pero fallaron con todas sus bombas. Luego de bombardear a las fuerzas estadounidenses en Midway, el Akagi y los otros portaviones fueron atacados por aviones provenientes del atolón y de los portaviones Enterprise, Hornet y Yorktown. Los bombarderos en picado Douglas SBD-2 Dauntless del Enterprise dañaron gravemente al Akagi. El capitán al mando del buque cuando ocurrió su hundimiento el 5 de junio de 1942 era Taijiro Aoki (?–1962), quien intentó hundirse con su barco, pero su tripulación lo impidió a la fuerza. Cuando se hizo evidente que no podía salvarse la nave, a las 04:50 del 5 de junio Yamamoto ordenó que se hundiera el Akagi, y le dijo a su personal: "Una vez fui el capitán del Akagi, y es con un profundo pesar que ahora debo ordenar que se hunda". Los destructores Arashi, Hagikaze, Maikaze y Nowaki dispararon cada uno un torpedo contra el portaviones, y este se hundió. Se perdieron 267 hombres de la tripulación del barco. Su naufragio fue localizado en 2019 por el buque oceanográfico RV Petrel, perteneciente a la fundación del cofundador de Microsoft, Paul Allen. Fuente: USAAF. Fotografía de autor desconocido.
Los aviones de Leslie se lanzaron contra el Sōryū, que encajó las bombas, repitiéndose la terrible escena. El buque se convirtió en una tea encendida, entre la que morían, como en las demás, abrasados los mejores pilotos de mundo. Irreemplazables.
Con sus aviones acribillados, McClusky y Leslie emprendieron el regreso a sus barcos, meneando las alas, tras la más sensacional e inesperada victoria aeronaval que podía darse, aunque perseguidos por los frustrados cazas japoneses que lograron remontar para ello. Eran las 10:30 horas, en 5 minutos cambiaba la Segunda Guerra Mundial.
El Hiryū emergía de las nubes y sus cortinas de humo. Ante los atónitos y aterrados ojos de sus pilotos y marineros, incluido el comandante de la escuadra Tamon Yamaguchi, se mostraban los penachos de humo en que se habían convertido sus 3 portaviones compañeros, a los que se acercaban los destructores para tratar de contribuir a apagar los desaforados incendios.
Yamaguchi tomó una inmediata decisión. Sin esperar órdenes del incomunicado Nagumo, Yamaguchi hizo despegar 18 bombarderos en picado y 6 aviones de caza, al mando del capitán Michio Kobayashi, veterano de Pearl Harbor, con la misión de seguir a los americanos y destruir sus portaviones. Al mismo tiempo, radiaba un mensaje a Yamamoto, diciendo: "Akagi, Kaga y Sōryū son pasto de las llamas, el Hiryū contraataca al enemigo". Así se enteró el comandante japonés Yamamoto que en vez del triunfo acostumbrado, se encontraba ante un descalabro colosal. A bordo de los incendiados portaviones japoneses, el Infierno de Dante devoraba estructuras y seres humanos.
En el Akagi, las dos bombas recibidas habían destrozado la cubierta y los ascensores, las explosiones de los aviones por despegar dejaban decenas de muertos, pero pronto empezaron a explotar también las bombas acumuladas descuidadamente en cubierta al hacer los cambios por los torpedos, y aquello multiplicó los daños por diez. A esos siguieron los torpedos en los aviones. Cegado por el humo, Nagumo pudo vislumbrar las antorchas que eran el Kaga y el Sōryū y pronto quedó envuelto entre los incendios. Un destructor se aproximó, pero Nagumo se rehusó a abandonar su buque insignia y en pocos momentos la única escalera desapareció entre las llamas. 26 minutos después del ataque, Nagumo y el capitán Taijiro Aoki se deslizaron por una precaria cuerda para caer en la cubierta al rojo vivo, donde perecían abrasados los heridos. En un principio, Nagumo decidió suicidarse, pero fue convencido de que no lo hiciera, y se trasladó con cuerdas a un destructor, que lo llevó al crucero Nagara, donde se quedó atónito contemplando los incendiados portaviones.
En el Akagi se perdió contacto con la sala de máquinas, y el buque se detuvo, bajo las constantes explosiones de los aviones en cubierta. Al detenerse las máquinas, convertidas en un infierno, se pararon las bombas, y ya no se pudo combatir a los incendios. En las cadenas que se hacían de marineros para acarrear cubetas de agua, estos morían por asfixia, o se carbonizaban con las altísimas temperaturas. Los médicos no podían atender a los heridos, cuyas ropas se incendiaban, y los que yacían en cubierta se quemaron vivos casi todos. Unos pocos afortunados fueron bajados con cuerdas, o fueron lanzados al mar. Nadie salió vivo de la sala de máquinas del buque.
Se evacuaron a los pilotos supervivientes, y se siguió la perdida lucha hasta las 16:16 horas, cuando se extinguieron las esperanzas, y entonces el capitán Aoki dio la orden de abandonar el buque. Pero él mismo se negó obstinadamente a salir, esperando que el buque fuera remolcado, y sólo a las 19:20 horas, previo intento de matarse, fue persuadido por su segundo Miura para trasladarse a un destructor.
En el Kaga, las cuatro bombas ocasionaron mayores destrozos, y tuvieron consecuencias más rápidas. Tras la muerte de Jisaku Okada su segundo, Amagai, asumió el comando de la nave y acometió una enérgica lucha contra los incendios, logrando despejar las cubiertas. Cuando parecía lograr el control, estalló un camión de combustible que surtía a los aviones. Las llamas se reavivaron en todas partes. Durante más de tres horas Amagai luchó contra la catástrofe, hasta que se vio obligado a abandonar el puente en llamas. A las 14:00 horas el submarino americano Nautilus disparó tres torpedos contra el Kaga, sin que el detenido portaviones pudiera moverse y evitarlo. Pero dos torpedos no acertaron, y el otro no explotó. A las 16:40 horas Amagai dio la partida por perdida, y ordenó abandonar el barco. Justo a tiempo, pues poco después de salir, dos enormes explosiones desgarraron el casco, y la nave se hundió entre silbidos estridentes de vapor.
En el Sōryū, 13 de los aviones del Yorktown lograron pasar la barrera antiaérea, y por lo menos tres bombas cayeron en cubierta las cuales arrasaron hombres y aviones. Las explosiones de estos últimos se confundieron con las de las bombas recibidas. En sólo diez minutos el buque se detuvo, y luego una nueva y terrible explosión interna arrojó al mar a centenares de tripulantes. El capitán Ryūsaku Yanagimoto se esforzó al máximo, pero las ropas de los operadores empezaron a arder por la tremenda temperatura. Muy contra su voluntad, ordenó abandonar el barco, pero decidió hundirse con él. Los marineros trataron de impedirlo, e incluso mandaron a un fuerte luchador para sacarlo a la fuerza, pero desistió ante la terrible e inflexible voluntad de Yanagimoto, que se hundió con su buque a las 19:13 horas, de popa, casi tomando la posición vertical al desaparecer en las profundidades.
