Una esvástica en el Rectorado UC: El legado vasco que revive historia y cultura
Una esvástica en el Rectorado UC: El legado vasco que revive historia y cultura
Hace unas pocas semanas, cuando visitaba el Rectorado de la Universidad de Carabobo (UC), y mientras caminaba por la explanada interna, advertí un peculiar monolito ubicado en el lugar, al sur del andén restaurado de la antigua estación "Camoruco" del ferrocarril inglés, que una vez fue la principal arteria comunicacional de la ciudad de Valencia.
El monolito es compuesto, con una base constituida por dos cilindros concéntricos, siendo el superior de menor diámetro que el inferior. Luego se alza en vertical una pilastra cilíndrica, que, como la base, fue construida en concreto, con adorno del pilar en la parte superior e inferior, hecho a base de plaquetas de ladrillo, formando un patrón almenado, con alternancia de merlones y almenas, que evocan los techos protegidos de las fortalezas antiguas, en una evidente alegoría histórica de fuerza y poder.
Por encima de la pilastra continúa el tótem, con una figura compuesta en forma de cerradura, posiblemente haciendo referencia a la entrada a una antigua cultura ancestral de alto impacto en Venezuela, con un trapecio en la parte inferior sosteniendo como objetivo principal del hito artístico, a una clara esvástica curvilínea, de color rojo, sobre un fondo antagónico de color verde, y centrada en un anillo también de color rojo. Circulos acanalados adornan el trabajo, y un conjunto de cicloides de color blanco se disponen en el perímetro exterior interno el anillo, para completar el cilindro de ese mismo color, que aloja al peculiar símbolo.
El principal elemento pictórico es aquí la esvástica curvilínea central, donde la más conocida esvástica original, o cruz gamada de bordes en ángulo recto (parecidos a la letra griega mayúscula gamma) es suavemente distorsionada para formar la esvástica curvilínea. Cabe destacar que se trata de una esvástica por el sentido de orientación, si hubiera sido al contrario se llamaría sauvástica. La esvástica es un símbolo común en las culturas arias o indoeuropeas.
Afortunadamente, el monolito no está huérfano de información, pues está acompañado de una estela de texto en español, ubicada en una capilla próxima que describe claramente su origen, propósito y año de construcción.
Lo escrito en la estela permite saber que se trata de un monumento realizado por la Federación de Centros Vascos de Valencia, rindiendo homenaje al Dr. Alejo Zuloaga Eguzkiza. Está escrita en español en letras mayúsculas, con una peculiar caligrafía que adorna ciertas letras con cuñas y rabillos. La estela está fechada en 2019.
Alejo Zuloaga fue un médico y educador venezolano de origen vasco, nacido en San Joaquín, estado Carabobo, en 1853. Fue nombrado primer Rector de la Universidad de Carabobo en 1892, fundada por el general Joaquín Crespo, la cual funcionó de 1892 a 1904, cuando fue cerrada por orden del General Cipriano Castro, y que no reabriría hasta 1958, cuando la Junta de Gobierno, encabezada por su Presidente, el Dr. Edgar Sanabria, decretara su reapertura, y que se ha mantenido hasta el presente, si bien con una autonomía ampliamente reducida, en comparación con los poderes originarios asignados por la Ley de Universidades, aún vigente y sin modificaciones, contradicciones que deberán explicar los historiadores del futuro.
El liderazgo del Dr. Zuloaga fue clave para la fundación y organización inicial de la UC, estableciendo bases académicas sólidas y promoviendo la educación superior en la región central de Venezuela. Su aporte impulsó la formación profesional y científica, dejando un legado fundamental para el desarrollo y prestigio de la institución.
Volviendo al monolito, y sabiendo que se trata de un monumento vasco, adquiere pertinencia el empleo de los colores observados en su construcción: Rojo, blanco y verde. Estos tres colores tienen un significado muy especial y simbólico para el pueblo vasco, especialmente reflejado en la ikurriña, la bandera del País Vasco, perteneciente al Reino de España:
- Rojo: Representa al pueblo vasco o la Nación Vasca (Euskadi). Originalmente estaba asociado con la provincia de Bizkaia, pero con el tiempo se ha convertido en un símbolo del pueblo vasco en general. También simboliza la sangre derramada en la lucha por la libertad y la identidad vasca.