VIII. FASE 3: EL DUELO FATAL ENTRE EL HIRYŪ Y EL YORKTOWN
Tras la salida de los bombarderos en picado de Kobayashi, el Hiryū recogió los pocos aviones que habían despegado de sus vecinos, y repostó a los cazas supervivientes. Manteniendo a su lado a los acorazados Kirishima y Haruna, con su temible cobertura antiaérea, el Vicealmirante Yamaguchi continuó la marcha hacia la flota americana. Poco después, regresó el infausto explorador número ocho. Así, el comandante japonés supo que se enfrentaba a 3 portaviones americanos. Pero estaba decidido a arrancar la victoria de las fauces de la derrota. Rápidamente, dispuso la salida de un nuevo grupo, ahora de torpederos. Tomonaga había aterrizado a bordo, pero el tanque de combustible de su avión estaba perforado. A pesar de ello y ante la escasez de aviones, Tomonaga ordenó cargar su avión y prepararlo. No tendría combustible para el regreso, lo sabía, pues no habría regreso. Mientras, el grupo del herido McClusky aterrizaba en el Enterprise, y el de Leslie, al que seguía Kobayashi, lo hizo en el Yorktown. Tanto Spruance como Fletcher mantenían sendas coberturas de cazas sobre sus dos fuerzas operativas.
Los aviones de Kobayashi llegaron al Yorktown a las 12:15 horas. A 5500 m de altura vieron a los bombarderos americanos en maniobra de aterrizaje. Se lanzaron los japoneses a fondo, mientras los estadounidenses, avisados por el radar, lanzaron todos sus cazas para detener a los atacantes. Siguió una feroz batalla aérea de gran estilo, mientras los cazas japoneses se lanzaban sobre los bombarderos, y los cazas Grumman F4F Wildcat a su vez sobre ellos. Los cañones antiaéreos del Yorktown disparaban furiosos, y los cruceros Astoria y Portland cubrían de metralla el cielo, a cada lado de su portaviones.
Diez bombarderos en picado Aichi Val japoneses fueron derribados por los cazas, entre ellos el de Kobayashi, y dos más por el fuego antiaéreo; uno falló el blanco y se estrelló, pero otros 5 pasaron y lanzaron sus bombas. Tres hicieron impacto, una bomba entró por la chimenea y destruyó las calderas, paralizando el buque. Otra cayó en la cubierta, inutilizándola con un enorme boquete, y otra impactó en un depósito de municiones y combustible, pero los sistemas de seguridad y contraincendios americanos eran mucho mejores que los japoneses, y la rápida inundación de esos compartimientos estancos evitó su masiva explosión. El buque quedó paralizado y envuelto en humo, por lo que los 5 aparatos supervivientes japoneses reportaron haber ocasionado averías fatales en un portaviones americano.
Mientras, en el Hiryū, Yamaguchi recibía los detalles del explorador, y supo que se enfrentaba a 3 portaviones americanos. De inmediato, avisó a la oleada de Tomonaga para que atacara solo a los portaviones americanos intactos. Tomonaga despegó a las 12:45 horas con sus torpederos Nakajima Kate.
Entretanto, el capitán del Yorktown, Elliot Buckmaster, desplegaba una actividad frenética para controlar los daños. Lograron impulsar el barco con una sola caldera, y apagar los incendios. A la 14:00 horas el barco navegaba, averiado, a velocidad media. A las 14:40 horas el radar detectó a los aviones del temible Tomonaga, y los cansados cazas americanos se elevaron para detenerlo.
Tomonaga vio al Yorktown aparentemente intacto, no podía creer que se tratara de mismo barco atacado antes, y decidió que era una nueva presa. Dividió su escuadrón en dos grupos, uno a su mando y otro al mando de su segundo, Toshio Hashimoto, y picó sobre el Yorktown, atacándolo desde dos direcciones. Los cazas americanos lograron derribar algunos aviones pero, de nuevo, los japoneses pasaron. Tomonaga dirigió su grupo al centro de fuego enemigo, y estrelló deliberadamente su avión y torpedo contra el puente del buque, ocasionando una gran explosión e incendio. Sus compañeros siguieron su ejemplo, y colocaron dos torpedos más en el centro de la nave, muy juntos. Hashimoto logró impactos también. El gran barco se estremeció entre llamas y explosiones. Al iniciar el regreso, Hashimoto transmitió por radio al Hiryū "Portaviones clase Yorktown alcanzado y en llamas". Le quedaban 5 torpederos y 2 cazas supervivientes. Aterrizaron en el Hiryū a las 16:30 horas.
El portaaviones Yorktown de la Armada de los Estados Unidos, de 25900 toneladas. El Yorktown jugó un papel importante en la Batalla de Midway a principios de junio de 1942. Sus aviones fueron cruciales en el hundimiento de dos portaaviones japoneses, y absorbió los dos contraataques aéreos nipones en Midway que, de otro modo, se habrían dirigido a los portaviones Enterprise y Hornet. El 4 de junio, aviones japoneses atacaron y paralizaron al Yorktown, pues perdió toda la potencia, escorándose peligrosamente 23 grados a babor como se observa en la imagen. El capitán del buque era Elliott Buckmaster (1889–1976), quien temía que se volteara. Los esfuerzos de salvamento en el Yorktown fueron alentadores y el remolcador de flota Vireo (de 840 toneladas) le llevó a remolque a 3 nudos, realizando un trabajo digno de Hércules. A última hora de la tarde del 6 de junio, el submarino japonés I-168, comandado por el del capitán de corbeta Yahachi Tanabe (1907–1990), eludió la detección de los buques de escolta, posiblemente debido a la gran cantidad de escombros y restos en el agua, disparando una salva de torpedos, dos de los cuales impactaron en el Yorktown, abriendo un gran agujero en su sentina de estribor (la parte más baja de la sala de máquinas), y un tercero hundió al destructor Hammann luego de partirse en dos, buque que había estado proporcionando energía auxiliar al Yorktown. Después del hundimiento del Hammann hubo una violenta explosión submarina, cuya causa probable fueron las cargas de profundidad y los torpedos del destructor, evento que causó muchas muertes en el agua. Con los esfuerzos de salvamento del Yorktown considerados inútiles, y dado su peligroso escoramiento, los equipos de reparación restantes fueron evacuados del barco, que finalmente rodó boca abajo mostrando su herida mortal, y se hundió lentamente, con la popa primero, hasta tocar fondo a 5500 m de profundidad, con sus banderas de batalla ondeando. En total, el hundimiento del Yorktown el 7 de junio de 1942 se cobró la vida de 141 de sus oficiales y tripulantes. El submarino I-168 logró eludir a los destructores, que lo buscan ferozmente, habiendo sobrevivido a sus ataques con 40 cargas de profundidad en el transcurso de 13 horas de persecución implacable. La venganza final llegaría en julio de 1943, cuando el submarino japonés fue hundido por el submarino americano Scamp, en un equivalente silúrico de un duelo de pistoleros, pereciendo sus 97 tripulantes, sí bien Tanabe sobrevivió a la guerra y en 1973 escribió el artículo Yo hundí al Yorktown en Midway. El naufragio del Yorktown fue localizado en mayo de 1998 por Robert Ballard, descubridor de los restos del RMS Titanic, del acorazado alemán Bismarck y de la lancha torpedera PT-109 comandada por John F. Kennedy, hundida el 2 de agosto de 1943 cuando fue literalmente arrollada por el destructor japonés Amagiri navegando a toda máquina. Fuente: US Navy. Fotografía de autor desconocido.
Yamaguchi fue felicitado por sus oficiales. ¡Dos portaviones americanos hundidos! ¡Ahora estaban luchando uno contra uno! A las 17:00 horas ordenó servir bolas de arroz a la tripulación, que llevaba combatiendo todo el día, y decidió lanzar un tercer ataque, aprovechando la oscuridad. Creía que en el único portaviones americano superviviente no habría muchos aviones, y que así tendría una mejor oportunidad. Yamaguchi trataba desesperadamente de empatar la partida. Frenéticamente, sus marineros llenaban de combustible, bombas y torpedos a sus últimos aviones. Para el tercer ataque, que dirigiría Hashimoto, se reunieron 6 cazas Zero, 5 bombarderos Val y 4 torpederos Kate. Viendo tristemente los preparativos, Yamaguchi diría: "Esta mañana cubríamos el cielo con nuestros aviones, y ahora ganamos o perdemos con 15 aparatos." Los aviones estaban listos, y el Hiryū puso su proa contra el viento para facilitar los despegues. El Sol se veía espléndido, pronto al ocaso.
Entretanto, los daños en el Yorktown eran terribles. El comandante de la Fuerza de Tareas 17, contralmirante Fletcher, que iba bordo, entregó el mando táctico americano al contralmirante Spruance, y se trasladó al crucero Astoria. Desde el Enterprise lanzaban exploradores en todas direcciones, buscando al Hiryū. Este había cambiado el rumbo, por lo que los aviones solo localizaban a los incendiados barcos de Nagumo. Se ordenó a los aviones del Yorktown aterrizar en el Enterprise.
Las explosiones e incendios ya no se pudieron dominar en el Yorktown y a las 14:58 horas el capitán Buckmaster ordenó evacuar el barco. Un destructor se mantuvo en sus proximidades para hundirlo si se detectaban buques japoneses, temiendo que lo tomaran a remolque. Pero durante la noche el barco permaneció a flote, por lo que su capitán preparó un grupo de rescate con el que volvió a bordo para aligerar peso, bombear agua a los tanques para estabilizar la inclinación y tratar de llevarlo a Hawái.
En Pearl Harbor, Nimitz recibía los partes de la batalla. Intervino personalmente ante Fletcher y Spruance. ¡Había que localizar al cuarto portaviones japonés! Sus órdenes eran perentorias. Sólo destruyéndolo se podría frustrar a invasión.
A las 14:30 horas un explorador del Yorktown divisó a la flota de Yamaguchi, navegando apretadamente con el Hiryū en el centro, y los acorazados a sus flancos. De inmediato, Spruance dirigió toda su Fuerza de Tareas 16 hacia él. Con el Hornet, el Enterprise y sus 6 cruceros, se sintió mucho más fuerte. Lanzó una gran ofensiva con los aviones del Enterprise, y los del Yorktown que estaban en ese buque, incluyendo 24 Dauntless al mando de Richard Best. El Hornet lanzó otros 16 aeroplanos. Esta fuerza partió sin escolta de cazas, manteniendo a estos últimos para la defensa de los propios portaviones.
En el Hiryū nada detectaron, pues los japoneses no tenían radar. Se repetía la llegada americana en el momento preciso y vulnerable del despegue masivo de aviones japoneses. Los oficiales volvieron a apuntar los sables a los blancos en el cielo, y la furiosa artillería de los escoltas derribó varios aviones americanos. El capitán Takeo Kaku hizo virajes tremendos a estribor para evitar las bombas. El Hiryū se movía con enorme agilidad y evitó las primeras, pero la llegada de los aviones del Hornet desbordó las defensas. Cuatro bombas estallaron simultáneamente en la cubierta, una en el puente y dos entre los aviones preparados para el despegue, que empezaron a estallar con sus bombas y torpedos, multiplicando la destrucción. Columnas de humo se elevaban en todo el barco, que se detuvo completamente, mientras morían abrasados en cubierta pilotos y tripulantes. Fue tan clara la destrucción del Hiryū, que los últimos aviones americanos se lanzaron contra los escoltas, logrando averiar al acorazado Haruna.
Kako emprendió las labores de lucha contra el incendio con gran habilidad, prolongando la agonía del barco hasta la medianoche. Pero no lograron llegar a la sala de máquinas, con lo que el buque quedó desvalido y condenado. Sin embargo, su robusta construcción le mantenía tercamente a flote. A las 2:30 horas el contralmirante Yamaguchi ordenó al capitán Kako abandonar el barco. Bajo la claridad de la Luna llena, con su silueta recortada en la llamas, Yamaguchi reunió a la tripulación y les arengó:
"Yo soy el único responsable de la pérdida del Sōryū y del Hiryū. Permaneceré a bordo hasta el fin. Pero os ordeno a todos vosotros que abandonéis el buque y continuéis siendo leales en el servicio a Su Majestad el Emperador".
Hecho esto, Yamaguchi entregó su gorra a su asistente, como recuerdo, y este le ayudó a amarrarse al timón, para asegurarse acompañar el barco a las profundidades. Con unos sonoros ¡Banzai! se arriaron la bandera del Hiryū y la insignia del almirante. Varios oficiales pidieron morir con Yamaguchi, pero este les ordenó pasar a los destructores de escolta. Solo el capitán Kaku se quedó, pues era su deber y privilegio hundirse con su barco. Yamaguchi lo aceptó, comentando: "Cuan clara brilla la Luna esta noche". Cuando se alejaban los oficiales, los oyeron cantar:
Si muero en la montaña el musgo lo cubrirá.