- Verde: Está asociado con la cruz de San Andrés, y con el Árbol de Gernika. Representa la riqueza natural y la identidad ligada a la tierra.
- Blanco: Simboliza la paz, la pureza y la espiritualidad de la región vasca. También se asocia con Dios.
En conjunto, estos colores no solo forman la bandera vasca, sino que también están presentes en la arquitectura tradicional y en diversos símbolos culturales, reforzando la identidad, la historia y la autonomía del pueblo vasco.
El País Vasco está firmemente integrado en el Reino de España, contribuyendo de manera solidaria al desarrollo político, económico y social del país. Su participación activa en las instituciones nacionales y su colaboración con otras regiones reflejan un compromiso sólido con la unidad y el progreso del conjunto español. El separatismo, una vez cargado de brutal violencia terrorista, se mantiene hoy adherido a la Ley, si bien continúa con carácter muy minoritario en la población.
Retomando el análisis del monumento presente en el Rectorado de la UC, el símbolo vasco con forma de esvástica curvilínea se llama lauburu, que en euskera significa "cuatro cabezas". Otros nombres en español para el símbolo son cuatrisquel y tetrasquel, y puede construirse con regla y compás. El símbolo también está presente en las culturas celta y astur.
Este símbolo tiene una estructura similar a la esvástica o cruz gamada, ya que ambos consisten en una cruz con brazos que parecen girar desde un centro común, evocando movimiento o rotación. Sin embargo, la diferencia principal es que los brazos del lauburu son curvos y con forma de coma, mientras que los de la esvástica son rectos y angulosos, como se mencionó.
Ambos símbolos aparecen en muchas culturas antiguas de Eurasia y suelen representar conceptos como el Sol, la eternidad o el ciclo de la vida. No hay evidencia histórica que relacione directamente el Lauburu con la esvástica nazi, ya que esta última fue apropiada en el siglo XX por el partido nazi, adquiriendo un significado alternativo al de sus orígenes tradicionales y representando la unificación del pueblo alemán en su lucha durante la Segunda Guerra Mundial.
Para el pueblo vasco, el lauburu es un símbolo ancestral y pre-cristiano que representa identidad, protección y vida. Se encuentra en lápidas, casas, monumentos y objetos cotidianos, y se considera un amuleto contra el mal. También simboliza la unidad del pueblo vasco, el ciclo natural y la conexión con el Universo. En tiempos recientes, se ha convertido en un emblema de orgullo cultural y pertenencia.
El lauburu puede representarse con giro hacia la derecha o hacia la izquierda, y ambos sentidos son usados sin un significado universalmente aceptado para cada orientación. En algunas interpretaciones, el sentido de giro puede relacionarse con ciclos de vida o muerte, día o noche, pero estas asociaciones varían según la fuente y la región.
Continuando con el monumento del Rectorado, en la parte baja de la cerradura figurada se ubica otro símbolo, conocido como Eguzkilore. Se trata de un símbolo tradicional vasco arraigado en la mitología y la cultura de Euskal Herria. (La tierra de los vascos).
El símbolo vasco conocido como Eguzkilore, incluido en el monolito. Fotografía: Fabián Robledo.Su nombre en euskera significa literalmente "flor del Sol". El origen del Eguzkilore está vinculado a la leyenda en la que los antiguos vascos, temerosos de los seres oscuros y espíritus que salían durante la noche, pidieron protección a Amalur, la madre tierra, que para proteger a la humanidad, creó una flor tan hermosa y luminosa que los seres de la noche la confundían con el propio Sol y huían aterrados, creyendo que el día aún no había terminado. Así, el Eguzkilore se convirtió en un símbolo de protección frente a las fuerzas negativas y los peligros nocturnos.