Pero no sentiré temor alguno.
Porque habré muerto por el Emperador.
El Hiryū, abandonado, seguía a resistiendo. A las 5:10 horas el comandante de los destructores, capitán Abe, ordenó el lanzamiento de dos torpedos contra el Hiryū. El barco empezó a hundirse. A las 5:40 horas, Abe transmitió a Yamamoto que el buque desaparecía, pero a las 7:00 horas los aviones exploradores del portaviones Hōshō, de Yamamoto, lo localizaron ardiendo aún. Se ordenó a Nagumo que enviara destructores para tomarlo a remolque y rescatarlo, pero ya no lo hallaron. El buque se hundió a la 8:20 horas del 5 de junio de 1942. Los tripulantes supervivientes atrapados en la sala de máquinas del Hiryū lograron salir por los boquetes abiertos ocasionados por los torpedos de Abe. Subieron a cubierta y escaparon antes del hundimiento. Fueron hechos prisioneros por los americanos, sobreviviendo a la guerra.
El portaviones Hiryū, de 21000 toneladas, abandonado y ardiendo, unas horas antes de irse a pique. Fue uno de los cuatro portaviones japoneses que se hundieron en la Batalla de Midway. El contraalmirante Tamon Yamaguchi, jefe de la 2.ª División de Portaviones y el capitán de navío Kaku Tomeo, permanecieron a bordo del Hiryū. El retrato del Emperador (el activo más importante del buque) fue trasladado a un destructor por el oficial Toshio Abe (futuro comandante del súperportaviones Shinano). Los destructores dispararon al portaviones con varios torpedos, para evitar su captura. Finalmente se hundió, llevándose a 35 hombres que no quisieron abandonar su puesto. Otros 350 ya habían muerto debido al bombardeo, los incendios o las explosiones secundarias. Finalmente, 35 supervivientes, todos del cuarto de máquinas, fueron rescatados más tarde por la Armada de los Estados Unidos, siendo hechos prisioneros. Fuente: Comando de Historia y Patrimonio Naval (EE. UU). Fotografía de autor desconocido.
IX. FASE 4: LAS TRAMPAS DE YAMAMOTO
Tras el terrible mensaje del Hiryū sobre la debacle de Nagumo, Yamamoto pasó horas de inquietud, rabia, frustración y creciente desesperación, condenado al silencio para no delatar su posición. La espléndida escuadra de Nagumo estaba casi destruida. A bordo del súperacorazado Yamato, con los mayores cañones del mundo, y rodeado de los monumentales acorazados Nagato y el Mutsu, contra quienes no había tampoco rival, deba sentirse como un oso esperando destrozar a una víbora con sus garras. Pero la víbora ya había picado...
Los acorazados de Yamamoto estaban 300 millas detrás de Nagumo. Ahora debía acudir a su encuentro para protegerlo y asumir la dirección de la batalla. Ordenó navegar a toda máquina, pero manteniendo el zig zag, para prevenir ataques de submarinos americanos. Una espesa niebla lo envolvía, por lo que la maniobra, sin radar, era peligrosa. En la espaciosa sala del Yamato los oficiales de Yamamoto analizaban las opciones. A la 12:20 horas, mientras el Hiryū lanzaba sus ataques, Yamamoto rompió el silencio de radio y ordenó a todas las flotas y buques converger sobre Midway. Particularmente, se ordenó al submarino I-168 que emergiera y atacara con el fuego de su cañón la base de Midway. También se indicó al vicealmirante Kondo que destacara los 4 rápidos y modernos cruceros pesados del contralmirante Takeo Kurita, los Kumano, Susuya, Mikuma y Mogami, para que avanzaran hacia Midway y arrasaran con su fuego cañonero las defensas, apoyados luego por el acorazado Hiei, de la propia escuadra de Kondo. ¡Midway seria neutralizada!
Se ordenó también a la Segunda Flota de Portaviones, del contralmirante Kakuji Kakuta, con el Ryūjō y el Jun'yō, que atacaran Dutch Harbor en las Islas Aleutianas, y que se reuniera con Yamamoto. Pero Kakuta estaba muy lejos, calculando llegar al final del día 6 o el día 7 de junio. Igualmente fueron convocados los 4 acorazados del vicealmirante Shiro Takasu, que debían cubrir el flanco Norte, estos eran los Ise, Hyūga, Yamashiro y Fusō.
Este plan de Yamamoto se agrietó cuando Yamaguchi confirmó que los portaviones americanos eran 3, luego la terrible noticia de la destrucción del Hiryū y, por si fuera poco, Nagumo transmitió que los portaviones americanos eran 5, y que navegaban hacia él. Probablemente, sus nunca muy acertados exploradores pasaron dos veces sobre el mismo grupo, confundiéndolo. Yamamoto montó en cólera, y su jefe de estado mayor, vicealmirante Ugaki dijo: "La escuadra de Nagumo no tiene estómago para el combate nocturno". Yamamoto ordenó a Kondo asumir el mando de las dos flotas, y lanzar los acorazados de Nagumo al bombardeo de Midway.
En la zona Yamamoto solo tenía el ligero portaviones de Kondo, el Zuihō, y el pequeño portaviones Hōshō a su vista. Su inferioridad aérea era evidente. Pero aun así lanzó a las 19:15 horas un mensaje a toda la flota, diciendo que los portaviones americanos estaban destruidos y que el plan de desembarco continuaba. Ya Yamamoto sabía que las pérdidas americanas sólo eran de un portaviones. Este falso mensaje sólo era para mantener la moral.
En Tokio cundía el desánimo y la preocupación. El almirante Nagano temía que Yamamoto, ofuscado por la derrota de Nagumo, pudiera perder toda la flota por la acción aérea enemiga. Pero Nagano decidió que esa era la batalla de Yamamoto y que las decisiones las tomaría él. Lo que ocurría era que Yamamoto estaba convencido de que las fuerzas americanas estaban al mando del impulsivo y ofensivo vicealmirante Halsey, quien en realidad estaba enfermo, como se señaló. Yamamoto conocía a Halsey, y estaba seguro que este mantendría la persecución para destruir con sus aviones a los buques de Nagumo al amanecer. Entonces, durante la noche, los acorazados de Kondo los sorprenderían. Ante el fuego de 4 acorazados, los 6 cruceros de Spruance serían totalmente insuficientes. ¡Destruirían a los portaviones! Y al amanecer llegaría Yamamoto con sus gigantescos buques para rematarlos. A ese plan se aferró Yamamoto para salvar la situación.
Y en la sala de mando del Enterprise y en el despacho de Nimitz, los americanos trataban esforzadamente de convencer al renuente Spruance que hiciera exactamente lo que Yamamoto deseaba.
Mientras tanto, Spruance se enfrentaba a los aviadores y oficiales de sus fuerzas. Como él mismo no era aviador, no tenía el ascendente ni la experiencia para manejar a los belicosos pilotos, que querían todos continuar a toda máquina hacia los buques japoneses. La segunda gran decisión de Spruance, en la que se mantuvo inconmovible, fue la de dar media vuelta y regresar. No se arriesgaría a un choque nocturno que no podía ganar. Al retirarse, el enemigo escaparía, pero si no lo hiciera y siguiera avanzando, podría atacarlo al amanecer, con la seguridad de conocer bien su posición. Las protestas de sus pilotos y oficiales fueron estridentes, algunos llegaron a llamar a Nimitz, pero este apoyó a Spruance. No habría batalla nocturna. ¡Las mandíbulas de acero de Yamamoto se cerraron sobre el vacío!
A medida que avanzaba la noche era evidente que no habría acción nocturna. Yamamoto debía tomar una decisión, o sería atacado por aviones al amanecer. El capitán Kurishima, impulsivamente, insistió en seguir adelante, argumentando que los americanos tenían pocos aviones, y que los acorazados podrían cubrir el desembarco. Ugaki se horrorizó, dijo que eso era una locura, y que podrían perder los mejores barcos del Japón. Se había perdido una batalla, sí, pero se arriesgaban a perder la flota entera. Yamamoto sufría con la alternativa. Por fin, a las 2:55 horas ordenó cancelar la operación, retirar los acorazados de Kondo y los transportes de desembarco, así como también a los cruceros de Kurita, que estaban muy adelantados. Los oficiales de Yamamoto le preguntaron: "¿Cómo podremos excusarnos ante el Emperador?" A lo que Yamamoto, rotundo, respondió: "Esa es mi labor. ¡Yo soy el único que debe hablar con Su Majestad!"
Esa noche del 4 de junio, no solo Yamamoto estaba ansioso e insomne. A diferencia de sus oficiales, que creían que los japoneses se retiraban, Raymond Spruance temía un ataque nocturno, y sus temores parecieron materializarse cuando, a las 01:00 horas, llegaron reportes de Midway de un ataque a cañonazos en el atolón.
Se trataba del submarino I-168 del capitán Yahachi Tanabe que, fiel a las órdenes recibidas, emergió en la bahía y comenzó a disparar con su cañón de 5 pulgadas. Pero la réplica de las baterías fue tan rápida y certera que debió hacer inmersión y huir, perseguido por destructores, por lo que tomó rumbo Sur.
Antes, los aviones de bombardeo B-17 de Midway habían salido a hundir los restos japoneses. Fueron atacados por aviones de caza nipones, lo que hizo pensar a Nimitz que había un quinto portaviones japonés en el área. Eran los últimos aviones del Hiryū, que consuman su último combustible, antes de amarizar cerca de sus barcos.
Poco después, el submarino americano Tambor avistó una fuerza en rumbo a la isla. Se trataba de los cruceros pesados de Kurita, que avanzaban para destruir a cañonazos la base, previo al desembarco.
La guarnición se puso en alerta máxima. Todo ello decidió a Spruance, que pasó la noche retirándose de Kondo, invirtiendo ahora el rumbo y avanzando a toda velocidad hacia los japoneses, para atacarlos en la mañana.
Mientras, a las 6:26 horas un explorador japonés vio al Yorktown, aún a flote, en el que el equipo de salvamento empezaba a operar. Yamamoto ordenó al I-168 cercano, que lo rematara. A las 12:00 horas las operaciones de salvamento parecían exitosas y llevaban el maltrecho portaviones americano a remolque. El destructor Hamman se mantenía a su lado para suministrar energía, agua y combustible. Otros 5 destructores eran su escolta antisubmarina. A las 13:00 horas el submarino de Tanabe llegó a la escena. Hizo una aproximación perfecta, y lanzó tres torpedos. Uno partió por la mitad al Hamman. Al hundirse explotaron sus carga de profundidad, matando a muchos náufragos. Otros dos desgarraron el casco del portaviones. Buckmaster debió evacuar, esta vez definitivamente, a su navío. El Yorktown flotaría ardiendo hasta la mañana del día 6 de junio, cuando se dio la vuelta y hundió.
Los destructores se lanzaron sobre el submarino japonés, que pasó horas bajo un diluvio de cargas de profundidad. Tanabe emergió cuando su submarino ya no tenía aire ni carga eléctrica en las baterías, debiendo enfrentarse con su cañón a los barcos que lo acechaban. Pero logró eludirlos, y regresar a la base de Truk.
Cuando Yamamoto dio la orden de retirada general, los cruceros de Kurita quedaron como los más expuestos. Invirtieron el rumbo, seguidos del submarino Tambor. A las 04:00 horas este fue detectado por el Kumano, y todos los buques giraron evasivamente a babor, pero el último, el Mogami, no observó la señal y embistió al Mikuma, produciendo daños en el costado de este, y más serios en su propia proa. Kurita dejó atrás a los averiados buques, con dos destructores de escolta, y siguió a reunirse con Kondo. Se esperaba en cualquier momento el ataque aéreo norteamericano.
Mientras, Kondo y Yamamoto se reunieron a las 7:00 horas. Aún faltaban 5 horas para avistar los buques de Nagumo. Al amanecer, Spruance lanzó todos los bombarderos disponibles de Midway sobre los averiados Mikuma y Mogami, que eran 6 aviones Vought Vindicator, al mando del capitán Richard Fleming, y 6 Douglas Dauntless, al mando del capitán Marshall Tyler. A las 8:05 horas el capitán del Mikuma anunció que era atacado. Su artillería derribó a Fleming, que deliberadamente se estrelló detrás de la torre de mando.
Desde los portaviones de Spruance se lanzaron tres ataques más, con repetidos impactos. El capitán del Mogami, Akira Soyi, logró llevar renqueando su barco a la base de Truk, pero el Mikuma no tuvo tanta suerte. Se había sacrificado atrayendo sobre él los ataques aéreos, y poco después del tercero, a las 12:00 horas, se dio la vuelta y hundió rápidamente, con mil marineros de su dotación.