La flor real que inspira el Eguzkilore es la Carlina acaulis, un cardo silvestre de gran capítulo amarillo rodeado de hojas espinosas, cuya apariencia recuerda a un Sol radiante. Por esta razón, la flor fue adoptada como amuleto y se colocaba tradicionalmente en las puertas de los caseríos y hogares vascos para protegerlos de brujas, espíritus malignos, tempestades y cualquier tipo de maldad. Esta costumbre tiene raíces muy antiguas y sigue vigente en la actualidad.
En el arte vasco, el Eguzkilore aparece representado en tallas de madera, forja, cerámica, joyería y arquitectura, decorando puertas, fachadas y objetos cotidianos. Su presencia simboliza la luz, la vitalidad y la protección, y es considerado un talismán que aleja las malas energías. Más allá de su función protectora, el Eguzkilore es un emblema de identidad cultural y un recordatorio de la conexión entre el pueblo vasco, la naturaleza y las creencias ancestrales.
El monolito tiene otros símbolos asociados a la cultura vasca. Uno de ellos tiene cierto parecido a la cruz de Malta, otro es una rosa de seis pétalos ojivales, construida con arcos de círculo, ambos terminados con un anillo perimetral, con significados que al transeúnte le parecerán crípticos.
El legado vasco en Venezuela se refleja en figuras tan importantes como el Libertador Simón Bolívar, que desciende por línea paterna de la familia Bolívar, originaria del pueblo llamado Cenarruza o Puebla de Bolibar, ubicado en Vizcaya, en el País Vasco.
De hecho, el apellido Bolívar es de origen vasco y significa "Vega del molino", derivado de las palabras vascas bolu (molino) e ibar (vega). Su quinto abuelo, Simón de Bolibar El Viejo, emigró desde ese pueblo vasco a América en el siglo XVI, estableciendo así la línea familiar que desembocaría en el Libertador, heredero de la tenacidad vasca, que contribuyó de manera fundamental a la historia venezolana, como artífice de la independencia. Además, se sabe que Simón Bolívar conoció durante su juventud el lugar de sus antepasados en el País Vasco, lo que influyó en su formación y visión política.
Así como hay vascos y venezolanos de origen vasco que han hecho obras muy relevantes en Venezuela, también hay venezolanos que han contribuido notoriamente en el País Vasco, entre los que podemos mencionar a Gregorio Ordóñez (1958–1995). Nacido en Caracas, fue hijo de una familia de origen navarro que residía temporalmente allí antes de regresar a España e instalarse en el País Vasco. Ordóñez fue un político español, miembro del Partido Popular (PP), que se destacó como concejal del Ayuntamiento de San Sebastián y como una de las voces más firmes contra el terrorismo de ETA en la política vasca de los años 90.
ETA significaba Euskadi Ta Askatasuna, que se traduce al castellano como País Vasco y Libertad, esta última palabra pisoteada por el terror y escrita con la sangre de las víctimas mortales y heridos de los múltiples y variados atentados sociópatas atribuidos por la autoridad a la hoy extinta organización terrorista, declarada como tal en múltiples países.
Su compromiso con la defensa de la democracia y la libertad convirtió a Gregorio Ordóñez en objetivo de ETA, que lo asesinó en 1995. Este venezolano-español es recordado como un símbolo de la lucha contra el terrorismo y a favor de la convivencia en el País Vasco, representando también el arraigo y la integración de familias españolas que, como la suya, regresaron de Venezuela para contribuir a la sociedad vasca.
Terminé mi visita al Rectorado muy complacido, al enterarme y aprender sobre este peculiar monumento, que ofrece al visitante o trabajador una esvástica curvilínea elevada, roja y alegórica, y que seguro le gustará a todo transeúnte aficionado a la geometría, genealogía o simbología, con su implicación internacional con la Madre Patria peninsular, que proporcionó Dios, Luz y Nombre, incluyendo el magnífico calificativo de Tierra de Gracia, para lo que hoy es Venezuela.
Fabián Robledo Upegui.
Diciembre, 2025.












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