Cuando Yamamoto y Kondo se reunieron con Nagumo, a las 12:00 horas, se trasladaron a los heridos y a los quemados de los destructores a los acorazados, cuyas salas de operaciones colapsaron rápidamente. Ante toda la flota era evidente la terrible derrota sufrida.
Los aviones exploradores los buscaban, y Spruance preparó un ataque con retorno nocturno. No lograron divisarlos y los aviones aterrizaron en las pistas iluminadas, a pesar del riesgo de los submarinos. Solo se perdió un avión.
Esta operación dio esperanzas al alicaído Yamamoto. Sí Spruance seguía navegando en su busca, podría repetir la trampa fallida del día anterior. Con los dos portaviones que tenía, y los hidroaviones, sumaba unos 100 aparatos. Al día siguiente llegarían a la zona los dos portaviones de las Islas Aleutianas y el portaviones Zuikaku, enviado apresuradamente desde Japón, traía muchos aparatos, aunque tripulaciones inexpertas. ¡Aún se podía empatar la partida!
Pero Spruance no picó el cebo. Considerando que ya había hecho suficiente y que Midway estaba asegurada, tomó su tercera gran decisión, y puso rumbo a Pearl Harbor, dejando a Yamamoto nuevamente chasqueado. El almirante japonés mantendría la esperanza de que el combate se realizara como él quería hasta el amanecer del día 7 de junio. Entonces, la falta de combustible ya obligó a todos su buques a volver al Japón.
La Batalla de Midway había terminado.
Vista aérea del portaaviones Hornet, de 25900 toneladas, tomada de imágenes filmadas en la Batalla de Midway. Durante esa batalla su capitán era Marc A. Mitscher (1887–1947). Los aviones de combate del Hornet atacaron a la flota japonesa que huía el 6 de junio, y ayudaron a hundir el crucero pesado Mikuma, logrando dañar a un destructor y dejar al crucero pesado Mogami gravemente dañado y en llamas, para alejarse cojeando de la zona de batalla. El ataque del Hornet al Mogami puso fin a una de las grandes batallas decisivas de la historia naval: El atolón de Midway se retuvo como una base importante para las operaciones estadounidenses en el Océano Pacífico occidental. De mayor importancia fue la paralización de la fuerza del portaaviones japonesa, un duro golpe del que la Armada Imperial Japonesa nunca se recuperó por completo. Los cuatro grandes portaaviones se llevaron con ellos hasta el fondo alrededor de 250 aviones navales y un alto porcentaje del personal de mantenimiento de aeronaves japonés más altamente capacitado y experimentado. La victoria en Midway fue un punto de inflexión decisivo en la Guerra del Pacífico. El Hornet fue hundido en la Batalla de las Islas Santa Cruz, el 27 de octubre de 1942, debido a los ataques japoneses de bombarderos en picado Aichi D3A Val y torpederos Nakajima B5N Kate, que la infligieron golpes fatales, incluyendo algunos impactos suicidas kamikaze. A fines de enero de 2019, el equipo de expedición financiado en gran parte por Paul Allen, usando el buque de investigación RV Petrel, localizó los restos del naufragio, a más de 5300 m de profundidad, frente a las Islas Salomón. Fuente: Navsource.org. Fotografía: US Navy.
El súperacorazado japonés Yamato, (大和) de 72000 toneladas, durante unas pruebas en el mar, en octubre de 1941. El 12 de febrero de 1942, el Yamato se convirtió en el buque insignia de la Flota Combinada del almirante Isoroku Yamamoto, veterano de la aplastante victoria de Japón sobre Rusia en la Batalla de Tsushima en la guerra ruso-japonesa, y vencedor de Pearl Harbor, quien estaba planeando un enfrentamiento decisivo con la Armada de los Estados Unidos en la isla de Midway. Después de participar en juegos de guerra, el Yamato partió de la bahía de Hiroshima el 27 de mayo de 1942 para integrarse con el grupo principal de acorazados de Yamamoto. Los descifradores de códigos estadounidenses estaban al tanto de las intenciones de Yamamoto, y la Batalla de Midway resultó desastrosa para la fuerza de portaviones de Japón, con cuatro portaviones de flota y más de 300 aviones perdidos. Yamamoto ejerció el mando general desde el puente de Yamato, pero su plan de batalla había dispersado ampliamente sus fuerzas para atraer a los estadounidenses a una trampa, y el grupo de acorazados estaba demasiado lejos para participar en el enfrentamiento. El 5 de junio de 1942, Yamamoto ordenó a los barcos restantes que regresaran a Japón, por lo que el Yamato se retiró con la fuerza principal de acorazados a Hashirajima, antes de regresar a la base de Kure. La Batalla de Midway fue una derrota desastrosa para Japón. La única vez que el Yamato disparó sus enormes cañones principales de 18 pulgadas de diámetro (que arrojaban proyectiles de 1360 kg de masa) contra objetivos de superficie enemigos fue en octubre de 1944, cuando se envió a enfrentarse a las fuerzas estadounidenses que invadían Filipinas, durante la Batalla del Golfo de Leyte, siendo altamente profiláctico no encontrarse en su camino. En un intento desesperado por frenar el avance aliado, en abril de 1945 el Yamato fue enviado en una misión suicida solo de ida a Okinawa, con órdenes de ir a la playa y luchar hasta ser destruido, protegiendo así la isla. El grupo de tareas de esta misión fue descubierto al sur de Kyūshū por submarinos y aviones estadounidenses, y el 7 de abril de 1945 la nave se insignia orgullo del Japón fue hundida por una oleada de bombarderos y torpederos estadounidenses, con la pérdida de la mayor parte de su tripulación. El formidable armamento del acorazado solo era comparable con su inmensa capacidad de asimilar daños, que incluyeron encajar las explosiones de al menos 6 bombas y 11 torpedos antes de hundirse. Previo hundimiento, el Yamato volcó. Sus 3 torretas principales, cada una de varios miles de toneladas cayeron de su base y, mientras el barco rodaba, se creó una succión que atrajo mortalmente a los tripulantes que nadaban alejándose del buque. Cuando el volcamiento alrededor del eje horizontal alcanzó unos 120°, uno de los dos cargadores de proa detonó en una tremenda explosión. La nube en forma de hongo resultante, de más de 6 kilómetros de altura, se vio a 160 kilómetros de distancia, en Kyūshū. El Yamato se hundió rápidamente, perdiendo aproximadamente 3055 de sus 3332 tripulantes, incluido el comandante de la flota, el vicealmirante Seiichi Itō (1890-1945), y donde días después de su muerte, su único hijo murió como kamikaze cerca de Okinawa. También falleció en el ataque hundiéndose con el barco el último capitán de la nave, Kōsaku Ariga (1897-1945), quien lo comandaba desde 1944. Una expedición submarina de 1984 permitió identificar los restos del acorazado en el fondo del mar, partido en dos, y en 2016 se inspeccionó el pecio utilizando tecnología digital, y el video resultante reveló muchos detalles, como la cresta de la Flor del Crisantemo en perfecto estado y rabiosamente aferrada a su barco, la hélice masiva y la torreta principal separada, siendo imposible al ver las imágenes del cadáver del Samurái de Hierro despedazado y corroído en su digna indefensión, no pensar en el poema que pronunciara el capitán Ariga, quien dijo a sus hombres, justo antes de la última salida: "Si alguien te pregunta cuál es el corazón de Yamato, dile que es el perfume del cerezo salvaje, cuando el Sol lo acaricia en la mañana". Fuente: Archivos del Museo Marítimo de Kure, Japón. Fotografía de autor desconocido.
X CONSECUENCIAS, OCULTAMIENTO Y AZAR
La Batalla de Midway es, posiblemente, la más decisiva de la Segunda Guerra Mundial. No lo es por el número de combatientes, ni barcos, ni por los recursos naturales ganados, ni por los medios empleados, ni por la localización geográfica, ni la importancia política.
Sino que lo es debido a que marcó un antes y un después de absoluta y trascendental importancia. Los cinco minutos de Midway cambiaron la Historia como ningún otro período tan corto. A las 10:20 horas del 4 de junio de 1942 Japón ganaba la guerra en todos los términos, y podía elegir entre muchos medios de continuarla. A las 10:25 horas Japón estaba condenado a la defensiva, a defender el botín contra un enemigo inconmensurablemente superior, que elegiría desde entonces dónde y cómo se librarían las batallas.
Lo fue también porque en ella se dieron lo elementos de azar en forma repetida y con clara parcialidad. Todos los historiadores se pasean por escenarios posibles y se recrean en las hipótesis y ucronías. La mayoría de los resultados de las batallas están predeterminados por los materiales, el genio estratégico, la posición, la doctrina de guerra o la innovación tecnológica. En Midway no. Allí reino el azar, y ninguna batalla es más fácil de imaginar distinta, con el solo cambio de algunos hechos fortuitos.
Pero así como fue, tan decisiva y volátil, así también fue rodeada de espesa niebla informativa, por ambos bandos, y por razones de variado tipo.
Los resultados objetivos son contundentes. Japón perdió 4 portaviones, 1 crucero pesado, 332 aviones y 3500 hombres. Estados Unidos perdió 1 portaviones, 1 destructor, 179 aviones y 307 hombres.
Japón ocultó la derrota a todos. Mantuvo que hundió dos portaviones sin admitir ninguna pérdida propia. Se tomaron medidas para aislar a los heridos, y se destinó a los supervivientes a largos períodos sin permiso, siempre bajo una estricta censura. Hasta los registros oficiales ocultaron la verdad. Se anunció que con la conquista de Attu y Kiska se incorporaba otro gran territorio al formidable Imperio Japonés. Se mantuvo que se destruyeron las bases de Midway y Dutch Harbor. Los miembros del ejército, incluido el Primer Ministro general Hideki Tojo, fueron mantenidos en la ignorancia. Adolf Hitler felicitó a Japón por su gran victoria en Midway, sin que jamás Alemania supiera lo ocurrido.
La áspera rivalidad entre la Marina y el Ejército japonés contribuía a este estado de cosas. En la Marina misma, el almirante Nagano protegió a Yamamoto. Ninguno de los altos mandos y jefes de flota fue relevado. Nagumo y Kondo siguieron luchando en la Batalla de Guadalcanal, y Hossogaya duró hasta ser destituido por otra derrota en las Islas Aleutianas. Yamamoto mantendría su cargo hasta su muerte en la emboscada que le tendieron los americanos en abril de 1943. La única baja real de los almirantes fue Yamaguchi.
Midway era la primera derrota de la marina nipona desde 1592. Su ocultamiento no ayudó a despertar ni concientizar a los japoneses, que siguieron creyendo que estaban ganando sin tomar en serio la guerra, hasta ya fue muy tarde. Con ello se diferenciaron mucho de la Alemania Nazi, que describió con lujo de detalles su derrota en la Batalla de Stalingrado, para proclamar la Guerra Total y lograr los máximos de producción. Eso Japón nunca lo hizo.
Por su parte, Estados Unidos tampoco aireó los detalles. Principalmente porque temían que los japoneses descubrieran que ellos poseían sus claves y podían leer sus mensajes.
Por otro lado, el Ejército anunció antes que sus aviones y fortalezas volantes habían destruido a la flota japonesa, y no se creyó bueno desengañar a la población revelando que era la Armada la responsable de la victoria.
Quizás la mayor injusticia se cometió con los mandos. Raymond Spruance fue el artífice de la victoria, con sus tres acertadas decisiones, pero no se le reconocieron sus méritos. Se mantuvo a Fletcher como jefe hasta ser relevado en Guadalcanal. Spruance fue, muy injustamente, criticado por no perseguir a Yamamoto, y debió esperar más tiempo para lograr mandos superiores.
En cuanto al papel del azar, el propio almirante Chester Nimitz lo dijo al terminar la batalla: "Nagumo lo tenía todo para ganar. ¿Fuimos realmente superiores? En todo caso, jamás se ha visto tan claramente la parcialidad del Todopoderoso."
El plan Midway adolecía de demasiada complejidad. La Flota Japonesa estaba desperdigada por todo el Pacífico. Se dividieron demasiado sin que ninguno conociera el plan conjunto. Sobre todo, no se había previsto ningún contratiempo. Por ello cuando las cosas salieron mal no se pudo reunir su enorme potencial a tiempo.
Quizás lo principal fue que Yamamoto quiso dirigir la batalla en el mar, a bordo de su colosal acorazado, y pasar a la Historia como un Nelson o su antiguo jefe Togo. Ello lo condenó al silencio y a no dirigir la batalla en conjunto. Nimitz, desde Hawái, estuvo muchísimo mejor informado y obedecido que Yamamoto.
La suma de detalles abulta:
- La detección de Midway como el objetivo japonés AF.
- El retardo en el envío de los submarinos a patrullar Hawái, que no permitió conocer la partida de los americanos.
- Mantener esos submarinos en posición estática. Si se hubieran movido habrían visto a su rival.
- La fácil renuncia al vuelo de reconocimiento del hidroavión Kawanishi.
- La falla en las catapultas de los aviones exploradores de Nagumo. Debieron mandarse otros aviones sin esperar. Era la dirección más probable desde la que vendría el enemigo.
- El error del avión explorador, consistente en no ver portaviones al principio, lo que indujo a Nagumo a cambiar las bombas por los torpedos.
- El nuevo error del avión explorador al detectar solo un portaviones, cuando eran tres. De haberlo hecho bien, Nagumo habría atacado de una vez, en vez de esperar confiadamente para hacer un ataque combinado.
- La nueva falla del avión explorador, que cuando vio que eran tres portaviones americanos, tuvo fallas en su equipo radio y no pudo transmitir es estratégico mensaje, debiendo volver para informar.
- La opinión de Tomonaga de lanzar un segundo ataque a la isla fue decisiva para acumular bombas en las cubiertas de los portaviones, que produjeron el desastre.
- La falta de coordinación de los primeros 7 ataques americanos mantuvo a Nagumo en vilo, ocupado, sin tiempo para reunirse y concentrar esfuerzos.
- La casualidad, que llevó a las errantes escuadrillas americanas de torpederos a llegar sucesivamente a atacar a Nagumo. Sí hubieran alternado con los bombarderos en picado, los cazas japoneses hubieran permanecido patrullando a varias alturas, y evitado el desastre. Con esto bajaron a cazar todos a los torpederos, dejando la vía libre a los bombarderos en picado desde gran altura Dauntless.
- Nagumo pudo haber oído a su brillante subordinado Yamaguchi, quien pidió lanzar el ataque con sus aviones, ya listos. Nagumo hizo lo contrario, los mandó bajar a sus hangares bajo cubierta para recibir la primera oleada, y atacar todos después.
- El rápido apagado de los incendios del Yorktown, que engaño a Tomonaga y quien atacó de nuevo el mismo barco inutilizado, en vez de destruir otro portaviones americano.
Por sobre todo, el azar de la sustitución de Halsey por Spruance, donde la prudencia y acertada valoración del primero fueron decisivas. La guerra mostró después a qué terribles consecuencias podía llevar la impetuosidad y falta de pensamiento sereno de Halsey, en la Batalla de Golfo de Leyte. Sí Halsey hubiera sido el protagonista en la Batalla de Midway, muy probablemente Yamamoto le hubiera destrozado en la primera trampa, y obligado a Estados Unidos a pedir la paz.
El azar puso, en cambio, a Raymond Spruance al frente de los portaviones. Las tres decisiones que tomó fueron la clave de la batalla, siendo estas:
1.- ATACAR CON TODAS SUS FUERZAS
Spruance atacó con todo lo que tenía en lo que conoció el rumbo aproximado de la flota japonesa. No se guardó nada. Logró sorprender a Nagumo en su vital momento de despegue. Fletcher lanzó sus fuerzas por partes, y no logro tanto éxito.
2.- El PRIMER REPLIEGUE HACIA MIDWAY
Definitiva. Evitó caer en la trampa de Yamamoto, y se mantuvo cerca para impedir la invasión al día siguiente. Fue encomiable su valor al sostener su decisión ante subordinados y superiores. Brillante.
3.- El SEGUNDO REPLIEGUE, A PEARL HARBOR
Dar la batalla por concluida tras lograr sus objetivos, regresar tras hundir al Mikuma evitó una nueva batalla con los portaviones que reunía Yamamoto, y quizás los acorazados de nuevo. Spruance había tenido un terrible desgaste aéreo, y no hubiera estado en condiciones de ganar tan exigente combate, de haberse realizado.
Esa fue la suerte que tuvo Estados Unidos de tener al hombre indicado al mando, en el momento indicado.
Adrián Robledo Upegui.
Junio de 2022.
Sobre el autor
Adrián Robledo Upegui nació en Caracas, Venezuela, en el año 1962, completando en 1979 sus estudios de Educación Media en el Colegio Calasanz de Valencia. Siendo estudiante de Administración Comercial en la Universidad de Carabobo (UC), en 1986 participó en el programa competitivo de conocimientos llamado Concurso Millonario, producido y difundido a nivel nacional por la televisora RCTV, moderado por la Primera Actriz Doris Wells, y en donde la categoría en la que compitió correspondió a la Segunda Guerra Mundial, siendo su Jurado el catedrático Dr. Miguel Hurtado Leña, egresado de la Universidad de París (La Sorbona). Se trataba del primer y hasta ahora único programa de TV venezolano de concurso académico que premiaba exclusivamente el conocimiento humano en áreas específicas, sin que se agregaran elementos de azar, selección o cualquier tipo de ayuda a los participantes. Sus éxitos progresivos al responder acertadamente todas las preguntas semanales de desarrollo lo llevaron a participar en la Gran Final de la Primera Temporada del concurso, logrando la victoria al obtener el Primer Premio. Una vez recibido como Licenciado en Administración Comercial por la UC, ingresó en 1987 a la que se sería una dilatada y fructífera carrera profesional, realizada en una de las principales entidades bancarias nacionales, desarrollándose en las áreas financiera, crediticia, operacional y tecnológica, completando estudios de posgrado en el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y múltiples cursos profesionales.
Adicionalmente, ha sido promotor regional ad honorem del fútbol amateur en el estado Carabobo, asumiendo roles de Dirección Técnica de clubes amateur juveniles y de adultos, así como también brindando asesoría y coordinación operativa de múltiples eventos regionales y nacionales en esta disciplina deportiva, formando consecutivas generaciones de atletas, en donde no pocos han trascendido los niveles de calidad establecidos por la FIFA para la competencia profesional. En este mismo sentido, ha sido Presidente de la Asociación de Fútbol de Carabobo (1.994-1997), Miembro de la Directiva de la Federación Venezolana de Futbol (1997-2001) y Secretario General de la Asociación de Fútbol de Carabobo (1989-1994 y 2001-2009).
Es oportuno señalar que el autor ha desarrollado además una prolongada carrera en el campo de la fotografía, desde las perspectivas profesional y artística.
Adrián Robledo Upegui es historiador, dedicado al estudio crítico y profundo de la historia de la Segunda Guerra Mundial, así como otros procesos de la Historia Contemporánea y de la Historia de Venezuela. Es colaborador de la Dirección de Medios Electrónicos y Telemática de la Universidad de Carabobo (DIMETEL), donde ha participado dando conferencias académicas para el programa Dictando Cátedra de UCTV, producido por la Lic. Teresa Morán. Está particularmente interesado en el tema de la Guerra de las Malvinas, dada la importancia de ese conflicto ocurrido en plena Guerra Fría, frente a la cual realiza aportes al enfocarlo desde diferentes dimensiones y tomando en cuenta la información adicional revelada en cada década que ha transcurrido después de la misma. Actualmente reside en la ciudad de Valencia, Venezuela.
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